El mismo día Veliko, Bulgaria Castillo Tarnovo Anastasia Una frase que escuchaba muchísimo de mi padre era: el arte supremo de la guerra es someter a tu enemigo sin luchar. No necesitas envainar un espada para defender tus territorios sino jugar con astucia para evitar la confrontación, claro que debe ir acompañado de una estrategia. En lo particular, mi misión para obtener el apoyo de mi tío, el Zar Oleg contra los rumanos había fracasado, estaba sola ante una posible guerra o en el peor de los casos debía negociar otros términos, pero mi espíritu rebelde no lo permitía, tampoco quería agachar la cabeza, ni compartir mi lecho con el sanguinario del Príncipe Vlad Tepes, encima jamás traicionaría a mi pueblo, ni a mí misma. ¿Cuál era la solución? ¿La guerra? ¡No! No quería un derramam