—¡Osito!—recién llegaba a casa, le di un beso a Elena y luego me metí a la ducha, mientras aquella expresión de Valeria seguía en mi cabeza, sus ojos, esa mirada, su miedo, su rabia, su tristeza. La puerta del baño fue abierta, el agua caía por mi cabeza y mis manos estaban apoyadas a la pared. Me sentía muy cansado. Aún no entendía cómo es que Darío no mencionó nada, absolutamente nada de Valeria, pero claro, él sabía de mi relación con Elena, era ilógico que yo le reclamara por no hablarme de mi esposa, cuando yo estaba con otra mujer. De hecho, esa fue unas de las excusas que me dio. ¿Será que a él le gustaba ella o a ella le gustaba él? Se hablaban con mucha confianza, ella incluso le sonreía. Le sonreía. Pero no podría ser él, de tener algo, sé que Darío sería el primero en