Una mujer cruel

1455 Words
Se sentía extraño estar de regreso, sobre todo por estar casado con aquella mujer que me brindó una excelente luna de miel. Donde primero fui fue a casa de mis padres. Ellos me recibieron con expresión seria, pero sin cuestionar ninguna de mis decisiones. Me había casado con una mujer con la que no planeé casarme, dejando a todos muy sorprendidos. —¿Cuál era su nombre?—me preguntó mamá.—Creo haberla visto en alguna otra ocasión. Ahora tienes una esposa, Adrien. Y no es precisamente con la que planeaste casarte, ¿qué harás ahora? —Valeria Richardson. Estaré casado por un año con ella, eso lo que acordamos.—les expliqué. Ese había sido nuestro simple acuerdo, en el que solo le di mi palabra, con eso bastaba. —¿Y ya está?—mamá enarcó una ceja, como si esperara algo más.—Es la nueva señora Mckenzie, ¿no piensas vivir con ella y tener ese año de matrimonio como una pareja normal? —Amo a Elena, no me casé con Valeria por amor, mamá.—eso les quedaba claro, pero parecía ser que tenía que recordárselos.—Solo reemplazó de forma momentánea a Elena, pero no pienso convivir con esa mujer. Solo era “esa mujer”, no podía ni llamarla “esposa”. —Acabas de llegar de la luna de miel con ella, Adrien.—dijo papá.—Es obvio que has convivido con ella. Y ahora es tu esposa. Decidiste casarte con ella, trátala como tal. Que no se te ocurra hacer otra cosa. —Tu padre tiene razón, Adrien. La hiciste tu esposa y mientras eso sea así…de ese modo es como la tienes que tratar, no se espera menos de ti. Me puse de pie, viendo que los dos pensaban cosas que yo no coincidía con ellos, mi idea era dejar que Elena se mostrara más arrepentida por lo que hizo y luego…mantener mi relación con ella como si no hubiera pasado nada, pues era la mujer a la que yo amaba y lo único que me ataba a Valeria Richardson era un papel. —En esto no estamos de acuerdo. Esa mujer también es consciente de que no la amo, ella aceptó casarse conmigo pese a eso, yo no la obligué a nada, no me comprometí a nada. —¡Te casaste con ella! ¡Eso ya es un enorme compromiso, Adrien! ¡Decenas de personas fuimos testigos de eso! ¡Tú tomaste la decisión! Ahora…la tratas como a tu esposa, Adrien Mckenzie. Mamá abandonó el salón toda enojada y yo hice lo mismo, marchándome de casa. No podíamos estar de acuerdo si ellos ahora querían que yo jugara a la casita con Velaría, no me casé con ella para eso, me casé con ella para no quedarme plantado en el altar y hacerle ver a Elena el error que cometía al no llegar a nuestra boda. Mis deseos no eran tener nada más con esa mujer, solo fue una salida rápida para un problema repentino. Camino a mi casa recibí una llamada de parte de Ramsés y lo que me decía era algo horrendo, imposible de creer, pero…había sucedido así. ¡¿Con qué mujer me casé?! Tomé al dirección del hospital en el que Elena se encontraba luego de haber sido agredida por Valeria, logrando dañar su cuerpo. Mi cuerpo se sintió con una ira repentina porque ¡apenas llegábamos! ¡Solo hace un par de horas que pisamos el país! Pero Valeria parecía haber llegado con muchas ganas de restregarle a Elena mi boda con ella y las cosas se habían salido de control. Aparqué y corrí hacia la entrada. Cuando crucé la puerta de emergencias lo primero que vi fue a esa mujer. ¿Por qué justo tenía que verla a ella? Con lo enojado que me sentía, ella era el último rostro que quisiera ver. Estaba también aquí. ¿Cómo es que…podían ser las mismas? ¿Cómo era eso posible? La Valeria que se mostró amable, cariñosa, tímida durante toda la luna de miel y esta, que ahora pretendía hacer de la vida de Elena un infierno porque ella sí estaba casada conmigo. No era nada justo para Elena. Ella retrocedió al verme, sujeté sus brazos y la aparté de los demás, llevándola a un lado, a solas. —Si Elena queda con su cuerpo marcado por lo que hiciste, haré que lo pagues muy caro, zorra. ¡¿Apenas llegas y tenías que a echarle en cara a Elena que soy tu esposo?! ¡¿Tan cruel eres como para quemar a una persona?!—la ira me recorría mientras veía a una Valeria que no fue con la que pasé la luna de miel, esta era cruel, malvada y no perecía piedad alguna.—¡Irás presa!—le dije con media sonrisa.—¡Los Sinclair no se quedarán así y yo te dije que no te iba a proteger de ellos!—la solté con fuerza, viendo como ella estaba por perder el equilibrio. Busqué entre las salas donde estaba Elena, hasta que di con ella. —¡Adrien!—dijo en medio de su llanto.—¡Adrien! ¡No quiero que me veas así, por favor!—intentó cubrirse, pero yo me acerqué, acercándola a mi pecho.—Le dije a mis padres que no te dijeran nada, lo que menos quiero es que me veas en este estado y…acabas de llegar de la luna de miel con Valeria. ¡¿Cómo es que pudieron hacerme algo así?! Adrien…nos amamos. —Estaba…muy enojado y lo único que quería era que tú sufrieras, así como sufría yo al dejarme plantado. Pero ahora me arrepiento de todo eso, Elena. Lo siento mucho. —Soy yo quien lo siente, por haberte orillado a eso, Adrien. Pero…es Valeria. Hemos vivido juntos por un largo tiempo, ¿cómo fue capaz de hacer esto? Entiendo tus motivos, te herí, pero ¿cuáles son los motivos de ella? No lo comprendo, no he hecho más que quererla siempre y tú lo sabes. Y la manera en la que me echa en cara lo que pasó allí... No puedo con esto, Adrien. Es mucho para mí. ¡Mírame! ¡Mira como me ha dejado! Lo único que le dije fue que tú me amas y ella se volvió loca, jamás había visto a Valeria así, ni mis padres la reconocían, Adrien. —Pagará, pagará por lo que te ha hecho.—le aseguré. Solo pasamos unos veinte minutos más en aquella camilla y ya Elena estaba lista para marcharse, nos trajeron una silla de ruedas y la tomé en mis brazos, dejándola allí. Iba sollozando todo el rato hasta la salida, donde nos encontramos con sus padres y…Valeria. ¿Por qué seguía aquí? Allí estaba, tirada en el suelo, llena de polvo, golpes en su cara y sus manos vendadas. Aparté la mirada por un segundo, pues la mujer me causó mucha pena y no quise verla así, pero Elena gritó aterrada al darse cuenta que Valeria también estaba allí y se notó en su expresión el miedo de ver a quien hace poco le había hecho daño. Dejé la silla de ruedas en manos de Ramsés y me acerqué a Valeria. ¿Por qué seguía aquí si sabía perfectamente lo que iba a pasar? ¿Qué era lo que tenía en esa pequeña cabeza? ¿Acaso le encantaba desafiar a los Sinclair o esperaba que yo hiciera algo por ella? Seguro que solo se quedó para que Elena viera como yo la defendía, pero eso no iba a suceder, ya se lo había dicho. —¿Por qué diablos sigues aquí?—Si seguía aquí, es porque así lo decidió, no sentiría pena por ella, no, no podía. Valeria estaba tomando mal sus decisiones, solo cargaba con las consecuencias mientras mi desprecio hacia ella iba en aumento.—¡Vete! ¡Lárgate! Asustas a Elena. —Adrien, yo puedo explicar lo que pasó. ¿Explicar qué? ¿Que no pudo hacer más que llegar para contarle a Elena todo lo que pasó en la luna de miel? Y no conforme con eso, la agrede. De verdad, esta mujer lograba irritarme muchísimo. —¡¡Deja de llamarme por mi nombre!! Espero no tener que verte el rostro jamás. —Pero…—¿qué más podía decir? Sus ojos me miraron, llenos de lágrimas, agachó su mirada y luego volvió a enfocar sus lindos ojos en mí. Pareció comprender que las cosas no iban a salir como ella pensaba o había planeado y que estar conmigo no significaba nada, absolutamente nada, porque yo no sentía nada por ella.
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