Catrina Vidal Gómez conducía hacia la residencia de los Brin. El día se había convertido de uno soleado a uno oscuro y lluvioso, era aproximadamente las ocho de la noche. Estaba demasiado cansada y hambrienta. Mi estomago clamaba por un plato de sopa caliente de los que hacía Idelina. En cuánto estaciono el auto salí disparada hacía la puerta de entrada, pero estaba cerrada. Fruncí mis cejas. Idelina siempre la dejaba abierta. Yo no tenia llave de la casa ahora que recuerdo, nunca la había necesitado. Voltee a ver a Gomez quien esperaba en el auto. —¿Pasa algo señora? —pregunta con amabilidad. Asiento. —La puerta de la casa esta cerrada, ¿de casualidad tiene alguna llave que pueda abrir? —le pregunto casi desesperada. Mi cuerpo vuelve a la tranquilidad cuando veo que Gomez saca del aut