Catrina Vidal
El taxista me dejo en el edificio de Distrito V donde vivía Carlos. Subí el elevador hasta el noveno piso de uno de los edificios residenciales. Llego a la puerta de su departamento, toco varias veces, pero nadie me abre, escucho voces de mujer en el interior, estas puertas abren con contraseña o tarjeta, no con llave. Introduzco la clave que se de memoria, pero su puerta no abre. Estoy a punto de darme por vencida sintiendo un dolor profundo en mi pecho, ¿Dónde demonios esta Carlos cuando más lo necesito? Es mi novio, la única persona cercana que me queda en este mundo. Exhalo una gran cantidad de aire, antes de dar un paso atrás con la intención de retirarme. Me siento derrotada.
Apenas doy un paso de regreso al ascensor y mis tímpanos escuchan como la puerta de su departamento se abre. Mi rostro dibuja una enorme sonrisa de alegría al voltear y verlo de pie en medio del pasillo. Trae puesta una bata de dormir color vino y el cabello revuelto. Pareciera que ayer se desvelo por andar de fiesta. Frunzo el ceño.
—¿Catrina? No pensé que te atreverías a venir aquí —me cuestiona con un tono de voz frio que no le reconozco. Me acerco hasta él y lo abrazo con mucha ilusión, sé que el me ayudará, en unos meses después de mi graduación nos casaremos —Catrina ahora no puedo atenderte, estoy ocupado, después de lo que hizo tu padre, la empresa está de cabeza —esboza con destructiva frialdad.
Me separo de él mirándolo anonadada, ese no es el tono que usaba antes conmigo. Carlos siempre había sido cariñoso, algo debe haber pasado, tengo que convencerlo de que papá es inocente.
—Carlos sabes que papá es inocente, lo conoces. Tal vez con tu ayuda podríamos demostrar que es inocente.
Sonríe.
—Catrina tu padre es un delincuente que se dio a la fuga, no es inocente, engaño a todo mundo dándose y dándote una vida de lujos —las rodillas me tiemblan, mis ojos se cristalizan al escucharlo hablar así de mi padre.
—Pero… tú y yo nos vamos a casar…
Carlos suelta una risotada que retiembla en mis oídos.
—¡Catrina no digas tonterías! ¿crees que después de lo que tu padre hizo, hay posibilidad de que tu y yo nos casemos?
El terror me invade, me siento débil, mi cuerpo tiembla. Todo esto tiene que ser una maldita broma.
—¡Tu y yo nos vamos a casar! ¡Nos amamos! —suelto sintiendo que estoy entrando en una especie de shock —¡todo esto tiene que ser una pesadilla! —me llevo las manos a la cabeza, sintiendo como mi mente comienza a nublarse.
—Jamás me casaré contigo, así que hazme el favor de no regresar más a mi departamento —sentencia, dando unos pasos al interior. El pánico se apodera de mí, sujeto su mano y después me aferro a su cuerpo, lo abrazo con todas mis fuerzas mientras grandes lagrimas corren por mi rostro, en este momento no puedo si quiera pensar en lo humillante que me veo.
—¡Por favor, Carlos, ayúdame! ¡Tú eres la única persona cercana que me queda! —sollozo sin parar, siento sus manos que intentan apartarme, pero yo me aferro más y más.
—Ya deja de dar lastima niña, no sabes lo horrible que te ves haciendo esto…
Escucho la voz de una mujer… conocida… me aparto poco a poco de Carlos, posando mi mirada fija en ella, es la misma mujer que vi ayer en la fiesta antes de que comenzará a sentirme mal. Ni si quiera recuerdo como se llama. Veo que lleva puesta una bata de dormir también, veo a Carlos que me sonríe de manera pícara y luego paso la vista de nuevo a la mujer.
—¿Qué hace ella aquí? —le cuestiono a Carlos limpiando las lágrimas de mi rostro.
La mujer rodea el cuello de él con un brazo mientras él la toma de la cintura con el suyo.
Traicionada es poco para lo que siento en este momento.
—El nuevo gerente de Nubak, necesita una novia a su altura no la hija de un delincuente —abro por completo los ojos cuando lo escucho, ¿Qué ha dicho? ¿novia? Ni si quiera se si hemos terminado.
El pecho me punza, mis ojos me arden, aprieto los dientes llena de coraje. Como es posible ¿pasar de estar en el cielo al infierno en tan sólo unas horas?
—Eres un maldito, ¡te quedaste con el puesto de mi padre! —otra vez comienzo a llorar.
—Mira Catrina —respira profundo como tratando de ser paciente —será mejor que te vayas y no regreses nunca más, no pienso seguir gastando mi tiempo contigo.
Sin permitirme hablar más entra rápidamente al interior del departamento seguido por esa mujer, cerrando la puerta de un portazo. Una vez que me he quedado sola en el pasillo, mis piernas flaquean y voy a dar directo al suelo, veo con tristeza como mis lagrimas comienzan a humedecer la alfombra marrón del pasillo. Siento que me desmorono en mil pedazos que nunca jamás podrán ser reconstruidos. Es entonces cuando descubro por primera vez lo que es estar desamparada.
Cuando ha pasado un tiempo considerable y yo aun sigo arrodillada afuera del departamento de mi ex novio. Entro en pánico de nuevo al pensar que será de mi vida ahora. No tengo a nadie, mi única familia siempre fue mi padre. Que se suponía que debía hacer ahora. ¿dónde dormiría? ¿Qué comería? No estaba segura de como sobreviviría, por que tal vez no tendría las fuerzas suficientes para hacerlo, pero si lo lograba, juro por mi vida que algún día vengaré a todos aquellos que me han dado la espalda. Todos los que me han abandonado, todos los que me han traicionado.
Miro por última vez esa puerta de madera. Me pongo de pie, limpio mis lagrimas con firmeza.
—Carlos no merece que derrame una lagrima más por él… es un maldito infeliz, traidor, infiel, malagradecido y podría seguir aquí encontrando todos los sinónimos que se me ocurran para insultarlo.
Saco de mi bolso un labial color rojo. Lo destapo. Me paro justo enfrente de esa puerta, miro a las esquinas de los muros, sólo hay una cámara, miro hacía ella luego escribo “Eres un maldito perro infeliz” y me voy corriendo hacia el elevador antes de que se den cuenta de lo que he hecho y me persigan para que pague por los daños.
Una vez que salgo del edificio camino hacía la carretera, meto mi lápiz labial al bolso y me doy cuenta de que ya solo me queda un billete de cien pesos. Esto no me alcanzará ni para una noche en un hotel de los más baratos. No puedo regresar a casa por que ahí esta la policía. Me abrazo a mi misma sintiendo como mi vida ya no vale nada. Comienzo a caminar sin rumbo fijo, tengo todo el día para hacerlo, ¿es que acaso me convertiré en uno de esos vagabundos que piden comida y dinero en la calle? Me aterra la idea de solo pensarlo… ¿Papá por que no me llevaste contigo?