Alguien aporreaba la puerta.
Hundió sus dedos en su cabello al tiempo que abría los ojos.
Le dolía mucho la cabeza.
Los recuerdos de aquella noche llegaban a su mente, él encontrándose con Candy Weber en el bar, las cervezas, charlas y más charlas, su encantadora risa y el taxi.
Sintió su cuerpo desnudo, levantó las sábanas para comprobarlo, viendo que no había una sola ropa cubriendo su cuerpo, salvo aquella sábana con la que su pene semierecto se escondía.
Volvió a cubrirse, sintiendo algo en su pierna derecha, dejó una mano debajo de la sábana y fue a por aquello que lo tocaba.
De allí sacó…¿un sostén?
Era un sostén.
—¡Candy Weber!—recordaba todo, ellos se fueron juntos a la habitación, ella se quedó en el baño y él se acostó a dormir.
Pero hizo de todo con ella, menos dormir.
Llevó ambas manos a su cabeza, dejando el sostén sobre su cara sin que esa fuera su intención, asustado lo arrojó fuera de la cama, lejos de él.
Los golpes en la puerta seguían.
¡Se había acostado con una mujer casada!
«¡No otra vez!»
Su mente gritaba cosas, sabía que lo de aquella noche fue un error, pero tenía la dosis justa de alcohol como para no pensar en eso, hasta que fue tarde.
—¡Abre! ¡Hijo de puta! ¡Sé que estás ahí!—algo le decía que quien gritaba detrás de la puerta era el esposo de Candy.
Sin ganas de nada, menos de pelear y con una tremenda resaca, se sentó en la cama, miró su m*****o aún en busca de algo más.
—¡¿Y tú qué miras?! ¡Estate quieto que no es el momento!—le gritó, pareciendo un poco histérico porque a su cuerpo toda aquella situación le parecía fascinante. O buscaba a Candy en busca de más.
Corrió hacia su maleta y sacó ropa nueva, se acercó a la mirilla, observando al rubio fortachón que gritaba detrás de la puerta. Parecía querer derribarla.
Camino al baño vio el sostén de Candy, lo recogió del suelo, observándolo entre sus manos. Aquella prenda provocó más a su m*****o y Alaric la dejó sobre la cama. No era momento de una erección.
Estaba seguro que ella no estaba allí, pero de igual modo revisó en el baño.
Estaba solo en la habitación.
Tomó una ducha calmada, pese a los gritos que habían en su puerta, se quedó debajo del grifo hasta que aquel cuerpo ansioso se calmó.
Cuando salió del baño, los gritos se habían detenido y no se escuchaba a nadie.
¿Cómo sabría si Candy seguía allí? ¿Se fue del hotel? ¿Seguía en el país?
Hizo su maleta, pero el sostén se quedó sobre la cama.
No lo podía dejar allí, pero llevárselo no era una buena opción.
Arrostró su maleta hacia la puerta, sus compañeros lo esperaban para ir juntos al aeropuerto.
Miró hacia atrás y de nuevo observó el sostén.
Alaric dejó la maleta sobre la cama y guardó allí el sostén. Dejarlo no era una opción.
Cuando salió de su habitación, aquel rubio fortachón salió de la nada, dejando un fuerte puñetazo en la cara de Alaric. Soltó la maleta y sacudió su cara para hacerle frente al dolor del fuerte golpe que lo impactó.
Aquí era donde recordaba las palabras de su hermano.
“Siempre dejas que te peguen primero. Ataca primero y no dejes que el contrario te ponga un solo dedo encima.”
Rió para sus adentros, pensando cómo su hermano saldría de aquella situación.
El golpe había llegado de repente y él tuvo algo de culpa por confiarse y salir sin mirar.
Rick, convencido de que aquel hombre fue con el que su esposa pasó la noche, arremetió contra él nada más verlo salir. Nunca lo había visto, era la primera vez que observaba aquel rostro. Confirmando que Candy se acostó con el primer desconocido que encontró, eso pensaba él.
—¡Te enseñaré a no tocar lo que es mío!—esta vez no lo iba a tomar por sorpresa. Alaric esquivó el segundo ataque que Rick lanzó hacia él.
—No sé de qué me hablas.—Para no herir más el orgullo de aquel hombre, fingió demencia, era una falta muy grave acostarse con la esposa de otro hombre en su propia luna de miel. De no haber estado demasiado ebrio, Alaric jamás lo habría hecho.
—¡La vi salir hace un rato de aquí!—mentía. Como único consiguió la información de Alaric fue cuando amenazó con ir habitación por habitación a molestar a los clientes para dar con el hombre que se acostó con su esposa. Hasta que le dieron esa información.
Alaric tenía dos opciones.
Pelear o correr.
La segunda estaba totalmente descartada.
Desabrochó los primeros botones de su camisa y movió sus brazos, comprobando la flexibilidad de la tela. Puso posición de pelea, cuadrándose frente a Rick.
—¡Pero Alaric!—eran sus amigos.—¡El taxi nos espera!
Dos compañeros llegaron a la puerta de su habitación, era la hora acordada y Alaric no aparecía, su teléfono no tenía tono, fue fácil decidir subir a buscarlo.
—¿Qué sucede aquí?—preguntó el otro, mirando el moretón en el lado derecho del rostro de Alaric y la tensión en el ambiente.
—Nada.—respondió Alaric.—¿No es así?
Rick miró a ambos lados, ya no solo era uno, se habían sumado dos.
Aquella pelea no la echaba.
—Nada.—dijo.
Miró a Alaric marcharse con sus compañeros.
Pero ya sabía el rostro de aquel hombre.
Alaric Jackson, ese era su nombre.
(…)
Había jurado no volver acostar con otra mujer que no fuera su pareja.
Pero eso no fue lo que pasó en aquella habitación de hotel.
Su cuerpo lo traicionó, respondiendo a las caricias que Candy depositó en él, estando listo para complacerla.
Tuvo sexo con Candy Weber y ni sabía los motivos. ¿Producto del alcohol? ¿Tanto le atrajo ella?
Quería tener una relación, no una aventura de una noche.
Su meta era una relación, pero la mujer indicada no aparecía y menos lo haría si él andaba de revolcones.
—No soy así.—Estaba en medio de una llamada con su hermano menor, David Jackson. Millie estaba en su habitación con una amiga que había ido de visitas.—Pero no sé qué pasó, nos habíamos visto antes, durante el vuelo, casi no hablamos. Yo solo quería llevarla a su habitación, pero me convenció de que bebiera con ella o lo haría con alguien más. ¿Me crees si te digo que no tenía intenciones de acostarme con ella?
—Te creo, pero Alaric, tu cuerpo se vuelve débil si duras tanto tiempo sin sexo. La abstinencia solo te mete en problemas.
—¡Es que quiero una pareja!
—Pues deja de frecuentar bares donde las mujeres se te arrojen encima y tu cuerpo “débil” no las rechace.
—No fue así como pasó, ¿es que no me escuchaste? Estaba recién casada. Me acosté con la mujer de otro hombre. Empiezo a creer que Liliana tenía razón. ¿Y si en el fondo no quiero un compromiso? ¿Y si soy yo mismo quien me saboteo?
—Deja de decir tonterías. Si se acostó contigo, puede que ese matrimonio estuviera en el fracaso antes de que ella llegara a tu habitación. No te atrevas a torturarte con eso.
—Otra noche más de sexo sin sentido.—se lamentaba.
—Búscala. Puede que tengan cosas en común, ¿no crees? Desapareció sin más. Busca a Candy Weber, sabes el nombre, Asher también debe de conocerla. Estás a un paso. Si realmente no quieres que aquella noche quede en un revolcón, tienes la oportunidad de hacer las cosas bien.
Sintió miedo, dudas y no respondió a las palabras de su hermano.
Era una mujer casada, con un esposo muy furioso. Él se moría de vergüenza y seguro ella también.
—Si desapareció de ese modo, abandonando la habitación antes de que yo despertara, es una clara señal de que no busca nada más.
—Estoy por pensar que las mujeres te usan y ya.
Alaric resopló, ya él también pensaba lo mismo.
Cambió de tema sintiéndose usado por Candy Weber.
Ella estaba enojada con su esposo y él fue el hombre eligió para pasar la noche.
No le gustó sentir usado.
No pretendía buscarla.
Ella también sabía su nombre y cómo encontrarlo.
Su cenicienta solo dejó un sostén, pero él no iría tras ella.