CAPÍTULO 19

1289 Words
Cuando desperté, por la mañana, me di cuenta que el brazo de Simón estaba sobre mi cintura y su cuerpo estaba demasiado junto a mi. Parecía que yo era su oso de felpa. Me aparte de él lo más rápido que pude y revise mi celular. Aún faltaba casi media hora para que mi alarma sonara, pero decidí levantarme e ir a darme una ducha. Cuando termine de bañarme y arreglarme, salí del baño y entre a mi habitación. Simón aún se encontraba durmiendo, caminé hasta donde se encontraba y lo destapé para que el frío de la mañana lo hiciera abrir los ojos. —Despierta ya— dije. Simón dio un brinco y abrió los ojos rápidamente —Cielos, hace frío— se estiró en la cama y después se sentó en el borde y me miró —¿Que haces tan temprano?— bostezo y luego se puso de pie. —Tengo cosas que hacer— lo mire —Por ejemplo, asear la casa y después ir a ver a mi mamá. —Por Dios— tomó la cobija y se enrolló en ella —Esta helando y ¿así piensas hacer los quehaceres?— pregunto y yo asentí —Eres un dementé, estás de vacaciones y quieres hacer la rutina. —Bueno, me acostumbre a ella y me gusta hacerlo. —Entonces te ayudaré y después de hacer tus pendientes vamos al centro de juegos para divertirnos un poco, como en los viejos tiempos. —Está bien— accedí. Nos pusimos manos a la obra y en casi una hora ya habíamos terminado de hacer todos los pendientes de la casa. Mi mamá ya no se encontraba en casa, había dejado un mensaje de texto que decía que había salido temprano de casa porque la florería tenía un gran pedido y tenía que ordenar todo, también dijo que no me despertó porque me encontraba profundamente dormido. —Vamos a mi casa para que pueda cambiarme— dijo Simón cuando terminamos de escombrar. —Vamos— fui a tomar mis cosas y después ambos salimos, cerré la puerta y me acomode los audífonos en mis oídos para poder escuchar música. Simón arrebató un audífono y se lo colocó en su oído —Tus gustos musicales no cuadran con tu personalidad— dijo y yo volteé a verlo. —¿Deberían hacerlo? —Bueno— me miró —Eres totalmente un chico bueno, amable y carismático, aunque no lo creas. Y la música que escuchas no tiene nada que ver con la palabra bueno. —No me importa, es música finalmente ¿no lo crees? —Si, pero no es del tipo de música que creí que escuchabas. —Bueno, tampoco se que tipo de música escuchas. Cuando éramos pequeños escuchabas una y otra vez esa canción de la mujer rubia— reí —Aún recuerdo que decías que cuando crecieras te casarías con ella, pese a que ya era mayor y tenía un hijo de nuestra edad— seguí riendo. —Ahora no tengo un tipo de música preferido, simplemente escucho lo qué hay puesto a mi alrededor— sonrió —Pero creo que tú aborrecerías escuchar la música que escuchan los demás. —Lo siento, no todos los géneros me gustan. —Como sea— apresuró su paso —Sino nos apuramos, llegaremos tarde al centro de juegos. —Espérame— apresure mi paso y lo alcancé, después solo caminamos en silencio hasta llegar a su casa, a la cual me hizo pasar y, en verdad, esta no había cambiado en nada, la fotografía de sus padres aún estaba colocada sobre la pared junto a la cocina y ese horrendo gato de cerámica seguía en el estante junto a la ventana. Simón subió a su habitación y luego de un buen rato, volvió a bajar. Este hombre si que tardaba mucho tiempo en elegir su atuendo. —Vamos, Andy— caminó de vuelta a la salida y después nos encaminamos hasta la florería, en donde no había pista de mi mamá —Hola— saludó el empleado —¿Buscaban algo en particular?— preguntó sonriente y con buena actitud, si que mi mamá había elegido a un buen empleado. —Eh, no exactamente— caminé hasta el mostrador —¿Mi mamá se encuentra aquí?— pregunté y él me miró confundido. —¿Tu mamá? ¿Eres el hijo de la señora Sara? —Si, ella dijo que estaría aquí haciendo los pendientes. —¿Cuándo fue eso?— preguntó. —Hoy por la mañana. —Debe haber algún error— reviso la fecha en el calendario —La ultima vez que tú madre vino aquí fue hace tres días— me miró. —¿Qué? ¿Cómo es posible? —Si, ella vino a pagarme y después solo se fue— reviso su celular —El último mensaje que recibí de ella fue ayer por la noche— me lo mostró. Sara: Atiende bien el negocio. Iré el lunes por la tarde para ayudarte en lo que sea necesario. Aliméntate bien y saluda a tu madre por mi. —Esto está mal— alegue y rápidamente tomé mi celular para llamarla y saber su verdadero paradero. —El número que intenta llamar se encuentra apagado o fuera del área de servicio, deje un mensaje de voz. —Maldita sea, por favor contesta el celular— susurre intentando una y otra vez. La campanilla de la puerta volvió a sonar y, esta vez, un hombre de traje, entró a la tienda. —Hola— el muchacho salido alegre —¿Buscaba algo en especial? —Si— el hombre respondió —Quisiera saber la dirección de la casa de la señora Sara. —¿Mi mamá?— cuestione. —¿Qué asuntos trae con ella? El hombre me miró y me examino —¿Eres Andy?— pregunto. —Lo soy— dije firme y no deje que me intimidara. —Ven conmigo— se acercó y me tomó del brazo —No estás a salvo aquí. Eso no pude entenderlo, ¿Qué mierda pasaba? —No— me mantuve fijo en mi lugar —No lo conozco ¿Por qué debería ir con usted? —Mi error— me soltó y luego esculco entre las bolsas de su saco —Soy el agente Silva, un colega de tu madre— me mostró su identificación. —Es mentira, ¿Cómo puede ser esto verdad? —Tu madre me mando recogerte, por favor no te resistas, aun tengo que ir por el otro chico. —¿Quién? —¿Cuál era su nombre?— comenzó a pensarlo y después de un segundo me miró nuevamente —Simón Williams. —¿Esto es algo como un programa de cámara oculta?— pregunto Simón. —¿Por qué lo sería?— el hombre miró a Simón —¿Eres tú el otro muchachito? —Si, lo soy. —Genial— el hombre sonrió feliz —Menos trabajo para mi— miró al empleado de mi madre —Que tu— lo llamo —Ve a casa. —Pero… —Sin peros, si no quieres morir haz lo que te digo— esculco del otro lado de su saco y sacó de dentro un arma de fuego, con la cual apunto hacia nosotros —Ya que me complicaron el trabajo, tienen solo una opción, sino quieren morir vengan conmigo. Al ver el arma levante las manos y asentí a su petición, después, lentamente salí de la tienda y luego cuando menos me di cuenta, los tres, él empleado, Simón y yo, ya nos encontrábamos dentro del auto. Rumbo a un lugar desconocido en el cual seguramente nos matarían.
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