capitulo dos

2078 Words
Capitulo dos "Ahnelo" Narrado por la autora. Se observó en el espejo mientras pensaba, hoy Khristeen iba a su casa, supongo que tendría que estar relajado ¿Por qué se encontraba tan nervioso? - Señor, la señorita Medvédev acaba de llegar ¿usted bajará a recibirla? Las manos de Nathan comenzaron a sudar, en su opinión ella había llegado demasiado pronto ¿y por que razón él se encontraba nervioso? No era una persona que se podría poner nervioso fácilmente. Su negocio era la mafia y todo lo que corresponde a la palabra, desde que su padre murió y él heredó aquel negocio nunca había estado nervioso, nunca le habían sudado las manos, ni siquiera para matar a una persona, en ese caso simplemente halaba el gatillo sin ningún sentimiento siquiera de culpa. Pero ahora... se había puesto nervioso, sus manos se encontraban sudadas y el Nathan que lo miraba atreves del espejo era un Nathan completamente diferente, ese Nathan se encontraba nervioso por una simple chica. - Bajo enseguida. Aquellas fueron las únicas palabras que salieron de su boca cuando él en realidad no quería simplemente bajar, quería bajar, agarrar a la mocosa que se encontraba en, seguramente la sala, tomarla, llevarla a su habitación y hacerla suya toda la noche. Pero aquello no se podía, había algo que se lo impedía. Su lealtad hacía Fredek, aquel hombre había hecho tanto por él, confió en su potencial cuando nadie más confiaba. Fue el único que vio el poder que sentía Nathan al cargar un arma, él sabía que no solo estaba cargando un arma, también estaba cargando una vida, porque al utilizarla solo sería para arrebatarle la vida a alguien. Algo que obviamente la mayoría de los mafiosos adoran, tener el poder. Tener el poder para ellos los hace sentirse como un rey, un rey al que le gusta matar, les gusta ver la sangre corriendo de un cuerpo ajeno al suyo y les encanta ver como la vida se escapa de ese cuerpo. Por supuesto él era uno de esos. Nathan Zhadánov si tenía que matar lo hacía, de eso no había duda. Incluso era capaz de matar a alguien de su propia sangre... cerró los ojos rápidamente mientras agitaba la cabeza, tratando de así intentar borrar aquellos recuerdos que llegaron a él con fuerza. Salió de su habitación y caminando por el pasillo comenzó a pensar, ¿y si aquella mujer era su salvación? La salvación de la que su madre le hablaba cuando niño, ella siempre le decía que cuando llegará la mujer de su vida ella sería su salvación, la que lo haría perder la cabeza. Puede ser que Khristeen Medvédev sea su salvación pero con aquella mirada tan simple pero a la vez tan cautivadora puede ser que ella también llegue a ser su perdición. Al bajar Nathan no tardo en sorprenderse, aquella no era la mocosa que había visto hace una semana, la que tenía el cabello tan rojo como el jodido infierno, el cabello de esta nueva Khristeen era rubio y más corto, no podía negar que se le veía increible. - Buenas noches señor Zhadánov. - Khristeen dime solo Nathan por favor. - Esta bien... Nathan. Él solo sonrió, una sonrisa tan malditamente hechizante a la que ella claramente no fue ajena. Khristeen se dedico a mirar hacía aquellos ojos verdes, eran tan cautivadores que creía que podía hechizarla, él sintió como si ella pudiese ver dentro de él cosa que se creía imposible ¿Por qué sentía aquello? - Supongo que tu padre ya te dijo que te quedarías aquí unos días. Por supuesto que Fredek le había dicho ¿acaso eras idiota Nathan? Ella sabía que estaba ahí para quedarse unos días, él se ponía demasiado nervioso al tenerla cerca y aún no sabía el porque. - Si, me lo informó. Ella lucía tímida, algo poco común ya que Khristeen Medvédev era conocida por ser de aquellas muchachas que lo único que hacían era generar problemas y no es de esperar menos de la hija de un mafioso. Nathan le mostró la habitación donde se quedaría aquellos días en los que estaría hospedada en su hogar. - Espero te sientas cómoda estando aquí y todo sea de tu agrado. - Muchas gracias Nathan. - No hay porque, le debo mucho a tu padre, descansa. Salió de aquella habitación dejándola sola en ella, se dirigió a su despacho, habían muchas cosas que debía hacer pero principalmente debía de solucionar rápidamente aquel problema que le estaba causando perdidas. Los italianos eran conocidos por no dar el brazo a torcer en ningún momento pero Nathan Zhadánov doblaría ese brazo, nadie se mete con el rey. Los italianos le estaban robando la mercancía, le arrebataban el negocio, la noche del viernes había salido un barco en dirección a Estados Unidos, el barco estaba cargado de drogas y armas, los estadounidenses ya habían pagado por aquel contenido y todo marchaba bien. Hasta que tomaron el barco en su posesión y arrojaron la mercancía al océano. Ahora Nathan estaba en un problema con la mafia estadounidense y también tenía demasiadas dudas en su cabeza. ¿Por qué arrojar la mercancía al océano cuando podrían habérsela llevado? Aquella era la pregunta que martillaba su cabeza desde el día en el que eso sucedió. - No me importa como James, debes de conseguirme la información de todos los integrantes de la mafia italiana pero especialmente, del jefe. - Por supuesto señor, se ha pasado todo el día en el despacho ¿bajará a cenar? - Claro ¿Khristeen salió de su habitación? - La señorita Medvédev ha preparado la cena. Wow... bonita y cocinera, le gustaba. - Gracias James, puedes retirarte. Con un asentimiento de cabeza se despide de su jefe y se retira de su despacho dejándolo solo con sus pensamientos, ¿así que la primogénita de Fredek sabe cocinar? Le encantaría ver eso con sus propios ojos. Terminó todo lo que le faltaba por terminar y salió de su despacho cerrando la puerta con seguro, nadie puede entrar allí sin su permiso, es el lugar dónde guarda muchos de sus secretos. A paso lento pero seguro se dirigió a la cocina donde le inunda un olor delicioso, moría por probar lo que sea que allá cocinado. Allí la ve, con una sonrisa mientras bate algo en un bol de cristal, la interrumpe con un carraspeo, la verdad es que era una muy bonita escena pero él se encontraba con hambre, toda una tarde encerrado en su despacho trabajando y sin probar bocado. Era obvio que se moría de hambre. - Nathan... siéntate, estaba preparando el postre, la cena ya esta lista. Tomo asiento mientras ella sacaba la comida de la olla y la servía en un plato, era comida italiana, la pudo apreciar mejor cuando la tuvo en frente. - ¿Comida italiana? - Mi madre era italiana. - hablo ella sentándose frente a él con su propio plato de comida. Él asintió sin querer preguntar más, no quería traer el pasado al presente, él más que nadie sabía lo que dolía aquello. - Esta delicioso. Y la verdad que si lo estaba, nunca había llegado a terminarse todo un plato y aún sentía ganas de comer más pero se contuvo, cuando él llego ella estaba preparando el postre. - ¿Qué es el postre? - Helado y chocolate derretido por encima, sé que hoy debía de quedarme en mi habitación pero siéndote sincera no tenía sueño y decidí bajar a hacer helado casero. - ¿Tú haz hecho el helado? Su voz se notaba sorprendida y en realidad así se encontraba ¿desde cuando en los internados te enseñan a cocinar? Todo era muy extraño. - Si, ¿Por qué te sorprende? Acabamos de conocernos, hay muchas cosas que aún no sabes de mi Nathan. En definitiva esta mocosa era un misterio y no se molestaba en ocultarlo, Fredek le había mencionado que Khristeen tuvo una infancia y adolescencia dura. Le explicó el porque de su infancia ya que ella al no tener a su madre consigo, él tener que lidiar con un negocio que requiere de toda su atención Khristeen se paso toda su infancia teniendo niñeras y aquello el comprendía muy bien. Nathan sabía muy bien lo que era no tener el calor de los brazos de tu madre contigo, de no escuchar su voz cantándote mientras te acurruca para que duermas, él también sabía lo que se sentía tener que estar al cuidado de personas que no comprendían tu dolor y que solo te trataban bien por obligación no porque te quieran. Pero lo que a él más le dolía es el saber que la persona que le arrebató el privilegio de estar al lado de su madre en todo momento allá sido su propio padre, ¿en el momento en el que la mato no pensó en su hijo? ¿no pensó que necesitaría unos brazos maternos protegiéndolo de todo mal? No, no lo hizo porque según su padre él ya era grande y debía de asimilar las cosas como son. Pero él no era grande, era solo un maldito niño de ocho años al que su padre había matado a su madre ¿y todo porqué? Por puto placer, ella nunca le dio razones para nada, ella siempre fue la tipica esposa sumisa ¿pero a él eso le importó? Por supuesto que no, gracias a dios él ya se encontraba muerto. - Nathan ¿estas bien? Levantó la mirada al escuchar esa voz, Khristeen lo observaba con ojos preocupados. - Si, solo quedé pensando. - De acuerdo. Ella no quería meterse mucho en el tema, acababa de conocerlo y no tenía intención de que aquel momento se vuelva incomodo. La receta de lo que estaba cenando se le dio su padre, era un libro lleno de receta de comidas italianas que pertenecían a su madre, según su padre su madre todas las noches debía de cocinar algo italiano para ambos, no dejaba que nadie que no fuese ella entrase en la cocina. Khristeen aún no entendía como era que su madre siendo aún tan joven y con una hija tan pequeña se haya atrevido a quitarse la vida frente a ella. Quizá suene algo turbio pero todos tenemos sombras de un pasado que tratamos de enterrar porque solo es eso, un pasado, uno que la perseguirá hasta sus últimos días. - ¿quieres postre? Se atrevió a hablar ya que se había formado un silencio bastante incomodo entre ambos, sus platos se encontraban sin nada en su interior, lo único que tenía contenido era la copa de vino de Nathan. - Por favor. Khristeen con una sonrisa se levanto de la mesa, recogió los platos de esta y los dejó en el fregadero, fue a sacar el helado de la heladera y como el chocolate ya estaba derretido, que era lo que ella estaba batiendo cuando él llego a la cocina, solo preparo el postre en una taza correspondiente. Nathan en ningún momento dejó de observarla mientras ella caminaba por toda la cocina, era hermosa... pero también un misterio, con solo mirarla se notaba que ocultaba cosas ¿pero que era lo que ocultaba? Él tenía un pasado pero supone que el de ella no sería tan duro como el suyo. Dejo de pensar en el pasado en el momento en el que unas delicadas manos colocaron frente suyo una taza con un helado y chocolate derretido por encima perfectamente armado y la cuchara a un lado. - Espero sea de tu agrado. - Se ve delicioso Khristeen. Nunca nadie que no sea el personal le había preparado la cena y el postre, excepto claro, su madre. Siempre cenaba lo que las mucamas le dejaban en la heladera que era lo que le habían cocinado en el día, su madre siempre le hacía comida de distintos tipos y siendo sincero él extraña el sabor de sus comidas. El hecho de que Khristeen se haya tomado la molestia de prepararle la cena, servirle y todo aquello lo hizo sentir deseoso de ser alguien normal, que su trabajo no consista en asesinar personas y que no tenga que lidiar con un pasado tan turbio en sus hombros pero se dio por vencido, él nunca sería una persona normal, no era alguien de relaciones ni de familia. Su familia era su madre y su propio padre se la arrebató.
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