capitulo uno

802 Words
Había pasado una semana desde el encuentro con Khristeen. Aún no me la puedo sacar de la cabeza, su tan hermoso y delicado rostro, era simplemente una diosa. Llamo por teléfono a James, necesitaba ir a entrenar, esta semana he estado de viaje por Italia y no he podido hacer ejercicio. — Lo espero en el gimnasio señor. — De acuerdo y llama a Fredek, puede que también quiera entrenar con nosotros. — Si señor. Lleva más de cinco años trabajando para mi y trabajó anteriormente para mi padre, nunca me llamo por mi nombre, siempre fui Señor para él. Al cabo de una hora me encontraba en el gimnacio esperando a Fredek que había aceptado la invitación a venir. — ¡Nathan! Una semana sin verte. Recibo con gusto el abrazo que Fredek está dándome. — Los italianos suelen ser muy persuasivos cuando se lo proponen. — ¿Hiciste negocios con ellos? — Claro y me enteré que los Irlandeses también quieren negocios conmigo pero para que eso suceda tendría que casarme con la hija del jefe de ellos, rechaze rápidamente aquellos negocios ya que sabes que él compromiso no va conmigo. — Eso lo sé perfectamente Nathan, vamos a entrenar, necesitó ejercitar estos músculos. Nos adentramos en él gimnacio sin hablar demasiado, mientras entrenábamos comenzamos a charlar sobre negocios, saben a que me refiero. — ¿Como esta tu hija? Necesito saber de la mocosa, aquellos ojos marrones tan hermosos me persiguen hasta en sueños. — Esta bien aunque un tanto aburrida, al parecer estar encerrada en mi casa no le gusta pero no puedo dejarla salir a cualquier lugar Nathan, sabes como es esto, cualquiera ya puede estar enterado de que tengo a mi hija viviendo en mi casa. Él único problema es que mañana debo viajar a Las Vegas, hay negocios ahí y no quiero dejar a Khristeen sola. Las Vegas es un negocio bastante importante para Fredek y de eso puedo estar completamente seguro. — Puede quedarse en mi casa. No se de donde ha salido aquello pero tengo ganas de ver a la mocosa, ansio verla desde que me fui de su casa hace ya una semana. — ¿harías eso? — Por supuesto Fredek, eres mi amigo y estuviste conmigo en mis peores momentos, es hora de devolverte aunque sea uno de tantos favores que me haz hecho. Al terminar de entrenar Fredek se va a su casa y yo a la mía, en él camino no dejo de pensar en ella, en aquellos ojos marrones, en ese cabello tan rojo como él infierno, maldita sea es perfecta. — ¿Señor? — ¿Si James? — Tiene junta con Lovelance esta noche y hay una deuda que no ha sido pagada. — ¿Quien? Y allí se ha ido todo mi buen humor. — Rodriguez. — Oh, él mochilero. — Pero hay algo más grave. — ¿Que? — Rodriguez no se encuentra en él país. Maldita sea, esto me pasa por prestarles dinero a adolescentes mochileros pero ¿se cree que solo por que no este en él país le perdonare la vida? A mi nadie me engaña, soy Nathan Zhadánov él maldito rey de la mafia rusa. — Busca su ubicación y manda a dos de mis hombres de confianza a por él, quiero su cabeza y dile al ama de llaves que organicé la habitación que se encuentra al lado de la mía, la hija de Fredek se quedara en mi casa por un tiempo. — Si señor. Él ama de llaves siempre esta cuando yo no estoy, odio convivir con personas, saber que estén deambulando por ahí me incomoda demasiado, aún no entiendo el por que le ofrecí a Fredek que Khristeen puede quedarse aquí conmigo. — Khristeen. Mi lengua acaricia cada letra de su nombre con anhelo, anhelo de volver a verla pronto, todo ella es un misterio para mi. ¿por que razón se encontraba en un internado en Inglaterra? Es una de las preguntas sobre ella que rondan por mi cabeza desde que la conocí. Pronto tendré a Khristeen viviendo bajo el mismo techo que el mío y eso es algo muy bueno ya que desde que la conocí que no puedo sacarla de mi cabeza, aquella mocosa se metió tan dentro de ella que ya hasta no puedo si quiera estar con otras mujeres. ¿a quien engaño? Claro que puedo estar con otras mujeres, esta semana me he acostado con dos. (...) Maldita sea, los jodidos italianos me han vuelto a ver la cara de estupido, pero si ellos creen que me quedaré de brazos cruzados están muy equivocados. A paso apresurado me dirijo hacía el despacho, jodidos italianos imbeciles, pero ya veran, ya conoceran el verdadero nombre de Nathan Zhádanov, conmigo nadie si quiera bromea.
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