Capitulo 14

2159 Words
Francesca Abrir los ojos fue demasiado trabajo, sentia como si alguien me hubiera golpeado hasta el cansancio, me dolía la cabeza y el cuerpo demasiado. Poco a poco fui acostumbrándome a la tenue luz de la habitación, afuera era de día ¿Cuánto había dormido? ¿Había dormido algo en absoluto? Me giré en la cama y me quedé estática en mi lugar, no sabía si estaba delirando, viendo alucinaciones o no sé qué, pero nunca esperé ver a Marko, recostado en un sofá demasiado pequeño para su humanidad dormido al lado de mi cama. Tengo vagos recuerdos de él dándome agua, pero pensé que podía ser producto de mi malestar. Intento levantarme, pero mi esposo abre los ojos sobresaltado, mirándome fijamente. —Francesca— dice sentándose de manera erguida—. ¿Cómo te sientes? Se levanta y se acerca hasta mí, coloca su mano en mi frente y luego toma un frasco, saca una pastilla y me la entrega junto con un vaso de agua. —¿Qué es esto? —Una pastilla para la fiebre, aún tienes temperatura. Asiento y tomo la pastilla, el vuelve a sentarse sin dejar de mirarme, es algo incómodo, no estoy acostumbrada a estar bajo su atención. —¿Dormí mucho? — ¿Enserio eso voy a preguntar? Definitivamente algo está mal conmigo. —Todo el día, tu fiebre fue muy elevada todo el tiempo, pero el medico dijo que es solo una gripe fuerte. —¿Me vio un médico? —Sí, nuestro médico personal— dice —. Y tenemos que hablar respecto a eso. —¿Qué pasó? ¿Qué dijo? —Que tienes una anemia severa y que tú peso es bajo para tu edad— su mirada es inquisitiva y no sé si quiero que siga por ese camino, me hundo en la cama en un intento inútil por querer desaparecer —. ¿Hace cuánto? —Hace cuánto qué? —No quiero sonar duro Francesca, te juro que no es mi intención si es lo que parece— dice—. Pero a este punto no voy a admitir evasivas en un tema tan serio ¿Hace cuánto tienes problemas alimenticios? —Yo no tengo eso— digo a la defensiva—. No sé qué te dijo el médico, pero no es así. —El día de nuestra boda apenas y probaste bocado en toda la noche, no le di importancia porque entendía lo que ese día significaba para ti, pero al otro día te negaste a desayunar y si no te hubiera obligado no lo habrías hecho. —Marko… —Los días siguientes apenas te vi en el desayuno o la cena, siempre estabas durmiendo ya y cuando preguntaba a las empleadas si habías comido durante el día solo me decían fruta y alguna otra cosa — me mira, Marko es difícil de leer porque no hay ninguna emoción en su mirada—. Y eso no es normal asique Francesca ¿Desde cuándo? Me sorprende ver y entender lo mucho que me prestó atención, no creí que se diera cuenta de eso, o que se preocupara por mi alimentación o por mí en absoluto. Sé que mi madre me jodió la cabeza con el tema de la comida, nunca era suficiente para mí, siempre tenía algún defecto que mejorar si quería ser igual de perfecta que Vittoria. Nunca me molestó mi cuerpo, pero cuando creces de esa manera es difícil no terminar cayendo en esos patrones y creyendo que nunca iba a poder alcanzar la perfección que me pedían por mucho que lo intentará. Pero no, no puedo hablar sobre eso, no puedo liberar mis debilidades y algo que me avergonzó por años, no quiero y estoy en mi derecho de preservar mi intimidad, él no me puede obligar a que le cuente algo, menos algo como eso que el infiere, que no es verdad, si crecí a base de dietas, y mi madre influyo mucho en eso, pero no tengo ningún problema alimenticio como dice. —Vete— digo, tratando de sonar dura y levantándome cómo puedo, a penas y puedo caminar cuando me acerco a él, me mira estoico en su lugar, no importa cuanto lo intente, sé que no lo voy a poder mover. —Francesca. —No.. vete— intento empujarlo a la puerta, pero es inútil, en un deseo casi eufórico sintiéndome vulnerada empiezo a golpear su pecho—. Vete, Marko no tengo nada de eso, y no voy a hablar de nada. —No me iré, Francesca— dice de forma suave pero segura, lo intento una y otra vez, pero es inútil, no se mueve, no se va, no deja de mirarme de esa forma y estoy cansada de que todos lo hagan—. Es tu salud, tenemos que hablar de ello. Los ojos me pican y el llanto sale sin poder impedirlo, me siento tan cansada. —Por favor…— sollozo de forma baja, intentando no terminar de desmoronarme, y fallando, me quiebro como hace mucho no lo hago, Marko sujeta con delicadeza mis muñecas deteniendo mis débiles golpes, su mirada me atraviesa y me paraliza. Todo dentro de mí se sacude, me acerca a él, y sin esperarlo me abraza, consolándome, confortándome. —Está bien Francesca— su voz es suave mientras me acaricia la espalda—. Cálmate, no te hará bien ponerte así. —Marko…— él no me suelta, intento decir algo, pero las palabras mueren en mi boca. —Ya paso, si no estás lista no hablaremos— expresa, separándose de mi—. Esperare, no voy a obligarte a que lo hagas ahora, pero es una charla que vamos a tener cuando sientas que puedes hacerlo ¿De acuerdo? —De acuerdo— digo, realmente me siento agotada y no tengo energías para contraríalo, además sé que tiene razón, intento girarme para ir al baño a tomar una ducha cuando un mareo casi me hace caer, Marko me sujeta, sosteniéndome del brazo. —Qué crees que haces? —Necesito una ducha— me mira y sin decir nada me guía hasta el baño, yo lo miro atónita ¿Qué hace? —. Marko… —Tranquila mía cara, solo voy a llenar la bañera con agua para que tomes un baño caliente y te relajes, te va a hacer bien— me corre un mechón de pelo y lo pone detrás de mi oreja sin dejar de mirarme—. En quince minutos vuelvo con algo para que desayunes ¿De acuerdo? —Si…— susurre sin poder dejar de mirarlo, había algo en el que me inquietaba, pero ya no como con esa mala sensación, era distinto, y no sabía cómo explicarlo o ponerlo en palabras para mí. No dijo más nada, se giró y salió del baño y de la habitación dándome la privacidad que necesitaba en este momento. Cuando el agua termino de llenar la bañera le coloque sales y espuma, me quite el pijama y me sumergí, gemí del placer y el alivio que sentí en mi cuerpo. Cerré los ojos y dejé que el agua tibia me relajara el cuerpo. Exactamente quince minutos después entro con una bandeja con el desayuno, se quedó conmigo hasta que tuvo que atender una llamada importante. Me quedé en la cama aun no me sentía bien, me acosté y me dormí profundamente, cuando me desperté ya era de noche, prendí la luz de la mesita y me sobresalte cuando vi a Marko ingresar a mi habitación. Entro con una bandeja de comida, había dos platos en ella y dos vasos con jugo de naranja, puso la bandeja en la cama cuando me senté sobre el respaldo y se sentó frente a mí. Me paso un plato con arroz, diversos vegetales y carne, el tomo el suyo y empezamos a comer. Lo hicimos en silencio, cada tanto me robaba alguna que otra mirada, pero la verdad es que por primera vez no fue incomodo estar con él, de hecho, se sintió natural. Era la primera vez que me sentía en calma desde que estaba aquí. —No lo sé con exactitud — digo, sin poder mirarlo a los ojos, no pensé en decir nada, pero las palabras salieron solas y ahora no creo poder parar, debería querer nunca hablar de esto porque a pesar de que es mi esposo, no nos conocemos en profundidad, él está en silencio, escuchándome—. Mi madre siempre me dijo que yo debía aspirar a ser como mi hermana, Vittoria es perfecta, hermosa, rubia y la clase de mujer que todo hombre se muere por tener, asique primero empezó con mi pelo, las ondas marcadas en el cabello no eran estéticas o prolijas, luego fue mi ropa y cuando eso no fue suficiente empezó a controlar lo que comía porque tenía una apariencia y figura que mantener, no podía ser menos que mi hermana, no quedaba bien ante la imagen que querían dar, antes de la boda se intensificó porque nada debía salir mal y yo me termine acostumbrando a eso. —¿Qué? — sus ojos irradian demasiado malestar y es la primera vez que muestra una emoción — ¿Tu familia quería que fueras una copia de tu hermana? Una copia de mi hermana, casi me quise reír… no era una copia, nunca podría ser como ella, solo la sombra para mí familia y la sustituta de ella para el. Ya había aceptado que nunca sería a mí, a Francesca a la que vieran. —Nunca podría ser una copia de ella Marko, ¿Acaso me has visto? — su mirada me descolo, había demasiadas cosas ahí que no podía entender—. No lo hago de forma consciente, no es que me quiero morir de hambre a propósito, es solo que es lo único que conozco y no sé cómo cambiarlo, sé que nadie me controla ya, pero esa vocecita en mi cabeza diciéndome que hago todo mal o que voy a engordar no es fácil de apagar. —Francesca... —Nunca le conté esto a nadie, ni siquiera a Bianca, mi mejor amiga— lo corto, apretándome los dedos nerviosa—. Es la primera vez que digo en voz alta todo lo que está en mi cabeza. —Gracias por confiar en mi— dice, su voz es serena y tranquila, sus ojos no. —Bueno no me diste mucha opción ¿No? Casi que me obligaste— sonrió, su boca se curva en una especie de sonrisa casi imperceptible. —Cierto, pero aun así lo hiciste— comenta—. Podrías haberte negado a contarme cualquier cosa y no lo hiciste y lo agradezco. —Escucha Marko… —No, escucha tu Francesca, mañana empezaras a tomar hierro antes del desayuno como indico el médico y además iremos a la nutricionista— informa—. Ya me ocupé de que te atendiera a primera hora si es que no tienes fiebre por la noche, esto se acaba aquí, no vas a desaparecer en mi presencia, está es tu casa ahora y las reglas sobre tu persona las pones tú. ­­­—Gracias por escucharme— reprimo las lágrimas—. Sé que no estoy bien y que debo cambiar muchas cosas, pero voy a intentarlo. —Lo harás y lo harás bien ángel. No sabía que pasaría de aquí en adelante, pero quería mejorar, ya no quería ser esa Francesca que todavía de alguna manera seguía atascada en la casa de mis padres. Estaba segura de que Marko no iba a poder amarme como lo hizo con mi hermana, pero quizás teníamos una oportunidad de poder convivir de manera cómoda alrededor del otro, de llevarnos bien e incluso de poder acompañarnos en esto que nos había tocado afrontar. Cuando terminamos de comer, recogió los platos y los puso en la bandeja, me tomo la temperatura y por suerte había bajado, aun así, me dio una pastilla por las dudas. —¿Vas a estar bien? —pregunto— Si te sientes mal puedes llamarme, sabes que mejor me quedo en el sillón y te controlo. Tome su mano antes de que se aleje con la bandeja. —Marko voy a estar bien— digo—. Tienes que descansar tú también, ya has hecho mucho por mí. —No he hecho nada mía cara, solo lo que corresponde— dijo—. Llámame si necesitas algo o puedes venir a mi habitación ¿De acuerdo? —De acuerdo. —Descansa, ángel— me dio un beso en la frente, embriagándome con su perfume. —Tú también— dije casi susurrando, aturdida por ese gesto y embriagada por su aroma. Se fue dejando la puerta entreabierta, apagué la luz y me acosté, aun sintiéndolo. Sabía que, aunque no lo admitiera, Marko me estaba empezando a afectar de una manera que no entendía pero que no podía controlar.
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