Marko
Era algo tarde cuando volví a casa, estos días habían sido una verdadera locura, y lo que pensamos que había sido un ataque aleatorio por parte de los rumanos se convirtió en algo más, habían atacado tres cargamentos en lo que iba de la semana. Nada grande, bandas de poca monta, pero estaba seguro que no era algo azaroso, estaban tramando algo mucho más grande, lo podía sentir.
Estaba agotado, lo único que deseaba era darme un buen baño, comer algo y acostarme a dormir.
Una vez dentro empiezo a caminar por el pasillo, estaba a punto de subir las escaleras cuando escuche sonidos en la cocina. ¿No era demasiado tarde para que las sirvientas estuvieran despiertas? Una mirada a mi reloj lo confirmaba, eran las dos de la mañana.
Me doy la vuelta y vuelvo sobre mis pasos, solo para detenerme en seco cuando llego a la puerta de la cocina, había una mujer de pie junto a la nevera abierta, buscando algo dentro. Su rostro estaba escondido detrás de la puerta, pero, estaba seguro de que no era una chica del servicio, nunca la había visto aquí antes.
Llevaba unos leggins negros y un suéter gris de gran tamaño con las mangas arremangadas, sus pies estaban descalzos y su pelo caían en ondas, no, mejor dicho, en grandes rulos, como una melena salvaje.
― ¿Quién eres y qué haces aquí? ― digo, con una mano en mi espalda justo sobre mi arma.
Salta con un grito, y se vuelve hacia mí, mis ojos brillando en estado de shock.
Francesca.
No podía dejar de mirarla, estaba seguro de que, si la hubiera visto caminando por la calle así, de esta forma, probablemente no la habría reconocido.
Francesca es hermosa maquillada y vestida como lo hacía aun, cuando era consciente de que ese, no era su estilo para nada, pero así, de esta manera, parecía un puto ángel bajado del cielo, y me resultaba imposible quitarle los ojos de encima.
Definitivamente, ese cabello combinado con esos exóticos ojos, eran una combinación letal.
Ella jadeo y abrió bien los ojos, recorriéndome con la mirada, es en ese momento, que me doy cuenta que mi camisa estaba manchada de sangre, esa que durante todos estos días me dedique a derramar en un intento inútil por calmar mi cabeza y la ansiedad de mi cuerpo.
―Yo...yo... yo solo, estaba buscando algo de comer― dice, visiblemente nerviosa―. Discúlpame, ya me iba.
― ¿No ibas a comer?
―No tenía tanta hambre― pasa por mi lado, casi temblando―. Buenas noches.
―Siéntate― mi voz suena como una orden, Francesca se detiene en seco antes de dar otro paso, se gira y se sienta en una de las banquetas.
Me quito la chaqueta y la camisa manchada, tirándolas a la basura, me lavo las manos y limpio mi pecho. Francesca estaba en completo silencio observando cada uno de mis movimientos, me giro y abro la heladera, tomo un poco de jugo y una bandeja con fiambres, coloco eso sobre la isla de la cocina y voy a la alacena donde saco el pan.
Francesca seguía mirándome, pero no emitía una sola palabra.
No podía hacerme el idiota y negar que me había hipnotizado.
Porque, lo había hecho, incluso cuando usaba ropa lujosa, pero ahora, al verla con su cabello cayendo libremente y enmarcando su rostro angelical, sentía como si me hubieran dado un puñetazo y fuera incapaz de tomar aire.
Era perfecta.
Sacudo la cabeza, estaba claro que vivir bajo el mismo techo con ella me estaba afectando de alguna manera, pero debía recordar que nada podía pasar entre nosotros, termino de prepararle un sándwich y le sirvo un vaso de zumo de naranja. Francesca me mira expectante cuando le paso el plato y el vaso.
―Come― me mira fijo, pero toma el sándwich con sus manos y le da un bocado―. ¿Te gusta?
―Mmm... si, está muy rico― me sonríe y que me condenen si eso no me hace algo dentro, y no sé porque, pero me gustaría saber qué otra cosa hacer, para que sonría de esa forma.
No solo porque sonreía de forma preciosa, sino porque sus ojos, se volvían aún más claros si eso era posible y jamás había visto algo así.
Me sirvo un vaso de jugo para mí y me lo tomo de un trago, no sabía porque hacía tanto calor de repente, y, no me pasaba desapercibida la forma en como me estaba mirando, como detallaba cada parte de mi piel desnuda, era adorable ver como intentaba ser disimulada sin conseguirlo.
Niega con la cabeza tratando de salir de esos pensamientos y me aclaro la garganta.
― ¿Te estas adaptando bien? ¿Te gusta tu estudio?
―Sí, gracias Marko, el estudio es hermoso― dice―. Tiene una luz soñada, gracias por dejarme pintar.
―No tienes nada que agradecerme Francesca, esto no es una cárcel puedes hacer lo que quieras― me mira con sus ojos bien abiertos, quizás, había pensado que iba a prohibirle cosas o tenerla contralada, y si bien hacia esto último, más que nada era por su seguridad―. ¿Hace cuánto tiempo pintas?
―Desde pequeña, logre convencer a papá de que me dejara pintar, si cumplía con mis obligaciones.
― ¿Has expuesto en alguna galería alguna vez? ― no sabía porque estaba haciendo todas estas preguntas, pero algo me impulsaba a hacerlas.
―No, claro que no, no creo que tenga el talento para algo tan importante, mi madre siempre recalco que solo debía verlo como un hobbie― no me pasó desapercibida la tristeza en su mirada, y me molestaba que sea así, ella no debería sentir tristeza en lo absoluto, era demasiado pura para eso. Además, esta esta idea de que su familia no la había tratado exactamente bien, cada vez era más certera, y ahora que lo pensaba bien, Vittoria nunca la mencionaba.
― ¿Alguien alguna vez vio tu trabajo? ― niega con la cabeza―. ¿Y cómo sabes entonces que no tienes talento?
―No lo sé, pero, me lo han dicho siempre― ninguno dice nada después de eso, Francesca termina su sándwich y después de lavar su plato y vaso se va de la cocina, no sé cuánto tiempo me quedo ahí, pensando en las cosas que me ha contado, nunca de todas las veces que he ido a esa casa preste real atención a otra cosa que no sea Vittoria, por lo que, no me sorprende no notar lo mal que han tratado a esa chica.
Suspiro cansado y derrotado, realmente necesito dormir.
Apago la luz de la cocina y salgo directo a mi dormitorio, nuevamente miro al cuarto al final del pasillo, pero resisto el impulso de ir hacia allí, entro a mi habitación y voy directo al baño donde me quito el pantalón y me meto bajo la ducha.
Cuando termino, me seco, me pongo un bóxer y me meto en la cama, todo esto que mi cabeza piensa y mi cuerpo está sintiendo es producto del cansancio, estoy más que seguro de eso.
Llevo menos de un mes conociéndola, es imposible que siquiera piense en que me pase algo con ella, muy a pesar de lo hermosa que pienso que es.
Me despierte a las cinco, al final no termine durmiendo mucho, asique, me vestí y baje directo al gimnasio que tenía montado en el ala derecha de la mansión, necesitaba descargar de alguna manera y esta me parecía la forma perfecta de hacerlo.
Me puse los guantes de boxeo y empecé con eso, golpe tras golpe hasta que los músculos me quemaron, luego pasé a hacer abdominales y plancha. Una hora y media después, sentía que ya había sido suficiente por hoy.
Iba de salida, quitándome el sudor con una toalla cuando vi pasar a Francesca hacia el área de la piscina climatizada. ¿Qué hacía despierta tan temprano? Sacudo la cabeza negando, no debería importarme, voy a ir directo a mi habitación, darme una ducha, cambiarme, desayunar e irme a trabajar, ese era el plan, y por dios que iba a atenerme a él, era la única manera de que todo estuviera bien.
Pero, la cuestión era que, al parecer no lo estaba.
Suspiro, no sabía si enojado o derrotado conmigo mismo, porque cuando me quiero dar cuenta, estaba yendo tras sus pasos. ¿Qué se supone que estaba haciendo? ¿Acaso iba a meterme a nadar con ella?
Ya quisiera.
No entro, me quedo en la puerta, de tal forma que no puede verme, pero yo puedo observarla a ella. Francesca estaba nadando, haciendo largos, yendo de un lado al otro, llegaba hasta una punta y salía hacia la otra, repitiendo la acción, una y otra vez.
Media hora después, observe que estaba a punto de salir y, como si mi jodido cuerpo tuviera vida propia, me encontraba tomando una toalla de una tumbona y esperándola en la orilla. ¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Qué me pasaba?
Sus ojos se abren en shock, sorprendida de verme ahí.
―Yo…ummm… quería nadar, pero... ― balbucea con miedo, lo puedo notar y no quería que me tuviera miedo.
―Tranquila Francesca, puedes hacer lo que te apetezca, es tu casa ahora― me miraba sorprendida, el miedo en su mirada no había desaparecido del todo, pero, ahora, estaba sonrojada y se veía jodidamente adorable.
Había algo magnético respecto de Francesca, porque por más que intentaba alejarla o mantenerme yo alejado, estaba esta fuerza que sentía a su alrededor, que seguía empujándome más cerca de ella, no sabía que era, y tampoco sabía, siquiera, si quería descubrir de que se trataba.
Mi mano picaba por tocarla, no tenía nada ni remotamente sexy puesto, solo un bañador de una pieza de color n***o, pero, su piel mojada, sus ondas formándose y esos ojos amarillos brillantes, la hacían ver como la mujer más hermosa y sensual del jodido planeta.
Me acerque un poco más, dejando que mis sentidos se inundaran con su aroma, era algo embriagante, y no podía dejar de mirarla. Contrario a lo que podría haber pensado, ella me sostuvo la mirada, mi mano, salió disparada en una sutil caricia delineando el contorno de esos labios suaves y rellenos, tan, pero tan tentadores.
Un solo movimiento y podría probarlos, un solo toque algo simple.
―Quiero que bajes a desayunar, mía cara― Francesca me miraba aturdida, yo mismo me sentía aturdido, quite la mano enseguida consciente de lo que acababa de hacer ¿Qué estaba mal conmigo?
―S-si...
Deje la toalla que seguía sosteniendo y me di media vuelta para irme, necesitaba salir de aquí, necesitaba salir de su presencia, no podía dejar que ella, se metiera en mi cabeza, porque si lo hacía, si no salía de ahí, bien sabía yo que nada bueno traería eso.
Antes de llegar a la puerta y salir me gire, Francesca seguía ahí, estática.
―Tenemos una fiesta a la que asistir esta noche, quiero que estés lista a las ocho.
No espere su respuesta, me fui, un segundo más y no estaba seguro de lo que haría, necesitaba salir de casa, despejar la cabeza y poner las cosas en perspectiva.
¿Por qué demonios Francesca me estaba afectando de esta manera?