Franco Salvatore
Maldita sea.
—¿La has encontrado? — mi jefe de seguridad niega con la cabeza y la jaqueca que siento hace días se intensifica.
—No jefe, no hemos encontrado nada, ni en las cámaras, ni en las entradas y salidas de la ciudad, es como si se la hubiera tragado la tierra, revisamos aeropuertos, estaciones de tren, autobuses, no hay nada.
Joder.
—Búsquenla y cuando la encuentren llévenla a la casa de seguridad— ordeno—. Si los jefes de las demás familias llegan a ella antes que nosotros la mataran por traición.
—Si jefe.
Me siento y me termino el licor de un solo trago, ya ni siquiera me importa que sean las ocho de la mañana. Todo es un desastre que a duras penas estoy tratando de arreglar, pero es difícil cuando los daños son más grandes que mis capacidades.
Vittoria, mi niña ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué lo arruinaste todo?
Por años trate de formalizar una tregua con los rusos aun cuando los odiaba por ser los responsables de la muerte de mi padre y nuestra ruina. Nada servía, siempre fueron más poderosos, pero cuando Marko quedo deslumbrado con mi hija, supe que debía sacar el mayor provecho posible, y me asegure de que Vittoria lo enamorara de tal forma que le cumpliría cualquier cosa que ella quisiera.
Ese casamiento no solo nos daría la paz sino más poder y más dinero, no por nada dicen que hay que mantener a los amigos cerca, pero a tus enemigos más cerca aún.
Ahora todo se había jodido, y si no actuaba de inmediato íbamos a perder todo por lo que habíamos trabajado los últimos tres años. Días después de que ella huyo, viaje a New York para tratar de aplacar los daños, le ofrecí a Francesca a cambio, me sorprendió que aceptara tan rápido, pero, aunque perdí el veinte por ciento del dinero y el control total en las nuevas rutas, me asegure de que nada le pasara a Vittoria si aparecía.
Ella siempre iba a ser mi prioridad.
—Franco— mi esposa entra en mi despacho con la elegancia y la pulcritud que la caracteriza, sin embargo, puedo notar las ojeras debajo de sus ojos, al igual que yo, Giulia tampoco puede entender porque nuestra hija desapareció de la noche a la mañana, que fue lo que paso para que tomara una decisión tan drástica sabiendo las consecuencias de tal acto.
—¿Qué sucedió en New York? Anoche no pudimos hablar— llegué pasada la madrugada y no tuve voluntad de despertarla, no cuando no había dormido nada en los últimos días.
—Está hecho, pero perdí el veinte por ciento de los ingresos y el control de las rutas— me mira seria—. Me asegure de que nada le pase a nuestra hija.
—¿Y lo otro? ¿Lo acepto?
—Si— digo, mi esposa me mira sorprendida—. En un mes Francesca va a ser su problema— suspira aliviada y pasa sus manos por su rostro.
Francesca, la niña de ojos color oro.
Demasiado pura, demasiado inocente. No la odio, solo no la pude querer porque verla era el recuerdo constante de la traición, fue suficiente que le diera mi apellido cuando no era mi hija biológica.
Hace veintiún años Giulia y yo sufrimos una severa crisis en nuestro matrimonio y me engaño con su guardaespaldas, la perdone porque la amaba más que a mi propia vida y a pesar del dolor y la humillación no podía hacer nada para lastimarla, el no corrió con la misma suerte.
Su vida tampoco.
Francesca fue la consecuencia de aquello, unos meses después nos enteramos que estaba embarazada pero demasiado avanzado para terminarlo, pensamos en darla en adopción, pero entonces Vittoria se había encariñado con la idea de tener una hermanita y no pudimos romperle la ilusión.
Debimos haberlo hecho.
Lo intenté, los primeros años me esforcé por crear un vínculo, un lazo paternal, un sentimiento, pero a medida que Francesca iba creciendo el parecido con su verdadero padre y ese color de ojos inconfundibles eran un recuerdo permanente de cómo me habían traicionado, no podía soportar verla.
No podía quererla.
Giulia nunca pudo conectar con su hija, la despreciaba por el solo hecho de ser hija de un engaño, ella le recordaba demasiado a él y lo que había hecho. Nunca dijo nada y agradeció en silencio cuando le di mi apellido y eliminé cualquier rastro de ese hombre, ese secreto era solo nuestro y moriría con nosotros.
Eso, nunca había pasado.
Pero la cuestión es que ella era una prueba viviente de ello y esa fue su condena.
—Está hecho entonces— suspiro—. Si ese es el costo para que nuestra hija siga con vida, entonces vale la pena. ¿Pudiste encontrarla?
—Aun no— negué—. Pero lo hare, no te preocupes.
Sus ojos se pusieron brillosos, con las lágrimas que reprimía, se veía realmente exhausta.
—Franco ¿qué va a pasar con ella cuando aparezca? — su voz, visiblemente afectada por el miedo, al igual que la mía.
—Una vez que la encuentre la protegeré en la casa de seguridad que tenemos en las afueras, nadie sabe de ese sitio, asique no podrán ubicarla— continuo—. No podrá volver hasta que me asegure que las demás familias van a perdonarle la vida Giulia.
—Pero Franco, tu eres el jefe, el Don, tu palabra es la ley.
—Lo es, pero el consejo es tradicionalista y la deshonra de Vittoria es considerada una traición, y sabes cuales son las reglas— digo—. Sobre todo, cuando era una alianza que nos devolvería la paz y la gloria que nos fue quitada todos estos años.
—Promételo— pide—. Prométeme que nada le pasara a nuestra hija.
—Lo prometo, mi amor— se acerca y me da un beso antes de dirigirse a la puerta— Giulia.
Se detiene antes de salir, se da vuelta y limpia sus lágrimas.
—¿Qué sucede?
—En unos días Marko vendrá a cenar para oficializar el compromiso con Francesca, todo sigue en pie como hasta ahora, nada se ha modificado— asiente—. Asegúrate de que esta noche baje a cenar, le informaremos lo que se ha decidido. Esa boda se llevará a cabo en un mes y tiene que estar preparada, es nuestra última oportunidad, si fallamos, estamos todos muertos.
—Estoy segura de que no estará contenta con la noticia, es probable que arme un escándalo inclusive— dice.
—Como dije, pronto ya no será nuestro problema.
Se va de mi oficina después de eso, hay demasiada mierda que solucionar y el que Vittoria no aparezca solo lo empeora todo.
Pero ahora me tenía que enfocar en que ese matrimonio se llevara a cabo, si podíamos lograr que esa unión se concretara, de a poco íbamos a poder ir recuperando la gloria que los Petrovich no habían quitado hace años atrás.