¿Te acuerdas de los recesos en la escuela? ¿Recuerdas todas las estupideces que hacías? Yo recuerdo bastantes. Es difícil olvidar que tú y los chicos llegaran siempre con una idea nueva para hacer.
Pero la tarde particular en la que pienso tú decidiste no salir del salón, no sé por qué. No sabía si no tenías ganas de ir con el resto, si estabas cansada o qué. Te quedaste conmigo y otro par de compañeros. Ahí nos conocimos, fue antes de que me presentaras y metieras en tu grupo. Esa tarde fue la primera vez que hablamos. ¿Y qué fue lo que hicimos? Lo de siempre: pasamos el rato tocando la guitarra e improvisando melodías novatas de pésima calidad.
Es divertido ¿No? Cómo algo después de tantos años sigue siendo parte de uno. Yo sigo obsesionado con la música y se nota que tú también. Aprecio demasiado poder hacer de eso mi vida. También la apreció porque fue lo que nos unió e hizo amigos en primer lugar.
Sí, la música nos unió sin que siquiera lo quisiéramos. Yo estaba tocando la guitarra con un par de nuestros compañeros. Al parecer así es como yo hice a todos mis amigos, siempre con algo entre las manos para distraerme, no como tú que simplemente te dedicaste a escucharnos y comentar algo sobre la canción que interpretábamos.
Recuerdo que reímos, recuerdo que te veías muy feliz, mucho más de lo que recuerdo. ¿Acaso sigues riendo de la misma forma? ¿Con la misma energía? ¿Acaso tus bromas siguen siendo igual que las de esos tiempos o cambiaste? No lo sé, no importa. Tal vez nunca fuiste así y simplemente idealicé este recuerdo en mi cabeza lo que me hace recordarlo mucho más perfecto de lo que en realidad fue.
No importa, el punto es que hice una amiga nueva: tú y como ya dije, tú venías con todo el paquete: ellos, nuevos amigos, un nuevo grupo, una nueva familia, y la chica más dulce del planeta llamada Emily.