[MICHAEL]
29 de noviembre
Abro mis ojos y nuevamente amanezco con una mujer desconocida a mi lado, veo su cuerpo desnudo tendido a mi lado y puedo imaginarme que la he pasado increíble con ella, pero honestamente no lo recuerdo. Lo único que recuerdo es que, al salir del programa de televisión donde me han entrevistado acerca de mis aspiraciones políticas y que luego entre a un bar donde comencé a beber una copa de ron tras otra.
La cubro con la sabana, me levanto de la cama y voy al baño. Tomo mi cepillo de dientes, abro el grifo, pero al mirarme al espejo no me reconozco. Ojos hinchados, cabello desprolijo, y una cara de tristeza que me acompaña hace cuatro años, la misma que ella dejo en mi cuando frente a aquel cura en aquella pequeña capilla alejada de todos los que nos conocían ella me dijo "no."
Ese "no" que Luz me dijo, quedo tatuado en mi alma, y sus motivos aún más. Le vi salir huyendo por aquel pasillo, y al seguir sus pasos hasta salir de la capilla la vi abrazando y besando a mi mejor amigo Martín. Desde ese día no confió en nadie, no amo a nadie, y mucho menos hablo con nadie del asunto, soy tan solo una sombra del hombre que fui. En aquel pueblo apartado de todo un hombre cayó arrodillado afuera de esa capilla y dejo atrás quien era. Por eso cada vez que me veo a un espejo no me hallo, es que simplemente no existo. Soy tan solo un cuerpo que divaga por el mundo pretendiendo ser un empresario exitoso que se escuda en su nuevo reto de convertirse en un político para hacer que su mente y corazón no lo traicionen con sentimientos de angustia.
—Mmm... guapo. — Me interrumpe su voz y al ver a la despampanante rubia de ojos grises entrar desnuda al baño, pongo mi mejor sonrisa, esa que finjo siempre. —Me has dejado solita.— Dice pegándose a mi cuerpo desnudo al igual que ella.
—Lo siento guapa, es que no he querido despertarte. — Miento. —Pero, ya que te has despertado, creo que podemos volver a la cama, ¿no? — Le propongo y la levanto en el aire para llevarla nuevamente a mi cama, esa que es mi territorio.
Ella me besa eufóricamente y aprueba mi propuesta. Me toca de maneras increíbles y besa como los mismísimos dioses, pero en realidad no es nada que otras mujeres no hayan hecho antes. La verdad es que he perdido la cuenta de cuantas mujeres han pasado por mi cama, de a cuantas les he dado un numero falso y prometido llamarlas, mucho más de con cuantas he buscado vengarme por lo que ella me ha hecho.
[...]
Ya con mis más bajos instintos satisfechos, cierro la puerta detrás de ella y termino de cambiarme para irme de este nuevo departamento, a la casa en la que realmente vivo. Este nuevo sitio tan solo lo utilizo para pasar la noche con mujeres desconocidas hace dos meses y es que llevo cuatro años cambiándome de un lugar al otro para que ninguna de ellas pueda encontrarme cuando se den cuenta de que no las volveré a buscar. Si una mujer me ha lastimado como lo ha hecho a mí, no veo porque deba sentirme culpable de esto que hago, ¿no?
Busco mi billetera, mis llaves, mi móvil, y como tantos otros amaneceres, salgo de este departamento clandestino que solo yo sé que existe. Me he convertido en un actor digno de un premio, frente a todos finjo ser el mismo. Nadie sabía de mi relación con Luz más que mi familia, pero nadie sabía que nos íbamos a casar, por consecuencia, nadie sabe que este hombre se ha quedado sin corazón.
El elevador finalmente llega a este decimo piso y con prisa me subo a este y pulso el botón para bajar. Tengo una reunión en una hora y no quiero llegar tarde... Las puertas finalmente se abren en el lobby y con prisa salgo de aquí. —Buenos días, señor Grimaldi.— Me saluda Juan, el portero.
Tiene prohibido decir mi nombre completo, mucho menos decirle a alguien que vivo aquí, para todos soy el nuevo vecino misterioso que siempre esta de viaje. Levanto mi mano, lo saludo, y me termino de acomodar mi gorra. Salgo del edificio con tanta prisa, que al hacerlo no me doy cuenta de que hay un niño al que casi tiro al suelo. —Discúlpame.— Le digo agachándome frente a él.
Es hermoso, ojos miel, cabello castaño claro, y unos cachetes totalmente adorables. —¡Bruno!— Escucho a una mujer gritar. Veos sus largas piernas acercándose a mi, y se agacha para recogerlo del suelo. —Lo siento, desde que ha comenzado a caminar se ha vuelto súper escurridizo... le estaba firmando un papel al del correo...— Explica y hace una pausa cuando mi mirada se encuentra con la suya.
《No puede ser, es ella... 》
Sus ojos negros me miran con rabia y me deja en blanco cuando se pone de pie con el pequeño en brazos —Jimena.— Es lo único que consigo decir con un hilo de voz mientras que observo su espectacular figura y esa piel color caramelo que hace juego perfectamente con su cabello oscuro… 《sigue igual de hermosa》
A pesar de que fue una más en mi larga lista, el nombre de ella si lo recuerdo muy bien. Ella no era una desconocida... ella era la consultora de mercadotecnia de un proyecto, y yo me encapriche con ella hasta conseguir que termináramos en la cama. Recuerdo perfectamente cuando al amanecer me dijo que había sido su primera vez con un hombre. A mi mente vienen las memorias de como hui... como hice que la echaran de su trabajo para que no me metiera en problemas... Recuerdo que por ella comencé a rentar departamentos donde nadie pudiese encontrarme. Recuerdo cuando toco mi puerta y quiso hablar conmigo y le dije que lo que tenia que pasar entre ella y yo ya había pasado y que no me interesaba lo que tuviera que decirme.
La miro fijamente, miro al niño, y no quiero imaginarme cosas que no son 《Debe ser una coincidencia...》 —¿Es tu hijo?— Pregunto e intento rozar el pequeño brazo del niño con mis dedos, pero ella da dos pasos hacia atrás.
—Si, y ni te le acerques. No quiero que lo toques con tus asquerosas manos.— Me dice llena de rabia, y antes que pueda preguntarle nada más, ella entra al edificio.
Le observo a través de las puertas de cristal y veo como entra al elevador a toda prisa 《¿Acaso vive aquí? Mierda... ¿y sí? 》
—No, no te enredes en tus pensamientos. — Me digo a mi mismo y decido seguir por mi camino. —Ha sido solo una coincidencia. — Me repito una y otra vez.