28 de noviembre
Hace más de un año que su cara se me aparece por todas partes. Es el empresario más exitoso desde hace ya varios años y le han dado el premio al empresario del año hace algunos días. No hay sitio de Miami que no me lo recuerde, no hay radio que me permita olvidar su voz gracias a sus entrevistas, no hay programa de televisión que me permita una pausa de sus gestos, sus palabras y sus sonrisas. Es el soltero más codiciado del momento y como si el mundo de los negocios no le fuera suficiente, ahora está incursionando en la política, algo que lo hace aún más atractivo a los ojos de las mujeres que buscan un buen futuro, es el hombre perfecto y por el cual muchísimas mujeres suspiran cada vez que su foto aparece en alguna parte. Muchas sueñan con amanecer en su cama, otras por ser su novia, y otras cuantas, por ser su esposa, Michael Grimaldi es el hombre mas deseado en el país en estos momentos, claramente quitando a todos aquellos actores de Hollywood que roban suspiros. Él provoca todo esto porque frente a las cámaras es el hombre perfecto, pero cuando lo conoces como yo lo he conocido, las cosas son muy diferentes.
Me coloco mis auriculares intentando silenciar el ruido de esta ciudad y camino la ultima calle que me queda para llegar a mi departamento después de haber ido al pequeño mercado que hay cerca de donde vivo a comprar algunas cosas. De fondo suena Calum Scott y me pierdo en la letra de su canción "dancing on my own." La música no me ayuda a silenciar lo que he vivido en estos últimos dos años. Mucho menos me ayuda a olvidar lo tonta que fui, caí como una estúpida en su juego. Fue verlo, escucharlo hablar, y dejarme enredar por sus palabras. Me utilizo a su antojo, y la única que p**o las consecuencias fui yo.
Abro la puerta del edificio y me quito los auriculares. —Hola Juan.— Saludo de manera amable.
—Señorita Jimena, buenas tardes.— Me dice cordialmente como siempre.
—Igualmente— Le respondo y llamo al elevador, y espero pacientemente.
Una vez en este, me miro al espejo y veo lo mucho que he cambiado en este tiempo. Yo era una mujer feliz, llena de sueños, y con muchas ganas de amar y ser amada, ahora solo queda una mujer con un corazón destruido y desilusionada del amor, él único que me hace feliz es Bruno, él es el centro de mi vida…
Las puertas finalmente se abren en el quinto piso y voy hacia la ultima puerta. Al ingresar la llave, puedo escuchar la voz de Mario hablando con Bruno —¡¿Quién viene ahí?!— Le dice y sonrió.
Al entrar a mi departamento, allí está mi hijo sonriéndome en brazos de mi hermano —¡Hola mi príncipe!— Lo saludo con la sonrisa que él me roba siempre, y lo tomo en brazos. —¿Cómo está el tesoro de mamá?— Le pregunto como si pudiese contestarme y literalmente lleno de besos todo su rostro.
Sus cachetes son totalmente comestibles, y sus ojos... son bellos, son color miel, pero cada día me recuerda a los de su padre —¡¿Y a tu hermano no le saludas?!— Me reclama Mario y solo puedo reírme.
—Hola hermanito del alma, ¿Cómo te encuentras? — Le pregunto respondiendo a su reclamo y lo saludo con dos besos.
—Muy bien hermanita, ¿Qué tal el trabajo?— Pregunta con interés y encojo mis hombros.
—Bien, sabes que me gusta más trabajar desde aquí para poder estar con Bruno, pero hoy hemos tenido una reunión con unos clientes importantes que nos han dado un contrato para su campaña publicitaria durante los próximos año; y como siempre, yo soy la consultora principal.— Explico mientras acomodo mis cosas sobre el sofá, y luego empiezo a recoger los juguetes de Bruno del suelo. —¿Podrías ordenar todo esto? ¿no?— Lo regaño al ver todo el desorden de cosas que hay por el salón.
—¿Además de niñero, quieres que sea el muchacho de servicio?— Me pregunta de manera sarcástica.
Rio ante su pregunta, pero luego lo mato con la mirada —Es que el desorden no lo ha hecho tu sobrino de un año y tres meses; si no que su tío de 33 años.— Le replico y ríe.
—De acuerdo, ya te ayudo... ¿Sera que me puedo quedar aquí esta noche?— Me pregunta mientras me ayuda a ordenar y lo miro algo confundida.
—¿Y Sara?—
—Hemos discutido y me ha prohibido la entrada a la casa, eso pasa cuando convives sin estar casado.— Bromea.
—Algo le habrás hecho.— Replico y tan solo encoje sus hombros.
—Hermanita, yo no soy como el cabrón del padre de Bruno eh... Lo de Sara y yo ha sido otra cosa, algo mínimo, pero ella ya sabes que exagera siempre. — Me dice y sabe lo mucho que me incomoda que mencione la palabra padre cuando se trata de mi hijo.
—Mi hijo no tiene padre, ¿entendido?— Digo con rabia.
—Algún día tendrás que decirme quien es.— Me insiste.
—Que no, ya sabes que mi respuesta siempre será esa. Ahora ve y prepárate el cuarto mientras yo termino de ordenar aquí y luego preparo la cena.— Le propongo con tal de no volver a tocar ese tema.
Hace mucho tiempo que callo lo que ha sucedido entre Michael y yo, y no lo hago para protegerlo a él. Él no se merece ningún tipo de piedad de mi parte, lo hago por Bruno. No quiero que viva acosado por ser su hijo. Mucho menos quiero que sepa que su padre nunca ha querido saber nada de él, no se lo merece. Yo lo único que quiero es que mi hijo sea un niño feliz y que pueda vivir en paz como el resto de los niños. No necesito ensuciarle con los problemas de los grandes, y mucho menos necesito que mi hermano vaya a buscar a Michael, no me interesa verlo.