No disminuyó la velocidad de su caballo hasta que estuvo en el pozo frente a la iglesia y después el animal siguió a trote el camino que los llevaba hacia el enorme abeto donde Christopher la iba a estar esperando junto a Ivana, sonrió feliz de verlos a la distancia e hizo que de nuevo Trueno corriera para llegar con ellos lo mas rápido posible.
- Creímos que no ibas a venir.- comento Ivana sonriendo.
- No me perdería un día de caza por nada del mundo.- Yelena sonrió igualmente dando unos golpecitos a su arco.
- ¿Ni por el nuevo sacerdote?- cuestionó Christopher que lo había visto llegar.
- Menos por ese tipo...- gruño- Mamá tiene la tonta idea de que el nuevo padre me hará cambiar de opinión... Cómo si el hecho de que fuera un hombre atractivo fuera a cambiar algo en mi.- rodo los ojos.
- Tiene razón, es un hombre bastante joven y apuesto, estoy segura que en la misa del domingo habrán más jovencitas de lo habitual.- Ivana le había visto llegar al pueblo también.
- Señoritas, tienen al perfecto hombre frente a ustedes y se fijan en algo prohibido.- comento Christopher con una sonrisa burlona.
- Lo prohibido siempre será más atractivo que lo permitido, toma el ejemplo de Eva.- Yelena se interno en el bosque seguida de los demás- Ella podía comer de todos los frutos en el jardín, pero la tentación de algo prohibido siempre serás más poderosa que la advertencia dada por cualquiera, esta en la misma naturaleza del humano.- dijo con la vista al frente.
- Sería muy descarado que alguien se fijará realmente en ese hombre, tiene votos de castidad y se supone que no debe estar con nadie.- comento Christopher.
- La carne siempre será débil y no importa que tantos votos tenga, al final es un simple ser humano que sucumbiría a los deseos de la carne con cualquiera que sea directa con él o quizás hasta indirecta, no sabemos que tan débil sea.- Yelena estaba muy segura de sus palabras.
Iban rumbo al río y entre su charla animada les alcanzó Lucas quien había pasado por su casa primero, los cuatro disfrutaban salir a cazar por las tardes y Yelena se había vuelto una gran arquera ya que no podía manejar las armas de fuego que Christopher tenía, una sola práctica fue suficiente para que no volviera a desear hacer otra, el culatazo de un rifle le dejo un gran dolor en el hombro por semanas sin mencionar que también permaneció sorda del oído izquierdo por un par de días, el arco y la flecha no hacían nada de ruido y además era muy certera con ellos, era la mejor cazando ciervos.
- ¿Creen que los lobos aún sigan cerca?- pregunto Ivana cambiando de tema.
- No lo creo, los lobos nunca se han acercado tanto al pueblo y si lo hacen, no se quedan cerca por mucho tiempo.- respondió Lucas.
- Es probable que estuviesen persiguiendo a algún venado que los llevo allí, desesperado por escapar de una muerte segura.- afirmó Christopher que iba adelante de todos.
- Eso espero, no me gustaría tener que escapar de un depredador.- Ivana sonrió, ella era la más nerviosa.
Comenzaron a hablar de la vez que los había perseguido un puma y como de milagro había logrado escapar, sin dudas era una anécdota divertida en aquellos momentos, pero que en su tiempo aterro a los cuatro, Yelena se había quedado hasta atrás he iba en silencio sintiéndose observada y un tanto incómoda, había pasado casi un mes desde la última vez que se había sentido así y no pudo evitar observar las ramas de los árboles esperando ver a la sombra de sus pesadillas, pero no había nada, solo eran cuatro amigos que iban hacia el río para pescar o cazar alguna liebre, no habían más monstruos a los que tenerles miedo y las sombras habían desaparecido de su alrededor, las oscuras pesadillas no pasaban mas por sus noches de sueño.
Sus ojos se posaron sobre la fina figura de Ivana, su cabello corto ondulado que siempre lo cargaba suelto, su piel mulata resaltaba sus ojos oscuros y que la hacían ver como una joven muy atractiva, la pretendían tantos jóvenes y ella solo tenía ojos para Christopher, la atracción que ambos sentían era muy palpable, pero ninguno daba el paso a que nada surgiera ya que si eso ocurría las tardes de amigos solos por el bosque se iban a acabar por las habladurías. La hermana de Ivana tenía un gran parecido a ella y era comprensible que tantos chicos quisieran salir con ella, aunque al final la chica había desaparecido con un viejo decrépito. Christopher y su primo tenían un gran parecido, ambos de piel blanca, cabello azabache y ojos ámbar, altos y con cuerpos fornidos ya que trabajaban como un herrero y el otro como un leñador, eran muy protectores además de respetuosos y jamás habían intentado cruzar los limites con ninguna de las dos, aunque Yelena estaba muy segura de que Lucas se había enamorado de ella.
- Yelena ¿Pasa algo?- la voz de Lucas la saco de sus pensamientos.
- Nada importante.- dijo con una sonrisa fingida.
- ¡Por fin llegamos!- grito Ivana bajando de su caballo.
Un río de agua totalmente cristalina y con una posa a la cual le caía una cascada de unos diez metros de altura, del agua que caía se formaba un lindo arcoíris que volvía a aquel lugar un verdadero paraíso terrenal o al menos eso pensaban los cuatro, todos se quitaron los zapatos y fueron a meter los pies en el agua fresca, disfrutando de las bellezas que daba el vivir cerca de un bosque y es que ahí no había modernidad, ni bullicio de constantes carruajes ni las locas invenciones que hacían los hombres, todo era quietud y paz bañada por los rayos del sol, el decoro verde del bosque y los cantos de las aves.
- Si pasa algo deberías decirnos.- Ivana se acercó a su amiga.
- De verdad que todo está bien.- era mentira, pero no quería preocupar a nadie.
- Si no te conociera creería en tus palabras.- la llevo a una roca donde se sentaron dejando que el agua siguiera mojando sus pies.
- Es que la sensación de ser observada aún no desaparece por completo y temo que en algún momento volveré a ver sus espantosos ojos negros.- confesó Yelena.
- Es normal que te sientas así, esa cosa te persigue desde que tenías cinco años.- Ivana conocía la historia e incluso la había visto.
- Tienes razón, pensé que cuando se fuera por fin podría sentirme aliviada, pero la verdad es que solo me puso mas nerviosa.- suspiro cansada.
- ¡Chicas, iremos a cortar un poco de leña!- dijo Lucas poniéndose las botas.
- ¡Si pasa algo griten!- añadió Christopher sonriendo.
- Que dices si nos desnudamos y nadamos un rato en lo que regresan.- susurro la chica haciendo reír a su amiga.
Cuando les perdieron de vista ambas se quitaron todas las prendas y se metieron a la posa para nadar un rato, la confianza que sentía con Ivana solo la podía igualar a la que sentía cuando estaba con su hermana y eso por momentos la hacía sentir débil ya que se juro nunca confiar tanto en nadie cuando perdió a su abuela, se quedó flotando en el agua con los ojos cerrados mientras por su mente pasaban los momentos en que había estado en ese mismo lugar siendo vigilada por una gran serpiente de color n***o, temerosa abrió sus ojos y dejó escapar un suspiro de alivio al no verla entre las rocas, siguió nadando un rato más mientras conversaba con su amiga sobre los planes que tenían para su futuro y como Ivana pensaba mudarse a Ipswich para estudiar un poco más, deseaba convertirse en maestra y quizás algún día trabajar en la pequeña escuela del pueblo. Yelena había tenido un trabajo como institutriz en la casa de la familia Lerman, una familia tan adinerada como la suya y que confiaban plenamente en ella para que les enseñará todo lo que sabía a sus adorables gemelas, siempre le había gustado leer y fue la única chica que no tuvo necesidad de ir a la escuela porque todo se lo enseño su abuela, desde la lectura hasta las matemáticas y las ciencias, nunca fue buena en la química, pero se esforzó por aprenderla, la única en el pueblo que sabia curar con plantas.
- Mañana han planeado una excursión a este río.- comento Ivana.
- ¿Quiénes vendrán?- pregunto Yelena.
- Mis padres, los de los chicos, los Lerman y otros más.- respondió antes de sumergirse.
- Que molesto, supongo que mi madre me obligará a venir.- suspiro viéndola salir.
- Piensa que podrás comer todo los los pastelillos que quieras, porque la señora Conrad también vendrá.- dijo con diversión ya que era la panadera del pueblo y hacia los mas deliciosos pastelillos que jamás haya comido.
- Preferiría pasar el día en casa de mi abuela.- Yelena se tiro de espaldas flotando nuevamente.
- ¿No te da curiosidad ver cómo es un sacerdote bajo los hábitos?- pregunto la chica captando la atención de Yelena.
- Es demasiado formal para atreverse a entrar en estas aguas sin camisa, además es un hombre de ciudad, cuidado y le da una pulmonía por nadar en aguas tan frías.- Yelena sonrió con malicia.
- Uno nunca sabe mi querida Yelena... Uno nunca sabe.- la abrazo y ambas se sumergieron en el agua.
Se pusieron la ropa antes de que los chicos volvieran con dos grandes manojos de leña seca, ellos no tenían ningún tipo de pudor en quedarse desnudos frente a ellas y entrar al agua, lo malo de tener confianza con las personas es que muchas veces pierdes la vergüenza con ellas, entre quejas de asco ambas se dieron la vuelta ya que lo que menos querían verles era el trasero, fueron a caminar un rato para seguir platicando de cosas entre chicas. Disfrutaron un rato más de la paz de aquel lugar y entonces pensaron que era momento de volver ya que la luz del sol pronto dejaría de iluminar su camino, Yelena atrapó unos cuantos pescados y después emprendieron el camino de vuelta a casa porque si llegaba con las manos vacías su madre se enojaría mucho por irse del ridículo almuerzo, andando por el camino de tierra a lo lejos escucho el aullido de un lobo, fue tan tenue que pensó que el sonido lo llevaba el viento desde muchas manzanas mas al norte y agradeció que esos animales ya no estuvieran rondando el pueblo.
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Del diario de Yelena Miller.
No puedo escapar de ella por mas que corra, sus ojos se clavan sobre mi cada vez que le descubro escurriéndose por las ramas de los altos pinos de verde intenso en su follaje de primavera y verano, pero se volvían blancos en el invierno y era cuando mas resaltaba su horrible color. Es tan oscura como las noches sin luna y tan visible a la luz porque sus escamas brillan como diamantes esculpidos cada vez que un rallo de sol las toca.
Siempre me sentí aterrada por su lengua bífida que salía de su boca a cada momento, me causa escalofríos incontrolables el recordar la forma en que se extendía hacia mi cada vez que la encontraba de frente mientras caminaba, mi abuela decía todo el tiempo que no debía temerle porque era un ser mas del bosque que nos proveía y nos libraba de las plagas de roedores, pero yo sabia que no era así, algo en sus ojos me decía que ella también le tenia tanto miedo como yo y solo decía esas cosas para clamarme. Dentro de mi algo gritaba que eso no era un simple animal que se escurría entre las ramas, era un ser maligno, en su mirada fija sobre mi pude darme cuenta de eso, juraría por mi vida que sus ojos me seguían fijamente cada vez que salía a caminar al bosque para cortar moras o buscar leña.
Como buena creyente fui a la iglesia para ponerme de rodillas frente a la cruz muchas veces y pedí por la purificación de mi alma pensando que era el maligno tratando de tentarme, porque me enseñaron que así se presento ante la primera mujer y yo no quería ser como ella, pero los ruegos por dejar de ver aquella serpiente de escamas negras fueron ignorada y ella llego a ser mi sombra, siguiéndome hacia donde yo iba y para mi desgracia parecía ser que era la única que pudiera verla, pero un día simplemente se desvaneció entre las hojas secas del camino que llevaban a la cascada, me sentí aliviada porque ya no seria perseguida por esa sombra que se arrastraba tras de mi.
No volvería a sentirme amenazada o sentir escalofríos por su lengua bífida y por sus ojos negros, dejaría de temer por mi paso en los caminos que para mi terror siempre me llevaban hacia ella. Jamás fui temerosa a las serpientes, de niña tuve dos a las que alimente y cuide muy bien porque les he tenido mucha admiración y respeto, pero la serpiente de escamas negras que llego a mi solo podía infundir terror en mi alma y provocar temblores incontrolables en mi cuerpo, no dudaba que sus colmillos llegarían a atravesar mi piel en cualquier momento y que su veneno pudriría mi carne.
No era una serpiente común y corriente, de esas que se arrastran y si las ignoran ellas te ignoran, tenia un aspecto desafiante y maligno; aseguro firmemente que su saliva corroe piel, carne y hueso, mataría en segundos. Ha pasado un tiempo desde la ultima vez que la vi, sin embargo aun sigo observando discretamente hacia las ramas de los pinos en búsqueda de sus aterradores ojos negros.