Subí a mi Corvette rojo, mi padre me lo había heredado, parecía nuevo, pero realmente tenía ya casi 60 años, aún conservaba sus asientos y algunas de las piezas originales, era toda una joya; encendí el radio que era una de las pocas cosas modernas que poseía el vehículo para poner una de mis canciones preferidas, una que me inspiraba por completo felicidad “Adventure off a Lifetime” de Coldplay.
Las calles estaban todavía un poco cálidas, pero el verano se retiraría pronto de Wisconsin, conduje cerca de 20 minutos hasta llegar a la oficina, donde mi muy sonriente asistente me recibió con mi respectivo café de la mañana, tenía algunos malos hábitos, entre ellos el beber café en exceso y fumar cual chimenea, con el primero convivía de forma amigable y el segundo, tenía algunos meses que luchaba por dejarlo, actualmente solo fumaba una o dos veces a la semana, en los momentos de más estrés, y este momento, ameritaba un cigarro para pasar la ansiedad que me representaba la junta que habría de tener lugar en unos minutos.
—Gracias Kaylee —dije sonriente mientras tomaba el café de su mano y le regalaba una sonrisa, seguí caminando en dirección a mi oficina, me di media vuelta e indiqué—, ¡Ah! por favor, cuenta 30 minutos a partir de ahora para que me interrumpas, no me pases llamadas, a menos de que sean de Mert, por favor. —Mi asistente de inmediato asintió con la cabeza.
—Sí señor, cuante con ello. —atendió la rubia de ojos azul claro.
Kaylee era muy guapa, pero era su confiabilidad y la forma en la que se desenvolvía la que me había hecho contratarla hacía ya 5 años, su cabello era completamente amarillo y su piel era de un rosa muy claro, pero tenía una sonrisa poderosa.
Me senté detrás de mi escritorio, me coloque los anteojos y saque del segundo cajón de la derecha una cajetilla de cigarros medio llena, tomé uno entre mis manos y cavilé un poco el encenderlo o no. Lo deposité en mi escritorio y de forma meticulosa lo acomode en línea recta para formar una composición armónica. Le di un sorbo al café y busque el encendedor para mitigar mi ansiedad.
Revisé en mi ordenador los últimos detalles de la presentación para que fuera perfecta, repase mentalmente lo que habría que decir y cuando menos lo sentí Kaylee estaba tocando a mi puerta.
—Señor, ya es hora. —señaló, agradecí con la cabeza, cerré la presentación y guarde mis cosas, estaba listo para recibir a los posibles inversionistas, me dedicaba a la consultoría de empresas, en el ámbito de la ingeniería eléctrica, y bueno había desarrollado un exitoso plan de negocios para un nuevo modelo de energía renovable.
Gracias a mis contactos con las empresas con las que había trabajado anteriormente había podido reunir a algunos peces gordos que les interesaba lo que tenía que ofrecer. Me dirigí a la sala de juntas, donde yo mismo preparé cada asiento en donde se habrían de sentar los invitados, coloque una carpeta con información relevante, un lápiz, una botella con agua y en medio de la larga mesa una maqueta que habría de servir como modelo durante la presentación.
Los inversionistas llegaron uno a uno y ocuparon los lugares en forma aleatoria, hasta que vi pasar a un rostro conocido, entrecerré los ojos al notarle y es que, desde que fuimos compañeros en la universidad, hace 13 años, no nos habíamos visto, ella me sonrió de inmediato al reconocerme.
—¡Alán! ¡Si eres tú! —rebatió la castaña de ojos miel, que debo admitir, era más guapa de lo que recordaba— ¡Qué gusto verte! —me envolvió en un abrazo fraternal después de sonreírme con calidez.
—¡Brenda! ¿Cómo estás? ¡Qué gusto verte aquí! —Para ser sincero estaba contrariado, de hacer visto su nombre en la lista de invitados me hubiera dado cuenta de que era ella quien vendría.
—Pues no pareces muy contento de verme… —rebatió.
—Lo que pasa es que no te esperaba aquí, pero ¡Caro que me da gusto que hayas venido! —contesté dando la mejor de las caras.
—Perdóname, pero es que en cuanto escuché que eras tú quien daría la presentación de este nuevo negocio hice todo lo posible por venir yo, por fortuna mi padre confía totalmente en mí así que no me costó mucho convencerlo. —dijo con un tono diferente, y después remató con un guiño.
—¡Claro! Tu papá es el Sr. Jonson, no sé como pude olvidar eso. —Ahora me sentía más presionado, Brenda había sido una de las mejores ingenieras en la carrera y su papá era el dueño de una importante empresa de esté país, si lograba convencerle de invertir, sería un éxito rotundo—Por favor, toma asiento, iniciaré con la presentación de inmediato. —agregué y ella sin chistar atendió la petición.
Proyecte la presentación que había destinado y hable con total soltura sobre el proyecto, era ambicioso, pero era, a mis ojos el futuro de la tecnología en energía, el siguiente paso que habría de dar solvencia a la humanidad.
Muchos de los inversionistas se mostraron interesados en el proyecto, pero fue Brenda quien acaparó la atención mencionando que estarían encantados de invertir y respaldar un proyecto como el mío, lo que motivó que otros tantos asistentes se involucrarán de inmediato. Lo había logrado y estaba impresionado por ello, de hecho me costó algunos segundos reaccionar a la petición de los interesados.
—En la carpeta que tienen delante podrán encontrar más información al respecto de este proyecto —indiqué con la mano para que tomarán sus carpetas, enseguida las comenzaron a hojear—, en este proyecto tenemos 3 tipos diferentes de inversión, baja, media y alta. Espero que lo puedan valorar, para que comencemos cuanto antes.
Un apretón de manos de parte de varios de los invitados me dejaba por completo esperanzado con la promesa de esperar noticias en los siguientes días de ellos respecto al capital que podrían invertir en el proyecto. Tenía una sonrisa cómo pocas veces dibujada en el rostro, había tenido éxito y no veía la hora de salir corriendo y festejar con la psicóloga más bella de este mundo, mi esposa.
Estaba recogiendo las cosas, ya había despedido a todos los asistentes y estaba pensando en pasar por unas cuantas docenas de rosas para hacerle la cena de aniversario que se merecía Mert, cuando Kaylee interrumpió.
—¿Señor? —preguntó haciendo que levantará mi mirada llena de felicidad hacia ella— Yo termino de recoger, vaya a su oficina que le están esperando.
—¿Quién? —indagué con asombró.
—Uno de los inversionistas, la señorita Brenda Jonson. —arguyo analizando mi cara que de inmediato se iluminó. «Seguro quiere más detalles de la presentación», pensé, dejé las carpetas caer sobre la mesa con mucha emoción, estaba en éxtasis total.
—Voy de inmediato, muchas gracias Kaylee. —Tomé mi computadora portátil para regresar a mi despacho y encontrarme lo más pronto posible con Brenda.
—Espero que todo haya salido bien. —apuntó con total sinceridad.
—Mas que bien, Kaylee, esto fue un éxito. Pronto tendremos oficinas nuevas. ¡Cruza los dedos! —grite al salir de la sala de juntas casi corriendo.
Entre a mi oficina y Brenda se encontraba inspeccionando los espacios, observaba con atención los cuadros colgados en la pared, al contrario de muchas personas, en mi despacho no se encontraba mi título universitario, sino unas piezas de arte que Mert y yo habíamos comprado en uno de nuestros viajes a New York, a un artista argentino de nombre Miguel, las piezas eran por completo irreales y maravillosas y contrastaban a la perfección con las paredes oscuras de mi oficina.
—¡Qué hermoso lugar tienes aquí! —Se giró para escucharme al cerrar la puerta detrás de mí— Está bastante iluminado y muy bien balanceado, debo decir que refleja mucho tu personalidad, Alán.
Su comentario me hizo reír un poco, la verdad es que tenía razón en eso, cada parte del despacho era una copia fiel de mí. Era bastante sobrio, tal vez hasta podría decirse que misterioso, la sala y los muebles eran de color n***o y había un contraste total con el suelo blanco, algunos nichos empotrados en las paredes de los cuales se iluminaban dos esferas unidas, una roja y otra de color blanca.
—¡Gracias Brenda! Se hizo lo que se pudo. Pero siéntate, por favor, donde tu quieras. Siento que hace mucho no nos vemos. —Ella cruzó la pierna cuando se sentó delante de mí,
—Es verdad, lo último que supe es que te habías casado, espero que no te moleste, pero no he visto ninguna foto de tu esposa, ¿Te divorciaste? —reí ante su suposición.
—No sigo casado, con Mert, tú la conoces, de hecho hoy es mi aniversario.
—Ah, ya veo —Su tono de voz cambió ligeramente cuando mencioné a mi esposa, esbozó una sonrisa forzada y se acomodó en el sillón—. Y ¿Cuántos hijos tienen ya? —Su pregunta me incomodo, por cómo lo había dicho.
—No tenemos hijos —el silencio incómodo nació entre los dos, por lo que pregunté.
—¿Y tú? ¿Qué has hecho?
—Yo… —suspiró— Me divorcié hace unos años, tengo un hijo de 5 años y otro de 2. Por el momento estoy soltera y dispuesta para ir a comer contigo, sí tu no tienes planes —Abrí los ojos ante la propuesta desinhibida—. Así podríamos platicar mejor los detalles de la inversión en tu proyecto. —Miré mi reloj un tanto contrariado, sentía que no debía ir, al menos no en ese momento.
—Me temo que no estoy disponible ahora, dentro de una hora tengo que estar del otro lado de la cuidad, quedé con un cliente de hacer una visita para ofrecer soluciones, ya sabes, esto de la consultoría así es.
—Lo sé. Bueno, pues tu me confirmas que día puedes, ojala sea pronto, me gustaría hablar de la inversión lo más pronto posible y también ponernos al corriente. —Ella se mordía el labio inferior mientras me sostenía la mirada, me puso muy nervioso estar en esa situación sentía que sus intenciones eran otras.
—Sí, podría ser, este fin de semana —A Brenda se le iluminó la cara en cuanto me escuchó decir esto—. Pero lo platico con Mert, me gustaría que nos acompañarás a cenar o a comer en mi casa, en un ambiente más íntimo. —Se levantó acercándose a mí muy rápido, sin darme tiempo de reaccionar siquiera.
—Prefiero que estemos a solas, si no te molesta —susurró a centímetros de mí, empotrando mis ojos—. Pero no te preocupes, entiendo que estes casado y que tengas que encontrar un espacio para atender a mi petición —Me besó en la comisura de los labios y se incorporó—. Nos vemos pronto, Alán.
Salió de mi oficina contoneándose dejándome suspirando en el sillón. Si había entendido bien, me estaba condicionando la inversión a una cita con ella y eso no me gustaba. Me tomé unos minutos para procesar la situación hasta que mi celular timbró sacándome de mis pensamientos.
Un mensaje de Mert flotaba en la pantalla.
«Saldré un poco antes del trabajo, si quieres podemos ver una película juntos»
Había pasado un rato considerable desde la reunión y ya casi eran las 4 pm, por lo que tendría que correr para preparar todo para sorprender a mi mujer.
«Paso por ti, amor; tú dime a qué hora»
«En dos horas, por favor. Te amo, mi vida.»
«También te amo, cielo.»
Tomé mis llaves y salí a prisa de mi oficina, dispuesto a hacer todo para traerle el cielo a la tierra al amor de mi vida y de paso, festejar el éxito del proyecto que nacía y que nos cambiaría la vida.