Capitulo 3

2275 Words
Ignacio—. Hola, ¿Cómo estas?. Ignacio—. ¿Estas ocupada?. —miro a mi lado donde mis sobrinas duermen a pierna suelta. Lucrecia—. Hola todo bien gracias por preguntar, no, no estoy ocupada. Ignacio—. Queria invitarte a la noche a cenar. —me tapo la boca o grito, la primera vez que me invitan a salir. Ignacio—. Vamos a donde desees ir. Lucrecia—. Acepto. Lucrecia—. ¿Qué te parece si juntos vemos dónde vamos?. Ignacio—. Buenísimo. Ignacio—. Paso por ti a las nueve, ¿te parece?. Lucrecia—. Si, es un buen horario. Lucrecia—. Ya te mando la dirección. —le mando enseguida la dirección por GPS. Ignacio—. Nueve en punto voy por ti. Lucrecia—. Dale, te espero, besos. Como son las diez de la mañana y sábado me levanto a limpiar un poco mi casa, como a mi hermana le tocó trabajar de mañana las nenas prefirieron quedarse a dormir conmigo a que a las seis de la mañana las crucen, porque yo no me cruzo, si es un día que no trabajo no lo hago porque si me levanto de la cama no me duermo mas y me gusta dormir, cuando me toca trabajar si, me levanto, acomodo mis cosas, las de las nenas así las llevo al colegio y ya, pero no un feriado o fin de semana. —¿Tiiaaaaa?. —Estoy abajo, ¿Qué pasa?. —tengo un pequeño departamento de una sola habitación con un gran ropero. —Quiero pis. —Baja Morita o te haces encima. —la veo bajar dándome ternura porque vienen las dos, en remera y bombacha tal como yo estoy—. Corre corre. —Hago pis. —corre al baño y Viole va atras porque se hace también—. Aaa que lindo. —Apúrate que me hago Mori. —Ya va. —preparo la mesa así desayunamos, se lavan los dientes y ya, cuando las bañe las peino y visto—. ¿Puedo ayudar?. —Trae la manteca y el dulce, lo dejé ahí en la mesada. —¿Te ayudo en algo tia?. —¿Alcanzas el pan?. —Viole pone dibujos en la tele y ahí desayunamos las tres. —¿A la noche hacemos pizza con mamá?. —A la noche no puedo, mañana podemos hacer. —¿Qué haces que no puedes?. —¡Ay, que sapa!. —No soy sapa tia, quiero saber nada mas. —las dos me miran a la espera. —Bueno, voy a salir con una amiga del trabajo, me invitó a comer y le dije que si, asi que es descortés decirle que no a ultima hora. —llego a decir que un hombre me invitó a salir lo van a contar a todo mundo, que no es problema pero si que crean que tengo novio con una sola cita. —Ah bien, entonces mañana hacemos, no olvides de decir a mamá que mañana hacemos. —Si, no olvides tia. —No mujeres intensas, no me olvido. Y así paso mi día, cuidando de mis sobrinas porque mi hermana llega a dormir un poco, y rompiéndome la cabeza buscando que ponerme para la cita de la noche, cada minuto que pasa mas loca me pongo, se me hace un nudo en el estómago de los nervios que me dan, nunca me habían invitado a salir, nunca le había dado mi numero a alguien, si me han dicho cosas en la calle y eso, pero nada mas que eso. Ignacio es un hombre muy apuesto, cuando en el hospital me calmé un poco de los nervios por lo de Mora y lo vi bien, me di cuenta de que es un hombre al cual si lo cruzo en la calle me daría vuelta a ver de lo prendida que me dejaría, me cuesta un poco entender que un hombre como él me invite y se interese en mi, porque si no le pareciera al menos linda no me invitaría, a no ser que me tome como su ultimo recurso de relaciones sexuales cosa que conmigo no va a tener en la primer cita. —Así que sales con una amiga. —Marce aparece con cara de cansada donde recién se levanta. —Bueno, si decía hombre iban a pensar que tengo novio. —¿Y con quién sales?. —¿Con quien crees?. —Mmm, ¿un compañero de trabajo?. —Noup. —No me digas que con el vecino goma ese que no te deja en paz. —Ay no nena, que asco. —oigo como las nenas corren con los perros a los gritos. —No sé la verdad, si me tiraste un dato no lo pesque. —Con el policía que nos ayudó con Morita. —¡No!, Wou Lucre, si esta re bueno. —La verdad que si, me invitó a salir, —saco un vestido apretándolo—. No lo puedo creer. —Pero entonces ponte ese vestido rojo espectacular que te compraste. —No Marce, es demasiado para una primera cita, capas que piensa cualquier cosa. —saco otro vestido y le muestro los dos—. Entre estos dos estoy. —Mmmm. —los mira analizando—. ¿Qué zapatos?. —Decía estos, no son altos ni bajos. —le muestro unos negros con un taco pequeño y una cintita en el tobillo—. Los eh usado poco y nada. —Entonces ese. —es uno que por la cintura tiene un corte dándole figura al cuerpo como reloj de arena que no tengo, por eso me lo compré—. Te queda muy lindo. —Que cosas, tengo ropa que jamás me la puse. —Capas que la comprabas con la esperanza de usarlo con un hombre. —no le digo nada porque esos son mis pensamientos al comprarme ropa de salir. —El chiste es que si él no viene acorde a una salida con este vestido, capas que piensa en algo muy tranquilo. —Arriésgate, no pienses mucho nena. —MAMAAAAA, —Violeta sube corriendo atacada en llanto y atras Mora que niega de antemano—. Mora me pegó fuerte en la cara. —Yo no hice eso, no mientas. —Me pegaste Moraaaaa. —Mora, te pasas con tu hermana, ya te dije lo que va a pasar si sigues peleando. —Pero no pegué mami, bueno, un poquito no fuerte. —me mira dando vuelta los ojos mientras abraza a Violeta. —Te dejamos Lu, prepárate tranquila y antes de irte ve a mostrarnos como quedaste. —Si. Me hago un maquillaje tranquilo, mas que nada resaltar mis ojos que todos me los halagan, son grandes y marrones pero con maquillaje se como resaltarlos aun mas, un rosa clarito en los labios, me hago unos rulos con el pelo recogido y unos mechones sueltos, aros de argollitas, unos anillos pequeños y ya, cuando me miro al espejo me gusta, siento que estoy linda, comoda y nada vulgar. En casa de mi hermana espero a Ignacio con mi carterita y un tapadito por el frio, estoy nerviosa, demasiado nerviosa, me llega a doler la panza de los nervios que tengo, las miro a las tres que obvio, super tranquilas en sus cosas planeando ir a comer las tres y yo que me muero de los nervios, salto del susto cuando me llega un mensaje y tocan bocina. Ignacio—. Estoy afuera. Lucrecia—. Voy. —Chao tia, pásala lindo. —Ustedes tambien. —Cálmate Lu, estas temblando. —Me muero de nervios. —salgo respirando profundo, cuando abro el portón se baja de la camioneta rodeando y abre la puerta del acompañante—. Hola. —Wou, que belleza. —sonrío mas que nerviosa, le doy un beso en la mejilla sin saber que hacer—. Sube. —Gracias. —cuando se sube lo veo como vino y me siento tranquila, vino con un jean oscuro, zapatillas blancas y una camisa celeste con los primeros botones abiertos, muy juvenil se ve—. ¿Diste bien con las calles?. —Si, la verdad que no me fue difícil llegar, me guie por la comisaria. —Queda bastante cerca, debo haber ido inconscientemente hacia ahi cuando mi sobri se ahogó. —Puede ser, uno actúa por instinto muchas veces. —ya no me habla nada, me pongo mas que nerviosa, siento deseos de salir corriendo ahora—. Bien, ¿pensaste dónde ir a comer?. —Emm, decía de ir allá, no recuerdo como se llama. —Si, es un buen lugar, vamos ahí entonces. —busca lugar para estacionar casi por suerte porque es sábado, fecha de cobro y es un mundo de gente—. Listo, aunque quedamos a dos cuadras es algo. —Obvio, yo capas me hubiera estacionado del otro lado de la avenida. —nos bajamos riendo, me pongo el tapado y me cruzo la cartera así camino comoda. —Esta un poco frio. —Si, el tiempo esta loco la verdad. —voy con mis manos apretadas donde no sé que hacer—. ¿Piensas que estoy loca por venir con vestido?. —No. —me mira alzando una cejas y luego me recorre—. Te queda genial ese vestido. —Gracias. —me tropiezo de lo tonta que soy, me alcanza a agarrar o me caigo—. Uy. —Mejor te doy la mano o te caes, porque no entiendo como caminan con esos zapatos. —cuando vamos a cruzar la calle lo miro un poco, tan solo su mano enorme que envuelve la mía hace que apriete las piernas porque me lleva mas allá de simplemente parecerme apuesto—. Ahora. —cruzamos casi corriendo—. No corras, me da miedo que caigas. —Tranquilo, uso casi a diario zapatos por mi trabajo. —abre la puerta del lugar de comida dejándome pasar primera, camino directo a una mesa vacía. —Menos mal que hay lugar. —Si, sino tocaba buscar en otro lado. —Y dime, —no lo veo muy amistoso pero no quiero pensar en nada de eso—. ¿De qué trabajas?. —Soy secretaria de un abogado. —¿Y usar zapatos es el uniforme?. —Si, cuando leí las reglas de vestimenta decía que debía vestir elegante, prolija, pulcra, con zapatos, y de ser posible con maquillaje y bien peinada. —¿Qué clase de reglas son esas?. —Las de recursos humanos las pusieron, pero las entendí porque debo atender a los clientes y salen juntas inesperadas, entonces debo estar siempre bien presentable. —nos traen para picar y la carta—. Cuando cobré mi primer sueldo debi comprarme zapatos y ropa de vestir, no tenia nada. —queda en silencio poniéndome incomoda—. ¿Cuántos años tienes?. —Treinta y cuatro, ¿tu?. —Veintiséis, en unos meses cumplo los veintisiete. —asiente mirándome a los ojos. —Sabes, antes de seguir quiero preguntarte algo. —Dime. —como las papitas con manos temblorosas. —¿Estan listos para pedir?. —Si, quiero el plato tres. —el chico me mira y mi mira mi escote chupándose los labios. —Lo mismo que él, con un jugo de naranja. —Bien. —cuando quedamos solos lo miro de nuevo. —Me decias que querías consultarme algo. —Si, —carga los codos en la mesa acercándose mas—. ¿Sabes del porque te invité a salir no?. —Bueno, creo que para ver si congeniamos un poco... —no dice nada—. Y si pegamos tener otra cita, ¿por eso?. —En parte. —¿Cuál es la otra parte?. —Me di cuenta por la charla que estábamos teniendo que medio no sabes pero te invité solo para acostarme contigo. —quedo de piedra, hasta dejo de respirar—. No soy de charlar de mi vida privada ni me interesa tu vida privada ni lo que haces la verdad, ¿entonces, vas entendiendo lo que te propongo?. —miro a las personas a nuestro alrededor como buscando si alguien escuchó lo mismo que yo—. Lucrecia, tu decides porque se me hace que creías cualquier cosa. —¿Que decida qué?. —¿Tu casa o la mía? Porque en realidad no me interesa sentarme aca dos horas y al final no coger, prefiero que me lo digas así no estoy a la deriva para al final no conseguir nada, —traen la comida en donde agarro mi cartera, saco plata poniéndola en la mesa y me paro—. ¿Qué haces?. —salgo en silencio sintiéndome una imbécil, no puedo contener las lágrimas porque de verdad creí que le había gustado. —TAXI. —como puedo le digo mi dirección, en mi casa entro casi arrastrándome para llegar a la cama en donde me tiro llorando con mi alma, no puedo creerlo, soy una imbécil de mierda porque nunca me dio indicios de algo mas que no sea s****l, ni siquiera s****l, no me dio indicios de nada porque no me hablaba para nada, ni por mensaje ni en la salida, miro mi teléfono cuando suena. Ignacio—. ¿Dónde estas?. Ignacio—. Te invité a salir, ¿Qué pretendías que iba a pasar?. Lucrecia—. Pues si querías coger págate a un prostituta, no me acuesto con nadie menos por un plato de comida imbécil. . .
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