El aire otoñal golpeó mi rostro, haciéndome sentir viva y a la vez, percatarme del nivel de alcohol que había en mi cuerpo. Llegué a casa con una sonrisa estúpida y sin zapatos, me había divertido. La luz de la sala estaba encendida, miré mi reloj de mano y eran las 2 de la madrugada, ¿Sebastián me había esperado despierto? Cuando caminé hacia la sala, lo corroboré, estaba sentado en uno de los sillones.
-¡Hola cariño! –Me acerqué para darle un beso, pero se hizo a un lado.
-¡Por Dios Alexa! ¿Estás ebria? –Preguntó con molestia.
-¿Y tú eres mi padre? –Respondí con sarcasmo.
-¡Eres increíble! –Se alejó de mí. –Llegas a altas horas de la noche y ebria, ¿dónde demonios estabas? –Volvió a cuestionarme, pero yo sólo podía reírme de la situación. –¿Te parece gracioso? –Debo admitir que verlo enojado, me parecía sexy; no sé si porque era raro verlo con esa actitud, o por el alcohol en mi sangre.
-Un poco – acepté honestamente.
Se acercó otra vez, tomándome por los hombros. –¿Dónde estabas? –Volvió a preguntar totalmente serio.
-En casa de Nat, te lo dije, en una fiesta – le recordé. –Puedes preguntarle a Bernardo, estuvo esperando por mí ahí – dije convencida. Su actitud me hizo preguntarme ¿Estaría celoso?
Suspiró profundamente. –Hablaremos mañana, no estás en condiciones en este momento. ¡Buenas noches! –Se alejó rápidamente de mí, subiendo las escaleras y azotando la puerta de su recámara.
Pero yo no quería dejar las cosas así. Subí para abrir la puerta de su habitación, cuando no lo vi, supuse que estaba en el año, así que me senté en la cama para esperarlo. Cuando salió, se frenó de golpe tan pronto me vio, entonces lo detallé: su cabello y su barba, de tres días y delineada, eran blancos igual que mí cabello; las líneas de expresión, a un lado de sus ojos color miel, eran más remarcadas; sus delgados labios parecían inmunes al tiempo, rosados y delineados; vestía su conjunto de seda en color celeste, estaba listo para dormir. En él, comprobé las palabras que suelen decir: “Los hombres con el tiempo se ponen como el vino, más buenos.”
Pasó una mano por su cabello, acomodándolo; ese movimiento me pareció tan sensual. ¡Yo necesitaba atención corporal con urgencia!
-¡No es hora para hablar, Alexa! ¡Hasta mañana! –Definitivamente estaba molesto, se le notaba en la voz. Se acostó, pasó la sábana sobre él y apagó la lámpara de su costado.
No dije nada, y me escurrí por debajo de la sábana.
-¡Alexa! –El tono cambió a uno de advertencia, y yo estaba divertidísima.
Debía tomar alcohol más seguido, me sentía totalmente desinhibida.
-Solo abrázame, ¿quieres? –Supliqué, me acomodé de costado, y escuché un resoplido; de cualquier forma, él pasó un brazo por debajo de mi cabeza y la otra por mi cintura. Acercó su cuerpo al mío, escuchaba su respiración detrás de mí oído, su pecho lo sentía subir y bajar en mi espalda, su m*****o en mi trasero y sus piernas entre las mías.
¡Dios! Estaba excitada.
-¿Me estás engañando? –Cuestionó de repente. Y aunque su pregunta me sorprendió, me pareció irónico, yo estaba en el ámbito de lo físico, mientras él estaba en el sentimental.
–¡Por supuesto que no! ¿Por qué piensas eso? –Interrogué con cierta indignación.
-Bueno, has estado actuando rara últimamente, empezaste tiñéndote el cabello – abrí los ojos. Después de todo, sí lo había notado. –Luego, comenzaste a arreglarte de nuevo – me giré para quedar de frente a él, aun cuando la obscuridad no me permitía verlo a detalle, sus ojos miel estaban fijos en mí – y hoy sales a una fiesta, vestida de esa manera, ¿qué quieres que piense? –Estaba haciendo las conjeturas equivocadas.
-Tengo problemas - no me dejó finalizar, se enderezó para encender la luz de la mesita de noche, y quedar frente a mí.
-¿Por qué no me lo habías dicho? –Dijo preocupado.
-Porque creo que tiene que ver más conmigo que contigo – entrecerró los ojos. –Estoy yendo a terapia – aplasté mis labios y él abrió los ojos. –No es tan malo como crees – agregué.
Salió de la cama a una velocidad impresionante. –No sabes lo que estoy pensando – su voz se escuchó con frustración. –¡Demonios! ¿Por qué no hablas conmigo Alexa? –No puedo definir si eso me lo dijo a mí o pensó en voz alta, porque caminaba de un lado hacia el otro. –¿Tan difícil me he vuelto? –
–Jamás te engañaría, quiero aclarar eso de una vez – se detuvo y me miró. -Creo que ambos hemos puesto mucha distancia entre nosotros – solté sin pensarlo mucho, a fin de cuentas era lo que sentía. –¡Te amo! No sé cómo lo haces, pero sigo sintiendo lo mismo por ti como cuando te conocí – intenté sonreír, porque un nudo en mi garganta comenzaba a formarse, y supe que debía cambiar de tema. –Siento que ya no tenemos cosas en común, ¡míranos, dormimos en habitaciones separadas! –Hizo una expresión de incredulidad.
-¡Tú me corriste de nuestra habitación! –Está bien, yo no recuerdo esa parte… Convenientemente.
-¡Bueno, pero no teníamos por qué renunciar al sexo! –Tragué saliva. –Pareciera que ya no me deseas – dije bajito y agaché la mirada.
Sentí la cama hundirse y levanté la vista, para encontrarme con sus ojos miel produciendo un fuego intenso. –¿Crees que ya no te deseo? –No respondí, su expresión me había puesto nerviosa, e incluso me di cuenta que estaba equivocada. –Voy a demostrarte lo errada que estás. –