La fiesta

1083 Words
Salí de la cita a media mañana, iría a comer a un restaurante que me gustaba, el cual se encontraba en el centro de la ciudad; iba caminando cuando escuché que alguien me llamaba. -¡Alexa! -Sonreí al ver a la mujer a la que pertenecía aquella voz que decía mi nombre. -¡No has cambiado nada Natalia! -Nos encontramos para fundirnos en un abrazo. -¡Ay! ¡Por Dios! ¿Por qué tan formal? Es Nat, ¿recuerdas? -Sonreí ante sus ocurrencias. La invité a comer a donde ya tenía planeado, para ponernos al día. Nat había sido mi amiga en el bachillerato, era alguien muy alocada, y parecía que los años no la habían cambiado, ni la habían hecho madurar. -¡Así que ahora es Alexa Hamilton! -Dijo con fanfarronería y sólo me reí. -Tú mejor mantén tu apellido de soltera, con tantos esposos que has tenido, no se vayan a confundir - bromeé; Nat abrió la boca y se tocó el pecho fingiendo indignación, para terminar carcajeándonos. -¿Qué te puedo decir? La vida de casada no se me da, la experiencia me hizo aprenderlo - dijo un poco más seria. -Nat, pero ya tienes 47, ¿qué pretendes? -Pregunté realmente curiosa. -¡Divertirme amiga! ¡Seguir divirtiéndome! -Estaba totalmente emocionada. -¡Estás loca! - dije entre risas. –¿Sigues yendo a bares, como adolescente? -Indagué. -¡Por supuesto que no! -Respondió ofendida. -O sea, si hay bares para adultos, acorde a nuestra edad; pero también organizo fiestas en mi casa - hizo una pausa y su expresión cambió. -Deberías venir, el viernes hay una fiesta - la interrumpí. -Estoy casada - levanté mi mano izquierda mostrando el dedo anular. -¿Recuerdas? – -¡Ésta es sólo de mujeres! Y no harás nada que no quieras hacer - abrí mis ojos ante la sorpresa, ¿estaba insinuando lo que creía que estaba insinuando? -No... no lo sé Nat - titubeé; pero ella, inclinó su rostro y supe que ya había perdido esa batalla. Llegué a casa, nerviosa; extrañamente a pesar de que faltaban 3 días para la bendita fiesta, yo estaba ansiosa y comencé a prepararme. No recordaba la última fiesta a la que había ido sola, y la emoción me embargó de a poco. -Sebastián, el viernes por la noche saldré a la casa de Natalia, tiene una fiesta de amigas – creo que sí estaba emocionada, porque Sebastián me dio una mirada y una sonrisa de comprensión. Me tomó de la mano. -Me alegra que vayas a salir. – El viernes para las 5 empecé a hacer la magia, me di un baño refrescante de una hora en la tina; lo sé, exagerado, pero lo amé; aun cuando salí hecha una pasa, más de lo que ya era. Me recogí el cabello completamente dejando un flequillo, y el maquillaje que utilicé fue ligero. El vestido n***o que decidí usar era entallado, a la rodilla, de botones al frente a todo lo largo del mismo, el cuello tipo americano y las mangas tres cuartos. No recordaba la última vez que había usado zapatos altos, pero tenía que usarlos, así que los tacones de aguja de 10 centímetros, completarían el atuendo. Bajé para las 7 y Sebastián ya estaba en la sala, vi sus ojos abrirse con amplitud y casi abrir la boca cuando me vio. Me acerqué a él, para besarlo en la mejilla. –Lo siento amor, pero no cenaré contigo. Iré a ayudarle a Nat a terminar de preparar algunas cosas – sentí su mano deslizarse por mi cintura, un cosquilleo me recorrió, y me pareció impresionante que ese hombre aún provocara a mi cuerpo de esa manera. -¿Vas a ir vestida así? –Cuestionó con estupor. -Sí, ¿por qué? ¿Me veo mal? –Me preocupó que fuera demasiado. -No, te ves muy bien – me dio una sonrisa que no pude descifrar. –¿Quieres que te lleve? –Preguntó. -No, está bien. Bernardo me va a llevar, ya tiene el coche listo – me miró mal, supongo que porque lo rechacé; pero yo ya tenía todo arreglado. –Me voy amor – le di un beso en la mejilla y me soltó. Caminé hacia el armario de la entrada, tomé la gabardina, mis guantes y el bolso para salir de la casa. Llegué a casa de Nat, que parecía más una mansión, pero para una fiesta era el lugar perfecto. -¡Por Dios! ¡Pareces una señora! –Soltó, haciendo estragos con mi seguridad de ese día. -¿Me veo mal? –Le pregunté con duda. -¡No! ¡El vestido te va muy bien, sólo que parece que quieres conquistar a un viudo y no que vienes a una fiesta! –La miré mal ante su chiste, sin gracia. -Lo que quieres decir, es que me veo bien, pero no es para la ocasión – la corregí. -Tú siempre tan educada y formal – dijo con una media sonrisa. –¡Vamos! Qué aún tengo cosas que hacer. - Nos dirigimos hacia la cocina, ahí me quedé yo, hasta que terminé de preparar algunos aperitivos; y cuando salí, la sala tenía varios artefactos extraños para mí. Poco a poco, comenzaron a llegar las amigas de Nat y comprendí lo de mi vestido. Todas usaban vestidos más atrevidos y juveniles, aun cuando podía apostar que algunas de ellas eran de nuestra edad. La comida y las bebidas estaban en una mesa, para que uno pudiera servirse a placer; para mi sorpresa, sólo había bebidas alcohólicas, así que terminé bebiendo vino toda la noche. Comencé a deambular por la casa, había todo tipo de chicas, en cuanto a edad y vestimenta; en ocasiones me detenía prestándoles atención, ya que algunas parecían ser parejas. La manera en la que se besaban o se tocaban, provocaban algo en mi interior, haciendo que tuviera que apretar mis piernas. -¡Hola hermosa! –Una rubia de proporciones considerables me habló. -¡Lo siento! ¡Soy casada! –Le mostré mi anillo de inmediato, y debo admitir que vacilé. -¡Qué lástima! –Dijo, para darle un trago a su vaso. -Para ti – sonreí y ella se alejó de mí. Estar ahí era demasiada tentación para mi falta de atención sexuaI. ¿Si besaba a una mujer podía considerarse infidelidad? Me sacudí la idea, y decidí irme a casa.
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