La misma madrugada Estambul Yildiz Había mucha razón en las palabras de mis hermanos, porque puedo envainar una espada, un sable con una destreza formidable, pero con las mujeres soy un completo desastre, no tengo esa confianza para entablar una charla, incluso la mejor muestra es que puedo ser un estúpido sin proponérmelo. Todo el aplomo se escurre de mis manos, tanto que no podía comportarme delante de esta muchacha desconocida. Aunque una cosa extraña me sucedía con ella, sin entenderlo, al punto de reaccionar a sus palabras con una cara de tonto y con una mirada traviesa, no podía ocultar que me encantaba hacerla enfurecer, al punto que observarla exasperarse de la nada se había vuelto algo fascinante e irresistible para mí. Sin embargo, el roce de su piel, su perfume y su cercanía