Yo no hago más que mirarme al espejo
Yo la verdad no me encuentro tan guapo
Me encuentro simpático, un poco maniático
Quizá de este lado un poquito mejor
Pero ya te digo no sé lo que pasa
Que todos los días me escriben mil cartas
Llaman a mi casa, y luego no hablan
Solo se oyen risas tengo que colgar
Has sido tu, que crees que no te he visto
Has sido tu, chica cocodrilo
Has sido tu, la que me dio el mordisco
Has sido tu, has sido tu, has sido tu
Me desperté y desayuné, con mi usual rutina de escuchar música antes de salir. Por lo general algo de Cerati, los prisioneros, o como en esta ocasión: Hombres G. Fui a la escuela en mi horario habitual, me puse unas botas y una camisa con cuadros, un atuendo casual porque sí, iba a empezar el primer día con la misma rutina de antes, pasar desapercibido, lo mayor posible, a la m****a. Este año habían anunciado que entrarían unos treinta alumnos nuevos al décimo año y escuchar esa noticia me gustó, nueva gente para fastidiar, me sentía emocionado, pero lo pensé mejor y desistí de la idea, era mejor mantenerme en las tinieblas, en el rincón, ser el desterrado y permanecer en las penumbras hasta que me llegue el momento de partir… a la universidad.
En el pasillo, ya estando en la escuela, caminaba con las manos en los bolsillos y reproducía música de Ramnstein en mi teléfono. Tarareaba la canción, cuando me crucé con Daniela, mi ex novia y traté de taparme la cara, pero con las mujeres es difícil, siempre te reconocen. Es como si poseyeran un radar, no encuentro otra explicación, será alguna ventaja de fábrica.
Me miró con mucho odio, pero no me sorprendió ya que siempre me miraba igual desde que terminamos y me parece muy cínico de su parte que me mire de esa manera ya que ella fue la que terminó conmigo. Lo hizo por motivos bastante cuestionables. Según ella, fue porque se hartó de andar con alguien de poca monta como yo y sabía que eso era una vil patraña. Que yo fuese de poca monta, fue precisamente lo que le atrajo de mí, así como mi historial delictivo en la escuela, pero creo que fue cuando pasé a ser alguien “del común” otra vez. Supongo allí dejó de quererme.
Duramos unos seis meses de relación, buenos unos días y pésimos en otros, lo normal pero siempre vivía reclamándome porque yo era muy sincero, se supone que eso es bueno, pero ella no lo veía así. Le molestaba que le dijera que se veía espantosa a veces (no me malinterpreten, ella era preciosa, pero había días en que no, no podía entender la forma de su rostro) o que masticaba muy fuerte (en especial cuando comía alitas de pollo), o que el tono de la blusa la hacía parecerse a un caníbal. Era igual que como sucede con todos, les gusta la sinceridad hasta que conocen a alguien que la práctica genuinamente y de allí, aprender a disfrutar el arte de la mentira. En fin, se lo decía de buena manera, pero bueno, al final eso la cansó o bueno, eso fue lo que creí en ese momento, pero luego llegué a la conclusión de que todo finalizó sencillamente porque dejé de ser un malandro, es todo, así de simple. De verdad la quería, la quería mucho, pero como todo debe ser, llegó a su final.
Entré al salón de clases con mi sonrisa habitual, me gusta mucho sonreír, mantuve este hábito a pesar de querer permanecer en el anonimato, pero lo que vi, me apagó por completo la sonrisa. Solo había nuevos rostros en el salón y pocos de mis antiguos compañeros estaban (los que aún me respetaban), escuché que muchos se habían retirado, pero no pensé que fuese en serio. Esta gente me desconocía, no tenían idea alguna de mi pasado y, por ende, no iban a respetarme, al menos como yo lo merecía, pero eso estaba por cambiar.
Solo vi gente nueva, gente con la que no me interesaba tratar. Creo que influyó el que hubiese tanto alumno nuevo, la apertura de las dos escuelas públicas cercanas, muchos se transfirieron a estas, como José Daniel y así, mi escuela, para no perder gran parte del estudiantado, renovaron gran parte de la infraestructura e implantaron nuevas leyes, así como docentes más eficientes (tenebrosos). Mi escuela se veía muy decente ahora, casi no quedaban rastros del pozo sin fondo que alguna vez fue, pero eso estaba por cambiar.
Me lamentaba, por dentro, en ese momento. Este sí que iba a ser un año aburrido y terrible>.
Caminé y di vueltas alrededor al no haber más asientos, los últimos los ocuparon el trío miseria que ingresó antes que yo. Así que me tocó sentarme al lado de un montón de otakus que tenían unas caras de ser vírgenes y de que no prosperarían en sus vidas. Juro que olían a fracaso, podía oler el látex de las muñecas inflables por doquier. Por más que miraba alrededor, sólo veía gente que no tenía nada especial, gente común sin nada llamativo.
¿Qué más da? Me aburrí enseguida y me salí de clases, esa gente me dio sueño. De igual forma, aún recuerdo como robarme las respuestas de los exámenes, me las ingeniaré después, como siempre he hecho.
Como no tenía nada que hacer, me puse a merodear en los pasillos vacíos con mi patineta, mucho tiempo. Esquivaba al nuevo coordinador, que parecía más un general del ejército, ese tipo podría reiniciarme el cerebro con sólo una cachetada. Su mano, parecía un guante de béisbol, qué porquería. Merodeé esquivando al manón (como bauticé al hombre de las manotas en ese momento), hasta que vi a una nueva a quien fastidiar, una chica que llevaba puesta una playera de Asking Alexandria. Ese era un motivo suficientemente bueno como para fastidiarla, nadie con una playera puesta de ese séudo grupo musical, merece ser tratado como los demás. Me acerqué hacia ella y vi que abrió los ojos como diciéndome que me alejara pero que por supuesto, no lo hice. Me detuve en frente de ella y pensé en decirle algo, pero con esa cara de axila que tenía no pude decir nada, comencé a reírme señalándola hasta que me salieron lágrimas, pero ella se enojó y me pateó muy fuerte. No dije nada, sabía que lo merecía. Era un trato justo.
Toda la vida quería cursar onceavo, pero aún me faltaban un año muy largo para llegar a este. Tenía planeado todo lo que haría antes de llegar al último, el tipo de chica que debía tener, a cuantas personas debía hacer sufrir, de cuantos fracasados me iba a burlar pero nada de eso sucedía y me preocupé, no tenía novia y eso me desesperaba en cierto punto, no iba a empezar a salir con cualquiera, encontrar chicas inteligentes es demasiado difícil, por lo general las que lo son, no me prestan demasiada atención porque saben que me burlo de ellas o peor aún, son de las que no se retiraron y conocen mi historial delictivo, no a todas les parece eso atractivo, como mi antigua novia.
No hay nada que me moleste más que las chicas que enseñan demasiado (no soy machista, me refiero, que lo hacen más por las modas de esas de hoy en día), chicas del tipo que “en toda agua lluvia se quieren bañar”, es decir, que adoptan todo lo que esté de moda en el momento, por más estúpido y sin sentido que sea o peor aún, mucho peor, las que escuchan esa música de m****a que sale ahora, que no diré qué género es porque puede que se ofendan algunos de ustedes, pero es esa música que habla de la chica que se comieron o de la que se quieren comer, lo cual me parece lamentable y vergonzoso, pero bueno. Ese tipo de gente es el que más rápido se reproduce, es inconcebible.
Juro que cuando escucho esa música siento que me estuvieran defecando en el oído. Me entra un malestar en todo el cuerpo y me dan ganas de defecar. Mi estómago quiere estallar, como olla a presión, es una porquería.
Esta tarde estaba en la clase de biología, rodeado de un enorme silencio incómodo de gente que no se conoce con nadie y el profesor (era nuevo y como la gran mayoría, con cara de pocos amigos, tenebroso), en fin, él lo notó y nos mandó a ponernos de pie de uno en uno para dar un tipo de presentación personal, como una introducción o algo así. En ese momento, como vi a varios religiosos (lo podía intuir por el tipo de ropa que usaban), gamers, otakus, todo tipo de cosas horribles e inimagibales. No sé de donde pudo salir gente así de tremebunda, era desconcertante.
Aún no salía de mi asombro, cuando se me ocurrió algo para salir del aburrimiento. Sí, debo aceptar que todo ese absurdo plan, empezó fue por mero aburrimiento o tal vez, fue como un modo de sobrevivir yo solo. Tal vez eso era una excusa muy bonita para lo que estaba por hacer.
Empezaría a fastidiarlos por internet.
Mi perfil en línea muy poco lo usaba, más bien prefería las cosas personales, ese siempre fue mi estilo, pero es que ya tengo un prestigio tan malo que me es casi imposible hacer lo que quiero, sabía que nadie confiaría en mí, tendrían que estar locos para hacerlo. Entonces pensé en cómo hallar la manera, no podía volver a ser un matón de poca monta como antes, no hallaría a las personas indicadas para ello de nuevo. Pensé mucho tiempo y… no lo sé, tal vez, por la web podría crear algún tipo de mecanismo que me permitiera hacer el mismo tipo de cosas que hacía antes y mejor aún, sin ser rastreado.
Ventajas de la era digital (grave error del momento, el desprestigiar así la seguridad informática).
Iba caminando fuera de clases y de nuevo me crucé con la chica que me pateó, la miré y pensé: A esta chica no la he visto antes, ¡qué extraño! No la había visto jamás ni en descansos ni en los partidos, debe ser nueva. Me quedé mirándola mientras bebía agua de la fuente, noté que debajo de esa playera, había una persona que no me había molestado en notar, ¡Hasta era simpática! Era alta, no sé si tan delgada porque su camisa era bastante ancha pero sí parecía serlo, tenía un cabello rubio, casi blanco que se escondía tras una larga cola de caballo y una especie de sombrero o gorro encima, no sé qué era lo que traía en la cabeza ,pero era gris y tejido, ojos verdes inexpresivos, lucía bastante amargada las dos veces que la había visto. Lástima sus gustos tan nefastos, pero bueno. No todo puede ser perfecto y menos, mis decisiones, no sé por qué se me ocurrió hablarle. No tenía idea de lo que iniciaría al hacer eso, sería un antes y un después en mi vida.
Me acerqué, deteniéndome a su lado, pero sin decir ni una sola palabra y la miré de reojo. De inmediato, la rubia pareció intimidarse y miró hacia un costado, luego volvió a mirarme y repitió esto un par de veces, pero cuando enarqué mi ceja derecha y sonreí levemente, fue todo a peor y pareció irritarse.
-¿Qué carajos quieres?
-Nada.-Dejé de sonreír un momento, pero cuando sonreí aún más, el enojo en su rostro incrementó en tal punto que sentí pánico. Por poco me acribilla con la mirada.
-¿No tienes nada mejor que hacer?-Preguntó irritada y exhalé.
-Tu camisa.
-¿Qué? ¿te gusta para vendértela o qué? imbécil.-Reí fuertemente y pareció más confundida aún.
-Tu camisa, es francamente una porquería.-Su mirada, era tan incierta. Lucía completamente desconcertada y no sé si es que batallaba por dentro por incinerarme o simplemente, volver a patearme, tal vez en un lugar peor.
-¡Ah! No sé ni por qué pierdo el tiempo con un subnormal como tú.
-O sí, puedes vendérmela, la tela parece buena, podría limpiarme el c**o con ella.
-Vete al diablo.-Caminó un par de pasos, y francamente porque no tenía nada más que hacer, nada en absoluto, decidí caminar junto a ella.-No me sigas, nadie te da derecho a hacerlo.
-Nena, la vía es libre. Yo creo que tú me estás siguiendo a mí.-Exhaló y caminamos en silencio por un rato. La rubia se dirigió hasta una parte de la escuela que desconocía por completo. Era atrás, ni siquiera atrás de la cancha de fútbol, no. Más atrás aún, donde ni gente de dudosa reputación como yo, pisaba. Era cerca de la cancha sin terminar de béisbol, pero nadie entra por estos lares, porque es muy, muy feo el lugar. La cancha está casi en obra negra, sin terminar, llena de escombros y materiales, y más atrás, donde fuimos, había mucha vegetación y pupitres abandonados, todo lleno de grafitis y no de los buenos. Eran del tipo “atracadores de baja calaña”.
-¿Qué es esto? ¿la gente viene a hacer sacrificios humanos aquí?-Pregunté y me miró de reojo, más irritada aún. No lo dije en broma, el lugar olía a muerte, inspiraba a asesinar a alguien. Apenas pisé, me dieron ganas de cavar un par de tumbas.
-Vengo aquí a fumar.-La vi sacar un paquete de Marlboro rojos y colocar uno entre sus dientes, lo hacía de forma experta. La observé por un momento, no sé ni porqué y cuando lo notó, exhaló el humo que se disipó con el viento y me acercó el paquete en sus manos.
-¿Quieres uno?-Preguntó y asentí, pero no debí hacerlo. Fui torpe al ponerlo entre mis dientes, fui torpe al encenderlo, por poco lo dejo caer y fue peor cuando el humo llegó a mis pulmones. Creí que me ahogaría o que me incineraría por dentro. Tosí bastante, tanto, que por poco se me sale el pulmón izquierdo (creo que el derecho está mejor sujetado, tengo esa teoría desde niño) y ella me miraba decepcionada.-Si nunca has fumado, no dejes que nadie te pervierta.
-Si he fumado antes…-Mentí.-Pero creo que tengo la gripe aviar.
-¿Ah sí?-Terminó de fumar su cigarrillo, lo apagó y lo arrojó entre la basura.-No aceptes hacer todo solo porque alguien te lo ofrece. Qué irritante es la gente que en toda agua lluvia se quiere bañar.
Concluyó con esta frase y la observé alejarse. Eso fue muy curioso, esa analogía, es exactamente la que yo uso siempre, lo que más detesto en alguien. Qué extraño.
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-¡Nathan, por tu culpa Jimmy me dejó!-Me gritó mi hermana quien lloraba a moco tendido.
-¿Y yo qué hice?-Le dije mientras me sentaba a su lado en la cama.
-¡¡Bájate m****a!!
-Con ese aliento a pies que traes me dan ganas de arrancarme la nariz, ¿qué acaso le lamiste el pie a Jimmy para que no te dejara? Eso es muy vergonzoso Nina. En mis tiempos, hubiera bastado con una carta amenazante y el acoso incesante de dos años, así tal vez habría funcionado.
-Eres un imbécil.
-Tú lo eres más, por chupar pies, más bien dime, ¿por qué es mi culpa?
-Es porque lo escupiste todo el invierno hasta que se hartó y me dejó.
-Ah sí, lo hice…-Le dije evitando reírme.
-Por favor, habla con él. Hazle cambiar de parecer.-Me dijo en un tono que me hizo conmoverme un poco, así que accedí.
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Me dirigí enseguida al apartamento del Jimmy, le dije que iría a hablar con él al día siguiente, pero ella se puso bastante insistente así que me tocó ir enseguida. Ellos llevaban dos años de relación y él ya estaba en la universidad, Lucía entre veces se escapaba para irse a dormir con él y bueno, ya estaba bastante grande como para saber lo que hacía, ella este año iba a graduarse mientras a mí todavía me faltaban setecientos treinta días más.
Me detuve ante su puerta y pensé en hacerlo llorar como otras veces lo logré. A pesar de que era mayor que yo por casi cuatro años, era un m*****o cobarde. Jimmy era un tipo completamente decepcionante. Tanto su apariencia, vestimenta, su corte de cabello lo hace ver tan pateable que siempre tengo que contenerme al verlo, mis piernas se empiezan a mover solas en dirección suya y Lucía me lanza su mirada fatal, de que no le agreda al engendro y me veo o******o a retroceder, pero lo peor del todo no era su apariencia mediocre, el gel de su cabello o la eterna goma de mascar en sus dientes, no. Lo peor, por lejos, era su olor. No hallaba palabra alguna para describir su olor, algo que se le asemejara. Fue incógnita que me mantuvo obsesionado con el transcurrir de los años. Jimmy olía como a… calcetín, sudado, mezclado con olor a un pie con uñas de esas que son como de color amarillo, tal vez por pudrición, hongos o alguna porquería de ese estilo. Entonces era un olor como a calcetín, con un pie de poca monta dentro, tal vez de un señor de mediana edad con contextura deplorable, sería lo más probable. Era una mezcla de muchas cosas, nada agradable, pero al final decidí concluir con una sola: Jimmy olía a calcetín, no había otra explicación.
Qué porquería.
Por supuesto, este detalle no lo pude dejar escapar. Nunca le dije en palabras textuales que olía a calcetín, pero cada vez que llegaba a casa con Lucía, le lanzaba sutiles sátiras. Cada vez que cumplía, le regalaba calcetines o si estaba en el patio junto a ella o amigos, le arrojaba alguno de los calcetines recién usados del viejo, es decir, putrefactos, o a veces dejaba alguno de sus calcetines usados, encerrados en lugares húmedos por días, y cuando los sacaba, en el peor momento de la pestilencia, se los arrojaba y de inmediato huía de la escena del crimen. Nunca fui d*********o o bueno, nunca lograron verme, pero era lógico que era yo porque si no, tendría que ser algún fantasma que no tenían idea de que convivía con nosotros.
Recuerdo una ocasión, la última navidad. Papá por supuesto, se rehusó a preparar alguna cena especial o siquiera, celebrar así sea bebiendo un vino o cualquier cosa, es otra de las cosas que cambiaron, el viejo no celebraba nada, pero Lucía, por supuesto, no iba a aceptar no celebrar la navidad y se esmeraba mucho para esas fechas. Preparaba cenas completas, no tan buenas como las de mamá, pero se esforzaba muchísimo y le quedaban bastante bien. Yo la ayudaba a veces a cocinar, decorar y demás, pero cuando fue el día 24 y nos disponíamos a celebrar navidad (obligando a papá a salir de su habitación), vi que sonó el timbre de la entrada y tuve que esconder mi rostro para no romper en risas al ver a Jimmy, entrar con un suéter, del estilo estadounidense, de navidad, combinado con un gorrito, que tenía luces, ¡tenía jodidas luces que salían de él! y podía escuchar una música irritante.
Lucía me lanzó una mirada de advertencia, que sirvió de poco o nada, era imposible no estallar en risas al ver una grosería semejante. Jimmy esa noche vino con su hermano, se parecía a él en el aspecto mediocre, pero al menos, no olía a calcetín y se le agradecía grandemente el hecho. Trajeron unos postres, que ni loco pensaba comer, no quería toparme con alguna de las uñas de Jimmy, pero todos comieron y la cena fue tranquila, hasta divertida.
Más tarde, cuando el viejo accedió a abrir una de sus botellas (él colecciona licor del bueno, desde joven y tiene millones de pesos invertidos en botellas, que esconde celosamente en un armario bajo llave), nos sentamos en el patio, porque es un lugar agradable, es grande, tiene césped, columpios, un árbol y es bonito. Oscar, el hermano de Jimmy, puso música de Ricardo Arjona y cantaba como si se le fuera la vida en ello. Bueno, prefería escucharlo cantar a él, que cuando el viejo pone su música, que es del tipo, Alfredo Gutiérrez y esas groserías. Cómo bebíamos coñac, no sé cómo el viejo accedió a que yo bebiera, a veces creo que se hacía el tonto en ciertos aspectos porque no puede ser tan inocente, no podía creer en verdad que yo jamás había bebido y más con mi historial, papá conocía más mi historial delictivo que mamá y agradecía el hecho de que no le hubiese contado todo, al menos no lo grave, como cuando estuve en la UPJ (allí arrestan por horas), con Andrés. Aunque eso sí, el no era alcahueta ni mucho menos. Cuando fue a sacarme de ese lugar, no dijo nada en el momento, sólo firmó y me sacó de allí, pero cuando nos acercamos al auto y no había nadie cerca, el viejo me dio tremenda bofetada que por poco me zafa la cabeza. Me reinició el sistema ese día y no dije nada, no merecía menos, es más, yo en su lugar me hubiese abofeteado hasta que me ardieran las manos, pero sólo me miró y me advirtió, que la próxima vez, la bofetada no sería con su mano derecha (la mano de papá es gigante, es terrorífica), sino con su pie y entonces decidí no ir preso nunca más.
Bebimos un par de horas y cuando todos parecían ebrios, incluyendo al viejo, veía un poco borroso y no sé de donde, saqué un cuaderno y dibujé a Jimmy, lo dibujé sonriendo, pero con cuerpo de calcetín y le dije que ese era mi obsequio de navidad hacia él. Lo miró confundido y Lucía, quería hacerme pedazos con la mirada, porque conocía mi teoría del calcetín, cosa que ella no compartía, y cada vez que lo mencionaba, la irritaba tanto que me pegaba, pero nunca abandoné mi posición ante el calcetín.
-Oye tú, Nathan.-Me habló el calcetín, enojado y lo miré a los ojos. ¿Qué carajos? ¿por qué siempre me regalas calcetines? Ahora incluso los dibujas, ¿es que acaso crees que soy el hombre calceta o qué? ¿tienes alguna especie de fetiche raro con ellos?
Hombre calceta, eso era muchísimo mejor. Es precioso, quise llorar.
-Eh, no. Es sólo que te veo, y veo calcetas por doquier.
-¡Cállate Nathan!-Exclamó Lucía y todos la miraron confundidos. Reprimía la risa, tanto, que mis ojos lloroseaban y Oscar, reía de sólo verme así. Me agrada ese tipo.
-¿Quieres escuchar una curiosa teoría?-Pregunté a Jimmy, pero Lucía fingió sentirse mal y ambos se alejaron.