Capítulo 8

1341 Words
Nate Ella continuó con el ritual como si la desaparición del profesor Nightshade fuera un incidente menor, algo esperado y rutinario. La misma escena, sorprendentemente, se repitió con la profesora Cresswell, el profesor Merrick y el rector Valthor. Cada uno, al ser consumido por la oscuridad, desapareció sin dejar rastro. Mi cuerpo temblaba, no de miedo, sino de impotencia y frustración por no poder intervenir en ese momento. La sensación de no tener control sobre el destino de los nuestros era abrumadora. Solo podíamos esperar y confiar en que estarían seguros hasta que nosotros llegáramos a ese lugar y pudiéramos ayudar de alguna forma. Finalmente, llegó el turno de Diana Lockheart. Contuve la respiración, mi corazón latiendo con fuerza contra mi pecho. La rectora y la doble de Diana Lockheart se enfrentaron en un momento cargado de tensión, un encuentro silencioso pero intenso. Pude percibir una chispa de desagrado pasajero en los ojos de la rectora, una emoción oscura que intentó disimular con un rápido parpadeo. Su gesto fue breve, pero suficiente para revelar la complejidad de sus sentimientos hacia Diana. Con un semblante que regresó rápidamente a la neutralidad, le entregó la copa del ritual a Diana, quien la aceptó con un leve temblor en sus manos. Ella bebió el contenido de la copa con determinación antes de dirigirse a enfrentar el destino que la antigua piedra decidiría para ella. La luz y la oscuridad comenzaron a danzar alrededor del obelisco, moviéndose en un torbellino que poco a poco descendía hacia ella. Observé, con el corazón en la garganta, cómo las fuerzas de la luz y la oscuridad luchaban por reclamarla, cada una tirando con fuerza en una batalla visualmente impresionante. La tensión en el aire era opresiva, y todos los presentes contuvieron la respiración mientras el conflicto entre luz y oscuridad se intensificaba. La lucha llegó a sus pies, y en ese momento crítico, la sombra comenzó a ganar terreno de manera alarmante. No pude contenerme más. Jack y yo nos levantamos simultáneamente, impulsados por un instinto protector. La desesperación se apoderó de mí mientras veía cómo la oscuridad envolvía cada vez más a Diana. Ella se giró hacia nosotros, sus ojos encontrando los de Jack y los míos en una mirada que estaba cargada de una mezcla de amor, miedo y resignación. Su mirada me penetró tan hondo, sintiendo un dejá vú con el recuerdo de Lena. Corrí hacia ella, cada paso impulsado por la urgencia y la esperanza de alcanzarla antes de que fuera demasiado tarde. Jack también avanzaba, su expresión era una máscara de determinación y pánico. Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos, llegamos tarde. Justo cuando extendía la mano para tratar de alcanzarla, Diana fue consumida completamente por la sombra, desapareciendo frente a nuestros ojos sin dejar rastro. El lugar donde Diana había estado segundos antes ahora estaba vacío, solo la piedra continuaba brillando maliciosamente. El shock de su desaparición abrupta nos dejó paralizados por un momento, mientras la realidad de lo ocurrido se asentaba dolorosamente en nuestros corazones. —Bueno... agradecemos a la gran madre por los magos de oscuridad que nos libró, —proclamó la rectora, levantando las manos al cielo mientras todos a su alrededor estallaban en aplausos. Todos, excepto nosotros. Su voz, cargada de una malicia apenas velada, continuó. —Empecemos contigo, aprovechando que estás parado. Extendió la copa hacia mí con una sonrisa sardónica que no intentaba ocultar su hostilidad. Jack me lanzó una mirada rápida, sus ojos transmitiendo una mezcla de preocupación y algo más que no logré descifrar en ese momento, volviendo con los hombros caídos a su lugar. Tomé la copa con resignación y me dirigí hacia la piedra, consciente de que, independientemente del resultado, nuestro destino ya estaba decidido. Bebí el contenido de la copa y me enfrenté al obelisco. A pesar de la incertidumbre, había una determinación firme dentro de mí; encontraríamos la manera de regresar, sin importar lo que revelara el ritual. Instantáneamente, una luz brillante y pura irrumpió desde el centro de la piedra, lanzando un rayo que me alcanzó directamente en el corazón. Un calor abrumador me recorrió, sintiendo cada fibra de mi ser vibrar con una magia renovada y poderosa. Gemí recibiendo de golpe todo el poder de mis Arcanos una vez más. "Estamos aquí," susurraron los Enamorados en mi mente, su presencia reconfortante y familiar. "Aún no estamos listos para rendirnos, hijo," añadió el Emperador con autoridad, su voz resonando con fuerza y determinación dentro de mí. "Recuperaremos lo nuestro, chico," afirmó la Torre con una convicción que me llenó de un nuevo coraje. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al disfrutar de la sensación de la magia fluyendo de nuevo en mí, la energía pulsando a través de mis venas como una marea viviente. Me sentía revitalizado, más fuerte y más preparado para enfrentar lo que viniera. Regresé a mi lugar con pasos firmes y decididos, sintiéndome más seguro que minutos antes. —Mis Arcanos han recuperado su poder, —le susurré a Julián a mi lado, quien rápidamente se giró para pasar el mensaje a los demás. —Seraphina Vale, —anunció la rectora, su voz retomando el control de la ceremonia. Seraphina se levantó con una sonrisa tímida en los labios, tal vez anhelando, como yo, volver a sentir su propia magia de la Sacerdotisa. Ella, quien siempre había sido la más dulce y amable de nosotros, avanzó hacia el ritual con una sonrisa tímida que ocultaba ligeramente su nerviosismo. A medida que se acercaba al obelisco, su paso era cauteloso pero decidido, como si tratara de prepararse internamente para aceptar cualquier destino que la piedra le deparase. La multitud observaba en silencio, expectante, capturada por la gracia con la que se movía hacia el centro de todos los ojos. Tomó la copa de manos de la rectora con un gesto suave, casi reverencial, y bebió el contenido en un solo trago. Su expresión permaneció serena, un reflejo de su fuerza interior que a menudo pasaba desapercibida debido a su gentileza habitual. Con la copa aún en mano, la depositó delicadamente sobre una mesa cercana y se giró para enfrentar la piedra. Por un breve instante, todo pareció detenerse; el tiempo se suspendió mientras la luz de la piedra comenzó a palpitar, emitiendo un brillo que poco a poco se intensificaba. Sin embargo, lo que ocurrió fue algo que ninguno de nosotros esperaba. En lugar de la luz pura y brillante que había envuelto a los demás magos de luz, una masa de sombras comenzó a surgir desde la base de la piedra, como si estuvieran despertando de un sueño profundo. Estas sombras se movieron con una vida propia, girando y retorciéndose en el aire con una agilidad perturbadora. En un movimiento que parecía casi vivo, las sombras se abalanzaron hacia Seraphina, envolviéndola con una velocidad vertiginosa. El cambio fue tan abrupto que apenas tuvimos tiempo de reaccionar. La multitud exhaló un grito colectivo, un sonido de sorpresa y miedo que llenó el aire. Las sombras, densas y aparentemente hambrientas, la rodearon completamente, oscureciendo su figura hasta que, en menos de un segundo, ella simplemente desapareció ante nuestros ojos. —¡Seraphina! —gritó Marco, su voz desgarradora cortando a través del silencio que siguió. Su rostro, pálido de horror, estaba marcado por la angustia mientras corría hacia el lugar donde ella había estado, como si pudiera revertir lo sucedido con solo su voluntad. En el lugar donde Seraphina había estado hace unos segundos, se veían solo un par de sombras danzando, como si se deleitaran con los ecos de su presencia. El shock de su desaparición repentina nos dejó a todos paralizados. Jack y yo, junto con el resto de nosotros, que aún estábamos aquí, nos quedamos mirando el espacio vacío, incapaces de comprender totalmente lo que acababa de suceder. La rectora, sin embargo, no mostró signo alguno de sorpresa o preocupación. Su expresión permanecía impasible, como si la absorción de Seraphina por la oscuridad fuera un resultado esperado o incluso deseado del ritual.
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