Nate
Regresamos a la casa que nos habían asignado, sintiendo el peso del mundo sobre nuestros hombros. El aire estaba impregnado de una mezcla de preocupación y expectativa. Los demás, que habían estado esperando nuestra vuelta, nos miraron con ojos ansiosos, buscando en nuestras expresiones alguna pista de lo que había sucedido.
Valthor y Jack apenas cruzaron la puerta cuando hicieron una breve señal con la cabeza hacia los otros adultos, indicando que necesitaban hablar en privado. Se dirigieron a otra habitación, cerrando la puerta detrás de ellos con un suave clic que resonó en mis oídos con una nota de exclusión.
Esa simple acción me irritó profundamente; me sentía como si nos estuvieran dejando afuera de decisiones importantes, como si nuestra capacidad para entender la gravedad de la situación fuera menor.
—¿Y bien? —preguntó Marco, su voz cargada de una ansiedad que vibraba en el aire.
Me dejé caer en el sofá, que emitió un crujido suave bajo el peso de mi desánimo. El tacto del tejido viejo y desgastado de los cojines apenas se registraba bajo mis dedos.
—La cosa no está nada bien, —respondí, mi voz baja, casi un murmullo cansado. —Aquí la magia es diferente, se separan por magos de luz o de oscuridad, hay un ritual...
Julián, que había estado apoyado contra la pared con los brazos cruzados, se enderezó de golpe, su expresión cambiando a una de preocupación marcada.
—¡Oh, no! —exclamó, pasando una mano por su cabello. —No quiero saber nada de rituales, nunca más.
Sus palabras capturaron perfectamente el sentimiento de desasosiego que parecía haberse instalado entre nosotros.
—Bueno, no tenemos mucha opción, —continué, sintiendo una pesadez en el estómago. —La rectora quiere que hagamos ese ritual esta noche, para saber qué tipo de magia tenemos...
Terminé la frase con un suspiro resignado, uno que pareció vaciar todo el aire de la habitación.
—Nos dejará libres después de eso, —añadí, intentando encontrar algo de esperanza en esa promesa, aunque la incertidumbre de lo que implicaba el ritual me mantenía tenso.
Seraphina se sentó junto a mí, su mirada fija en el suelo mientras reflexionaba.
—Pero nuestra magia es de Arcanos, son seres de luz, no deberíamos tener problemas...
Su comentario fue un pequeño consuelo, pero la verdad es que ninguno de nosotros sabía realmente cómo se comportarían nuestras magias en este nuevo contexto, ni cómo serían interpretadas en un lugar que claramente jugaba con reglas diferentes.
Un grito furioso interrumpió la conversación, saliendo abruptamente de la otra habitación. Todos en la sala nos sobresaltamos, nuestras cabezas girando hacia la fuente del sonido casi simultáneamente.
—¡Es una puta mierda! —la voz de Moon resonó con un tono áspero y cargado de ira a través del espacio, vibrando contra las paredes y haciendo eco en el silencio que siguió. —¿¡No se terminará esta maldición!? ¿Si tenemos magia oscura nos enviarán a la grieta? ¿Qué mierda es ese lugar?
Su voz, llena de frustración y miedo, inyectó una dosis de realidad aún más cruda en nuestra ya complicada situación. Todos en la sala voltearon a mirarme, sus rostros llenos de preguntas y una ansiedad palpable.
—A mi favor, no había llegado a eso aún, —dije rápidamente, levantando las manos en un gesto de defensa, intentando calmar los ánimos y dar un poco de espacio a mis palabras. —Y antes de que lo pregunten, no sé qué es eso de la grieta. Pero sí, quienes tengan magia oscura son llevados a ese lugar.
Las palabras salieron de mi boca con un peso que no esperaba, y mientras hablaba, podía sentir cómo cada sílaba aumentaba la tensión en la habitación. La mención de "la grieta" había sembrado una semilla de temor que ahora crecía rápidamente entre nosotros, alimentada por la incertidumbre y las posibles implicaciones del próximo ritual.
En los rostros de mis amigos vi reflejado un miedo que resonaba hondamente con el mío propio; estábamos todos en este extraño y nuevo mundo, navegando por aguas desconocidas y potencialmente peligrosas, donde cada revelación parecía traer consigo más preguntas que respuestas.
—Entonces, eso es todo... —murmuró Marco a mi lado, su voz baja y temblorosa reflejando la resignación y el peso de nuestra realidad inevitable. Se hundió más en el sofá, como si la simple idea de enfrentar el ritual le drenara toda la energía. —Lo queramos o no, tenemos que pasar ese maldito ritual para poder irnos de aquí.
—Necesitamos recuperar el poder de los Arcanos... —dijo Seraphina, su voz era un susurro apenas audible, cargado de esperanza y desesperación a partes iguales.
Julián, usualmente el más alegre, ahora mostraba signos claros del estrés que esta situación le generaba. Se sostenía el puente de la nariz con los dedos, mientras su otra mano apretaba el borde de la silla. Su postura encorvada y su mirada perdida en el suelo hablaban de la carga que todos sentíamos.
—Sí, —la apoyó con un suspiro pesado, levantando la vista brevemente antes de dejarla caer de nuevo.— Sin la energía de los Arcanos, toda nuestra magia está dormida.
Seraphina dejó escapar un suspiro profundo, lleno de frustración y cansancio, antes de levantarse abruptamente. Su movimiento pareció romper la inmovilidad que nos había consumido.
Marco la miró enseguida, captando el cambio en su actitud. Una chispa de amor brilló en sus ojos al verla ponerse de pie.
—Aquí no vamos a poder encontrar respuestas, —dijo con voz firme, su mirada desplazándose de nosotros hacia la puerta. Su cuerpo en movimiento sugiriendo una decisión ya tomada. —No podemos salir de la Academia, pero podemos caminar alrededor, tal vez alguien nos pueda explicar algo...
Sus palabras resonaron en mí, despertando un sentimiento de acción.
Mejor que quedarnos esperando a la noche, pensé.
Sin decir una palabra más, me levanté, motivado por su iniciativa. Mis músculos, tensos por el estrés y la incertidumbre, agradecieron el movimiento.
Para cuándo cruzamos el umbral, Marco y Julián estaban justo detrás de nosotros.
Julián ajustó su chaqueta con gestos mecánicos, claramente intentando disipar su propia ansiedad mediante la acción. Marco, con una última mirada determinada hacia la habitación que acabábamos de abandonar, cerró la marcha.
Caminamos juntos, un frente unido, mientras salíamos de la casa. Aunque no sabíamos qué encontraríamos, la sola acción de moverse y buscar respuestas nos daba una especie de consuelo, un sentido de propósito en medio del caos.
—¡Por los dioses! —la voz alarmada de Julián resonó, y giré rápidamente hacia él, preparado para cualquier cosa.
Sin embargo, Julián no había gritado en alarma; más bien, sus ojos se habían abierto enormemente, reflejando una mezcla de sorpresa y asombro al mirar hacia adelante. Seguí su mirada y entendí su reacción.
—¡No puedo creerlo! —exclamó Julián, su voz vibrante de emoción al observar con deleite a su doble de esta dimensión.
Era casi como mirar a través de un espejo que no solo duplicaba su imagen sino también capturaba la esencia de lo que podría haber sido su vida en otra realidad.
Los dos se movieron casi simultáneamente, cerrando la distancia entre ellos con unos pocos pasos rápidos y se fundieron en un abrazo que parecía cargar años de amistad.
—Llevo horas esperando para ver con mis propios ojos lo que Lena me había dicho, —confesó el doble, separándose ligeramente para mirar mejor a nuestro Julián.
La conexión entre ellos era visible en sus miradas y sus gestos, como si de alguna manera, a pesar de ser completos extraños, compartieran un vínculo más profundo.
—Bueno, a nosotros ni nos habla, —respondió el Julián original con una sonrisa forzada, su tono ligero tratando de esconder la pizca de dolor que esas palabras llevaban.
—No te lo tomes personal, siempre ha sido así, más cuando Na... —su doble empezó a decir algo más, pero sus palabras se cortaron abruptamente. Sus ojos, llenos de una repentina cautela, se desviaron hacia mí.
El aire pareció espesarse, un silencio incómodo cayendo sobre todos mientras la mirada del doble de Julián se clavaba en mí con una intensidad inesperada.
—Sería genial que en vez de que me miren así me dijeran de una vez por todas qué hizo mi doble como para recibir este trato, —dije, mi paciencia ya al límite. La frustración se mezcló con la curiosidad, coloreando mi tono con un matiz de desesperación.
El doble de Julián se detuvo, su rostro atravesado por una sombra de duda antes de decidirse a hablar. Tomó aire y luego se alejó unos pasos, creando una distancia física que parecía reflejar la gravedad de lo que estaba a punto de compartir.
—Para empezar, —comenzó con voz cautelosa, midiendo cada palabra mientras sus ojos nos barrían a todos, evaluando nuestras reacciones, —Nate era un mago de oscuridad... Así como Seraphina y Marco...