―Quiero que dejes a Carolina en paz, no quiero que te acerques a ella ―me amenazó Benjamín luego de llevarme a su oficina.
―No me interesa tu secretaria, pero ahora que estás tan bien con ella, podrías dejarme libre a mí, ¿no te parece? ―sugerí con inocencia.
―No, no mientras haya una probabilidad de que arruines mi vida.
―Vamos… ¿Crees realmente que me interesa una simple mortal y que te voy a hacer la vida insoportable con ella? Te creería si fuera Rithana, porque jamás la vas a tener, mucho menos ahora que no volverá a la vida ―me burlé, pero su mirada me puso en alerta. Algo no estaba bien.
―Escúchame, “Jorge”, no quiero que te acerques a ella de nuevo, ¿me oíste?
―Sí, te escuché y no te preocupes, no me interesa en lo más mínimo tu nueva secretaria.
―Está bien, te creo, espero que no me juegues una mala pasada.
Sonreí, ¿quién se creía? Yo era el mayor, él no iba a decirme qué podía o no podía hacer.
―Estás advertido ―me amenazó acercándose mucho a mí.
―Mira, Benjamín, no me interesa tu secretaria, deja de molestarme. Si ella fuera Rithana, otro sería el cuento, porque ella debió pertenecerme a mí desde un principio, sin embargo, fuiste tú quien me la arrebato de mi lado, siempre quisiste todo lo que me correspondía.
―¡No es cierto!
―Claro que sí, ¿acaso crees que no me daba cuenta de la relación que tenías con mamá? Ella jamás me quiso…
―No puedes decir eso, ella nos amaba por igual a todos, hizo todo su esfuerzo por nosotros, nuestros hermanos estaban muertos y ella dio su vida por ti y por mí, nos envió con Rodhon y Khala para que nos cuidaran, se preocupó hasta el último momento que estuviésemos bien. No puedes decir que no te amaba.
―Sí, claro, en ese momento no podía hacer distinción entre nosotros, se hubiera notado demasiado, pero siempre fuiste su favorito… Eras el menor, eso era lo que ella decía, también que tu carácter era demasiado blando, que eras “vulnerable”. ―Sonreí con amargura, estaba molesto, él no aceptaba que todos lo preferían a él, en cambio a mí, todos me apartaban, solo Khala estuvo conmigo. Y ella ni siquiera me recordaba ni quería ningún acercamiento conmigo.
―Alejandro… ―Me puso la mano en el hombro, como si yo necesitara su lástima.
―No me toques, no necesito tu lástima ni tu falso cariño, jamás hemos sido hermanables, siempre has sido el ladrón de mi vida, desde el mismo día en que naciste y todos comentaban lo “lindo” que eras. Desde ese momento, yo pasé a ser un estorbo para mi familia, para mi madre, todos se desvivían por atenderte, en cambio a mí… A mí me dejaron de lado, me relegaron a un segundo plano, yo ya no existía para ellos.
―No digas eso, Alejandro, no es verdad ―Quiso consolarme con un tono forzado de comprensión.
―Es la verdad, hermanito, tú siempre fuiste el preferido. ―Hice una pausa y sostuve su condescendiente mirada con rencor en la mía―. Y cuando tenía lo único… lo único ―recalqué―, lo único mío, verdaderamente mío… ¿Me lo robaste? Rithana era mía, debía ser “mi” esposa, mi mujer, la madre de mis hijos. Pero no. No podías verme feliz, ¿verdad? Todo lo querías para ti mismo. No, Ptolomeo, nunca te dejaré ser feliz.
―¿Por qué nunca dijiste que sabías que Rithana estaba enamorada de mí? Ni siquiera yo lo sabía.
―¿Por qué? Porque nadie me hubiera creído, además, a nadie le hubiera importado. ¿Crees de verdad que a alguien le importaba lo que me ocurría? Estoy más que seguro que mamá hubiera preferido que hubiese sido yo el muerto y no Cesarión, él era el primogénito, el que debía llevar todos los privilegios. Nos traicionó, traicionó a nuestra tierra, nuestro pueblo y, por sobre todo, a nuestra madre, por él la mataron, por él tuvimos que escapar de nuestro país como delincuentes. Pero ella lo seguía prefiriendo por encima de mí. Y tú nunca lo viste, porque jamás te importó.
Benjamín me miró sin decir nada, estoy seguro deque no sabía qué decir. Por un ínfimo segundo esperé que él me contradijera, que me mostrara con hechos que no era así, que me dijera al menos que estaba equivocado, y no, no iba a ser así, porque era verdad todo lo que estaba diciendo.
―De ningún modo quise hacerte daño, Alejandro, jamás. Si Rithana no hubiese dicho aquella noche que estaba enamorada de mí, te juro que jamás le hubiera confesado mi amor, ni a ti ni a ella. Ustedes estarían juntos.
―No digas eso, tú sabías perfectamente que ella te amaba a ti y no a mí.
―No lo sabía, te lo juro.
No podía seguir allí, mirándolo a la cara y ver el cinismo en su mirada. Di la media vuelta para irme de allí, pero él afirmó mi brazo.
―No te vayas así, por favor, no es verdad lo que dices, yo jamás quise lastimarte.
Lo miré y una débil sonrisa se dibujó en su rostro, se veía afectado, yo no permitiría que él se burlara de mí, que él quisiera después de dos mil años, arreglar todo el asunto. Y tomé una decisión. Una decisión que cambiaría el rumbo de toda nuestra historia.
―Por favor, créeme ―insistió―, de verdad nunca quise herirte.
No podía creer eso. Sobre todo en ese tiempo en el que Rodhon me seguía contando cómo Benjamín buscaba y buscaba la forma de destruirme, no era fácil, él no descansaba, por eso no me dejaba libre, para tenerme cerca cuando ya estuviera listo para acabar con mi vida.
―Te lo juro, por los dioses de Egipto, que jamás quise lastimarte. Nunca fue esa mi intención ―volvió a decir.
―Pero la mía sí, siempre quise herirte, siempre quise vengarme y no descansaré hasta verte destruido, hecho polvo, “hermanito”. Te odio. Y siempre te odiaré. Nunca serás feliz ―dije con mi corazón destrozado.
Como ya estaba harto, no me salí de allí como una persona normal, simplemente desaparecí de la vista de mi hermano.
Luego de un rato, que ocupé para calmarme, aparecí fuera de la sala de reuniones, donde ya estaban todos comentando la “excelente idea” de Carolina. Y se me ocurrió un plan. Yo no estaba interesado en ella y mi hermano sí, a tal punto que despidió a Tamara por ella y yo no desaprovecharía esta oportunidad para hacerle la vida miserable.
En cuanto se fueron los gerentes de Mares, miré a Miguel y le hice un gesto para que hablara.
―Esto hay que celebrarlo ―sugirió a instancias mías―. ¿Qué tal si vamos al pub después de la oficina?
―¡Sí! ―contestaron todos a coro. Yo sonreí, eso era lo que estaba esperando.
―¿Y tú? ―le preguntó Miguel a Carolina al ver que estaba poco entusiasta.
―No, yo estoy cansada, vayan ustedes.
―Vamos, solo será un rato ―suplicó.
―Si quieres yo te llevo a tu casa después ―me ofrecí con suma amabilidad.
Ella de inmediato miró a mi hermano, él la miraba sin ningún gesto en su rostro.
―No, gracias ―repitió con la vista baja.
―Vamos ―insistió Miguel―, así te relajas un rato, eres nuestra invitada estrella, gracias a ti podemos celebrar y, además, eres nuestra nueva líder.
―Solo un rato ―accedió con timidez.
―Bueno, nosotros debemos preparar la reunión con los accionistas ―indicó Benjamín saliendo de la oficina, ella lo siguió como un perrito faldero.
―¿Qué le pasa al jefe con esa mujer? ―me preguntó Miguel.
―Se enamoró.
―Así parece.
―Por lo menos no es una cazafortunas.
―No, se ve una buena chica.
―¿Y Tamara?
―Fue despedida. Era cuestión de tiempo.
―Sí, por fin, esa tipa no hacía más que jugarnos en contra todo el tiempo. Menos mal que el jefe se dio cuenta.
―No se dio cuenta, la echó por Carolina, hay que irse con cuidado, pareciera que cree que es de su propiedad.
―Bueno, él cree que todos somos de su propiedad ―bromeó mi compañero.
―Sí, tienes razón ―respondí del mismo modo.
Esa tarde nos fuimos todos juntos, nos encontramos en el primer piso, a la salida del edificio y cruzamos al pub que estaba al frente, la verdad era que todos acarreaban el cansancio de la semana y de los últimos días, en especial, con esa maldita cuenta. Cuando salimos, me acerqué a la secretaria de mi hermano, a propósito, para lograr una complicidad, de todos modos, no usaría mis poderes con ella, no la quería para mí, quería que mi hermano sintiera los celos en sus entrañas. Sabía que él nos miraba desde su enorme oficina, también sabía que podía vernos perfectamente, tomé del brazo a Carolina, ella me apartó con suavidad, no quería ser maleducada, lo que me daba una chance de, si no manipularla, por lo menos confundirla. No quería usar mis poderes con ella, que podían durar días y no quería eso, al final, ella no tenía la culpa de nada.
Sin embargo, algo salió mal. De alguna forma, un vaso de cerveza negra artesanal me sacó de mis sentidos. Comencé a molestar a Carolina de un modo desmedido. Quería conquistarla, menos que eso, solo quería confundirla, que no se sintiera atraída a mi hermano, pero como dije, no usaría mis poderes con ella, dejarla de por vida marcada no era mi estilo, no lo haría. Solo quería vengarme de mi hermano, no de ella y se me estaba pasando la mano y no podía controlarme, por más que lo quisiera. Rodhon me miraba con censura, Carolina estaba esquiva conmigo y Verónica, ella parecía detestarme, la única que siempre estuvo conmigo, me despreciaba, y con la actitud que tenía, era peor. ¿Qué me estaba ocurriendo?