Al día siguiente, llegaron ellos, mi hermanito y su secretaria a ver cómo andaban las cosas. En realidad no era que hubiéramos avanzado poco. La verdad sea dicha: no habíamos hecho nada.
―¡Les p**o un sueldo para que hagan algo mejor que esto! ―gritó Benjamín―. Si Carlos logra llevarse esta cuenta, ¡¡¡están despedidos!!!
Todos se miraron asustados. Ojalá me despidiera a mí. Sonreí para mis adentros.
Entre disculpas nuestras, culpas y enojos de Benjamín, la intervención de su adorada secretaria y el descontrol de Tamara, todo terminó en caos. Tamara salió de la sala, Benjamín se aseguró de que Carolina estuviera bien y después se fue a hablar con Miguel y la pobre chica quedó sola en medio de la sala, sin saber qué hacer. Me acerqué para saber cómo era en realidad.
―No sé si decirle esto a Benjamín, pero Tamara nos ha boicoteado este trabajo, no nos deja avanzar y todo lo que hacemos lo sabe Carlos. Creo que Tamara nos está traicionando―le dije sin mentir.
―¿Crees eso, que Tamara…? ―me preguntó con sus grandes ojos marrones incrédulos.
Hubiese querido tocarla para saber de dónde había salido esa niña que había conquistado el viejo corazón de mi hermano.
―En realidad no lo creo, estoy seguro, pero no quiero problemas, ya viste cómo es. ―Aproveché el escándalo recién hecho. Quería que esa chica confiara en mí, quería estar seguro de que entre ellos algo había, y si no lo había, entonces, debía hacer que pasara. Así, tal vez, Benjamín, me dejara tranquilo.
―No te preocupes, si es así, la desenmascaremos ―me aseguró clavando su mirada en los atriles con los dibujos―. ¡Ya sé! ―gritó de pronto y yo me sorprendí―. Podría ser un tren que viaja hacia un lugar romántico…
Tamara entró en ese momento de vuelta a la oficina y miró con desdén a Carolina que estaba a mi lado.
―Un tren que viaja a un lugar romántico, de ensueño, ambos por separado con la ropa de la nueva temporada, de pronto, él la ve, la enamora, no sé, una carta con una letra hermosa con el slogan: “Romance, vive el amor”. Etc., etc., etc.
Hubo un intercambió de miradas con mi hermano y ambos sonrieron. Ella con timidez, él, con admiración, más que eso, adoración.
―Sí, buena idea ―intervino Miguel.
―Esa es mi chica ―Benjamín no dejaba de mirarla con el brillo del amor en sus ojos. Hablando de sentimentalismos.
―No lo sé ―intervino Tamara―. ¿No es muy cursi?
―¿Acaso no es cursi el amor? ―Otra vez se pondrían a discutir las dos chicas. Era cansador. Aquello era mi culpa, yo hice que Tamara sintiera odio, no solo a mí, sino también a su entorno. Y claro, obviamente a Carolina, si le estaba quitando a Benjamín. Si supiera…
―Arreglaremos esa idea para la reunión ―dijo Miguel, acercándose a un atril vacío.
―Entonces los dejamos trabajar.
Se fueron, aunque Tamara dijo una pesadez, mi hermanito no cayó en el juego, tampoco dejó que Carolina se detuviera, por lo que mi compañera de trabajo quedó más frustrada. Intenté controlar sus sentimientos, los debía invertir, eso tomaba un poco más de tiempo y esfuerzo, pero lo hice. Dejó su malhumor y pudimos trabajar. Tomó algunas fotos de los lienzos que pintaba Miguel, de los fotogramas que hacían los otros chicos y mis letras. A Miguel no le gustó nada, según ella, Benjamín le pidió hacer esas fotografías para saber cómo iban los avances. Ninguno la iba a rebatir, pese a que todos sabíamos la verdad, jamás nuestro jefe pedía fotografías, prefería ver todo el mismo en persona.
Cuando llegaron por la tarde, me acerqué a Carolina, sabía, por su mirada, que a Benjamín no le hacía ninguna gracia que me acercara a ella, seguro pensaba que quería robársela. Nada más lejos de la realidad. Al contrario, si él volvía a ser feliz, yo sería libre.
―Tomó fotos ―le informé a la secretaria de mi hermano en voz baja―, intentamos impedírselo, pero dijo que Benjamín se las pidió.
―Él no pidió nada. Gracias por avisarme ―me respondió y caminó hasta donde estaba nuestro―. ¿Quién va a hacer la presentación? ―le preguntó al llegar a su lado.
―Miguel, acabo de hablar con él.
―Tamara sacó fotos… para usted.
―Sí, me lo dijo Miguel.
Los gerentes de “Mares” llegaron en ese momento y todos tomamos nuestros puestos en la mesa de reuniones.
―Acabamos de hablar con Carlos y como ustedes tenían el mismo spot que él, decidió cambiarlo y nos mandó las fotos. ¿Podemos verlas? ―comunicó Raúl nada más acomodarse.
Benjamín conectó el data y… era la misma presentación que teníamos. Un fracaso. Miré a Tamara, sonreía con sorna, ella lo había hecho. Miré a Miguel y estaba tan frustrado como los otros chicos. Benjamín estaba molesto, sin embargo, Carolina se veía segura y tranquila. ¿Acaso tendría una carta bajo la manga?
―No sé ―intervino Carolina con un gesto de duda―, ¿no les parece un poco… cursi?
―¿Cursi? ―preguntó Raúl―. Bueno, sí, un poco.
―¿Acaso no es cursi el amor? ―preguntó Tamara con una estúpida sonrisa.
―Sí, pero ¿hasta este extremo?
Otra vez las chicas ad-portas de una discusión y enfrente de los clientes.
―¿Qué propuestas tienen ustedes? ―intervino Raúl salvando la situación.
Carolina se levantó, antes de que Miguel siquiera pudiera reaccionar. Todos estábamos sorprendidos, yo sabía que ella se traía algo entre manos, lo podía notar en su mirada, era una chica muy transparente, y muy astuta también.
―Disculpen, mientras Carolina les explica de qué se trata nuestra propuesta, me llevaré a Tamara y a Jorge, necesito hablar con ellos ―informó Benjamín.
Me quedé de piedra, ¿qué tenía que ver yo con eso? ¿Por qué me apartaba a mí de lo que Carolina quería decir? Lo seguí fuera de la sala de reuniones a desgano. ¿Acaso no le bastaba tenerme en sus manos que tenía que humillarme frente a todos? Mi hermanito…
Una vez fuera de la oficina pude escuchar el principio de la presentación de Carolina, no me había equivocado, ella tenía otra presentación mejor.
La voz molesta de mi hermano me sacó de mis cavilaciones. Estaba furioso con Tamara. Y ella no lo hacía mejor. Estaba enojada por la atención que él le daba a su secretaria. Sonreí para mis adentros e hice que ella se sintiera todavía más atraída por él. Aunque él intentaba controlar sus emociones, yo manejaba sus sentimientos. Y lo mío era más fuerte. Estaba ganando yo. Y él se enfurecía mucho más.
Casi fuera de sí, tomó a Tamara del brazo, sin hacer fuerza, por supuesto, y la guió a la oficina de Recursos Humanos, con Verónica, para despedirla. Eso sí me sorprendió de sobremanera. Él jamás había echado a nadie, al contrario, siempre estaba dispuesto al traslado para no tener que dejar a nadie sin trabajo, incluso a Tamara, después de todas las cosas que había hecho, seguía trabajando allí. ¿Y la estaba despidiendo por Carolina?
Tamara estaba hecha una furia. Me miró, yo sabía lo que ella sentía por mí, yo mismo se lo había provocado. Claro, eso después de haberme aprovechado de ella.
―¿Tú no dices nada? ¿No me vas a defender? ―me espetó al tiempo que me atravesaba con su iracunda mirada.
―¿Yo? ¿Y por qué debería hacerlo? ―contesté con un gesto burlón.
―Después de que te acostaste conmigo e hiciste lo que querías conmigo… ¡¡Eres un…!!
Le atajé la mano antes que cayera sobre mi mejilla, si me golpeaba, ella saldría perdiendo. Además, jamás permitiría que me golpeara una mujer. Mucho menos ella.
―Cálmate, Tamara, si me acosté contigo fue porque tú quisiste, yo no abusé de ti, diría que fue al contrario ―terminé con sorna.
―Maldito… Malditos los dos… ―Estaba roja de rabia.
Se dio vuelta y salió a toda prisa hacia los ascensores. La miré alejarse con un dejo de culpa, culpa que se me olvidó en cuanto me encontré con la mirada asesina de mi hermanito…