Justo un año después de aquella noche maldita, aparecieron Keops, Kefrén y Micerino, mi “querido amigo”. ―¿Cómo les ha ido? ―preguntó Keops. ―¿Bien? ―contesté confundido con su presencia en nuestra casa. ―Tenemos un regalo y una petición ―intervino Micerino. Quedé en silencio, en espera de la explicación. Carolina estaba nerviosa y asustada. ―Tus padres podrán optar a la inmortalidad ―le ofreció Keops a mi mujer. ―¿A cambio de qué? ―pregunté, ellos jamás daban algo por nada y su precio era, por lo general, muy alto. Ellos respondieron con una sonrisa. ―A cambio de nada, es un regalo ―contestó Keops. ―¿Entonces? ―Después de tantas vidas arrebatadas a tan temprana edad y de forma tan cruel, hemos decidido compensar a “Carolina” de alguna forma y creemos que esta es la manera.