Rithana se tomó de mi brazo y caminamos fuera del bosque para salir de allí. Yo sí necesitaba respuestas, no solo de mi desleal amigo Rodhon, sino también de los grandes faraones, ellos nos enviaron a pelear contra esos dos, ¿estaban engañados o es que ya les importaba tan poco nuestro mundo que ni siquiera sabían lo que pasaba por acá? ―¿Estás bien? ―le pregunté en cuanto llegamos a casa, a mi casa, la casa que teníamos como un refugio, sentados en los cojines egipcios en los que nos gustaba tanto descansar. ―No. Tengo muchas dudas, ¿es verdad lo que dijo? ―Tu hijo no era mío, tú y yo jamás estuvimos juntos antes que mi hermano muriera. ―¿Por qué diría algo así, entonces? ―No sé, no tengo idea. ―Porque hubo cosas en las que no mintió ―aseguró. ―Cosas como cuales… ―No sé, no
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