2 de diciembre de 2002
Belinda ignoró la llamada, apagó el teléfono y lo dejó sobre la mesita de noche antes de tirarse sobre la cama. Era la sexta vez que Axel la llamaba desde la reunión del día anterior en el bar de Daimon. También le había escrito mensajes, pero todos habían sido ignorados. Todos y cada uno de ellos eran algo que no estaba segura de querer leer.
Las cosas habían estado algo tensas entre ambos desde aquel día en su apartamento. Prácticamente, se le había hecho imposible mirarlo.
Era como si el solo ser consciente de su presencia en la misma habitación la devolviera al recuerdo de su tacto sobre su piel, de sus besos y sus caricias, y de cómo le hacían sentir.
Suspiró mientras acariciaba sus labios con un ligero roce de sus dedos.
Extrañaba la dulce sensación de su boca. Se había sentido bien. Una suave caricia, a veces intensa y hambrienta; otras, llena de amor y cariño. Había sido extraño.
Era evidente que había “algo” entre Axel y ella. Sin embargo, nunca habría esperado sentir tanto por él. La aturdía, pero, al mismo tiempo la hacía extrañarlo. También estaba el hecho de que a veces hacía que sintiera ganas de ahorcarlo de una forma no muy cariñosa. Axel sabía cómo ser un auténtico culo, incapaz de salir de su cabeza.
Nuevamente su teléfono sonó. Belinda lo cogió y miró la pantalla.
Bufó.
Otra llamada de Axel. Dudó unos segundos antes de colgarle. Tenía muchas ganas de hablar con él, no obstante, aquel no sería el día en el que lo haría.
Él podía ser el que esperaba por una vez.
5 de diciembre de 2002
Belinda se sobresaltó al escuchar un grito de Daimon. Rara vez había visto a su hermano discutir con Connor o Alexander y, esta vez, parecía que le había tocado a Connor.
—¿Se puede saber qué diablos te pasa? —espetó Connor, malhumorado.
Observó a ambos hermanos. Daimon fruncía mucho el ceño y miraba muy fijamente a Connor con los brazos cruzados sobre el pecho, apretó los dientes.
—Ya me has oído —dijo—. No me importa que te folles a cuántas mujeres quieras, pero no se te ocurra traerlas a mi bar.
—¡Joder, Daimon! —replicó antes de bufar—. Te juro que no sé qué coño te pasa. Has estado así desde que rompí con Lilly.
Daimon soltó una risa sarcástica.
—¿Romper? —inquirió—. ¿No querrás decir “engañar”?
Belinda retuvo un jadeo. ¿Connor había engañado a Lilly? Miró a Connor con detenimiento; su hermano fruncía mucho el ceño y se veía muy disgustado.
Su pecho se hinchó y Connor levantó la barbilla con desagrado.
—No quiero escuchar eso de un tío que no tiene las pelotas para ir por la chica que le gusta.
—Al menos, yo no le pongo los cuernos.
Ahora era Connor quien reía.
—No, pero prefieres tocar a cualquier otra mujer antes que a ella —responde con acidez en las palabras—. No soy idiota, Daimon. He visto como la miras y también te he visto ser un c*****o con ella. Es evidente que la quieres, pero la tratas como la peste.
Los ojos de Belinda se ampliaron. Su rostro palideció ante las palabras de Connor; miró entre ambos. Parecían a punto de liarse a puñetazos. Era evidente que algo los tenía en tensión y ese algo parecía ser Lilly o, al menos, eso había entendido.
En cierto modo, lo comprendía. Daimon era el mejor amigo de Lilly y no le había hecho gracia lo que le había hecho Connor. Una mano se apoyó en su hombro provocando que se sobresaltara. Miró hacia atrás; Alexander le dedicó una sonrisa algo incómoda antes de apretar su hombro y bajar por las escaleras.
Daimon y Connor lo miraron mientras se acercaba. Ambos hombres estaban molestos y parecían a punto de saltar a golpes de un momento a otro. La mirada de Alexander se alternó entre ambos antes de soltar un sonoro suspiro.
—No voy a decir cómo solucionar vuestros problemas —su voz fue firme—. Ambos son lo bastante mayorcitos para arreglar vuestros asuntos por vuestra cuenta, pero recordad que Belinda está delante y la estáis asustando.
Ambos chicos la miraron tras esa mención. De repente, se sentía incómoda. Observó cómo sus rostros se ensombrecían antes de mirar hacia otro lado, avergonzados. Era un momento muy tenso.
Alexander fue el primero en hacer algo. Belinda observó como su hermano mayor caminaba hasta la barra, se sentaba y se cruzaba de brazos. Su atención fija en Daimon.
—Sírveme algo —dijo—. Ahora van a venir el resto para hablar sobre la persona que ha dosificado ese suero y me apetece tomar algo antes de que lleguen.
Daimon asintió en silencio y caminó hacia el otro lado de la barra. Ahí, comenzó a sacar las cosas.
—¿Una cerveza te viene bien? —su voz estaba ronca.
Alexander asintió.
—Simplemente dámela de botellín, no necesito un vaso.
Sin decir nada, Daimon sacó la cerveza y se la tendió a Alex. Él la tomó y le dio un sorbo antes de mirar a Connor que parecía inmerso en algo. Con un leve movimiento de cabeza, Alex le indicó a Belinda que se acercara, ella lo hizo.
La situación estaba tensa entre los cuatro. Prácticamente podían cortar el ambiente con un cuchillo y aún así se seguiría sintiendo sofocante. La puerta del bar se abrió y Axel entró en el bar. Llevaba un abrigo oscuro hasta el cuello y vaqueros, además de una bufanda. Cuando entró, su vista pasó por los hermanos Black antes de arquear una ceja y sacar las manos enguantadas de los bolsillos. Había notado que pasaba algo.
Belinda observó cómo se sacaba los guantes cuidadosamente mientras caminaba hacia ellos y los guardaba de vuelta en el bolsillo de su abrigo después de doblarlo. Sus ojos azul verdoso repasaron una vez más a cada uno de ellos antes de fijarse en ella.
—¿Hola? —eso era él, confundido.
Alex le dirigió una sonrisa y levantó la cerveza hacia él.
—Hola, mini enclenque —lo saludó. Las cejas de Axel se fruncieron—. ¿has pasado una buena semana?
Él la miró unos segundos; Belinda se sintió en tensión. Había estado ignorándolo, llamadas incluidas. La mirada de Axel prometió una futura conversación entre ambos. Belinda suspiró, lo quisiera o no, esta vez estaba obligada a hablar con él.
Axel miró a Alexander.
—Sí, todo bien —pareció dudar antes de hablar de nuevo—. ¿Ha pasado algo? Estáis demasiado serios.
Alexander inclinó la cabeza hacia Daimon quien se encogió de hombros y se giró sobre la barra, seguramente revisando algo; luego, miró hacia Connor, quien seguía cruzados de brazos, negó con la cabeza y le sonrió a Axel.
—Nada que dos idiotas no puedan solucionar por su cuenta.
Las cejas de Axel se alzaron.
La puerta volvió a abrirse una vez más. Esta vez, todos se giraron para mirar a los hermanos Campbell (Jackson y Gabriel), entrando en el bar. Ambos hermanos morenos y de ojos intensamente azules, bromeaban entre ellos mientras bajaban las escaleras. Perfectamente podrían haberse camuflado con los mayores de los Black y fingir ser hermanos sin pretenderlo.
Su relación con la familia Black había nacido en el instituto, antes de que se fuera a la Academia. Jackson se había metido en una pelea con Alexander en su primer día de instituto. Ambos jóvenes se molieron a golpes y acabaron en dirección. Tuvieron suerte (o, más bien, la influencia de ambas familias fue lo que lo evitó para no ser expulsados).
Belinda no estaba muy segura de qué fue lo que había pasado entre ellos. Lo único que sabía fue que un día su hermano regresó a casa con la cara llena de moratones y cubierto de sangre y, al otro, era el mejor amigo de Jackson.
Gabriel era una cosa así intermedia entre Connor y Daimon. Se llevaba bien con ambos hermanos y eran algo así como un trio de años consecutivos, habiendo nacido Connor en el 81; Gabriel en el 82; y Daimon en el 83.
A veces habían bromeado entre ellos con respecto a su edad, ya que prácticamente los tres eran morenos y Gabriel y Daimon tenían ojos de colores claros, lo que lo hacía ser algo así como el hermano desaparecido de los Black.
—¡Aquí llegaron las morenas buenorras! —exclamó Jackson con una sonrisa. Sonrisa que desapareció al ver la cara de los tres chicos—. ¿Y a ustedes que os pasa? Ni que hubierais visto a un muerto.
Belinda intentó contener una carcajada al ver la cara de sorpresa de Axel. Él no estaba acostumbrado a la forma de hablar de Jackson.
—Casi como si lo hubieran hecho —fue lo único que dijo Alexander.
Las cejas de Jackson se levantaron antes de mirar a Connor y a Daimon. Le dio un codazo a Gabriel.
—Encárgate tú de esto —su hermano le miró—. Tus chicos, tu mierda.
La boca de Gabriel se abrió con una mueca.
—¡No son mi mierda!
Connor bufó antes de sonreír.
—Eso es crudo, Jack —dijo—. En todo caso, Gabriel es mi mierda.
El chico se puso una mano en el pecho, fingiendo estar ofendido.
—¿Acabas de decirme que soy tu mierda? —preguntó con una sonrisa—. Oh, Connor, creo que me he enamorado. Es la primera vez que me llamas algo tuyo.
Connor soltó una carcajada.
—¡Vete a molestar a otro! Ya tengo suficiente con aguantarte en los ensayos del grupo.
La cabeza de Gabriel se giró a Daimon.
—¡Daimon, mi amor, defiéndeme! —exclamó—. ¡No puedes permitir que le hablen así al amor de tu vida!
Ahora era Daimon el que reía.
—Lo siento, pero creo que esta vez puedes defenderte por tu cuenta. Connor no muerde.
—Al menos, no a los tíos -sonrió Connor. Los ojos de Belinda se abrieron por la declaración, su hermano tuvo el descaro de guiñarle un ojo.
La mirada de Gabriel se posó en Axel. Ella sintió lástima por él, lo acababan de convertir en su nueva víctima.
—Tú, chico morenito, defiéndeme —sonrió antes de mirar a los demás—. ¿Por qué todos aquí somos morenos?
Alexander se encogió de hombros antes de beber de su botella.
—Buena pregunta —respondió antes de señalar a Belinda—. Al menos, ella es rubia.
Gabriel sonrió.
—Una rubia muy hermosa.
—Tío, que es mi hermana —bufó Connor.
Gabriel lo miró.
—Yo solo he dicho que es hermosa. No voy a mentirle a la chica, cuando todos en esta habitación sabemos que es hermosa. Incluso ella sabe que es hermosa.
Las mejillas de Belinda se calentaron. Ella no se consideraba hermosa. Sabía que tenía buena apariencia, pero tampoco diría que es hermosa.
—Bueno, puesto que estamos todos, supongo que ya podemos empezar la reunión —espetó Axel.
Alexander lo miró con curiosidad; Belinda simplemente decidió mirar hacia otro lado, de repente, la pared se veía muy interesante. Era consciente de que la situación no estaba siendo la ideal, sus hermanos habían discutido y las cosas todavía estaban extrañas con Axel. Simplemente no quería dar más motivos para perturbar esta reunión, pero parecía que su hermano había notado algo.
Alex se aclaró la garganta, llamando la atención de todos.
—He hablado con Dan. Ya se ha acostumbrado a su nuevo puesto como Alfa de la manada del Sur de Londres —explicó.
—¿Ha habido algún inconveniente? —preguntó Gabriel.
Alexander suspiró.
—Como en cualquier sitio. Algunos lobos que eran fieles seguidores de Asher se sintieron traicionados cuando Daniel lo derrotó —su cara se volvió sombría—. Dan está preocupado de que puedan causar problemas en Londres ya que no están de acuerdo con este nuevo cambio de Alfa.
—¿Crees que podrían atacar a los humanos? —preguntó Belinda, preocupada.
Su hermano la miró.
—Es muy probable —suspiró—. Él ya ha avisado al Ministerio y a las demás manadas para que estén alerta en caso de que ocurra algo. Por ahora, deberemos tener mucho cuidado con ellos… y con los vampiros.
Eso llamó su atención. Ella pensaba que el asunto de los vampiros ya se había solucionado.
—Pensaba que el asunto de los vampiros ya se había solucionado gracias a Miller.
—Está solucionado y no lo está —le respondió. Belinda arqueó una ceja, esperando a que prosiguiera—. Ahora que él es el nuevo Maestro del nido, están más controlados, pero, al igual que ha pasado con Dan, hay algunos que no están de acuerdo con este nuevo cambio y se han vuelto pícaros.
—¿Pícaros?
Alexander asintió.
—Los lobos de Dan no son pícaros, ¿no? —ese era Daimon.
Alexander negó antes de dar un sorbo de su cerveza. Le quedaba poca.
—No, pero pueden ser peligrosos igualmente. Dan deberá tomarse un tiempo alerta y cuidando su espalda de aquellos que intenten quitarle el liderazgo —volvió a suspirar—. La buena noticia es que tiene el apoyo de los otros líderes y de los brujos; puede que incluso de los vampiros, así que no creo que sean tan idiotas como para luchar contra él.
—Bueno, después de lo que hemos visto, no me extrañaría —rio Jackson.
Connor le sonrió.
—Siempre podemos presentarnos y decir que vamos a ayudar —sugirió—. No me importaría patear un par de culos peludos. Un poco de ejercicio siempre se agradece.
Jackson pestañeó hacia él.
—¿Eso es una propuesta para que le hagamos una visita a nuestro nuevo lobo favorito? —preguntó—. Porque yo estoy muy de acuerdo en ir a patear algunos culos.
Daimon bufó.
—No me puedo creer que vayáis a aprovechar esta oportunidad para buscar pelea.
—Que tu seas un aguafiestas, no quiere decir que nosotros no podamos divertirnos —respondió Jackson. Le guiñó un ojo a Alexander—. ¿Verdad, amorcito? ¿A qué tú estás de acuerdo con tu Jack?
Alexander soltó una carcajada.
—Eso ha sido escalofriante —dijo—, pero no negaré que hace tiempo que no entro en una buena pelea.
Los ojos de Belinda se ampliaron. No podía creer que de verdad estuvieran diciendo una cosa así. Dan acababa de perder a su padre. ¡Y ellos querían entrar en una pelea con gente de su manada! Incluso Axel sonreía.
—No me puedo creer que lo estéis diciendo en serio —las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas. Todos la miraron. Por un segundo, Belinda se sintió cohibida, pero el calor del momento la impulsó a seguir hablando—. Ese pobre hombre acaba de matar a su padre por nosotros. Porque él estaba haciendo cosas horribles y no le hemos dado otra posibilidad. ¿Y ustedes quieren luchar con gente de su manada?
Gabriel se encogió de hombros.
—Bueno, le quitamos trabajo, si lo hacemos.
Belinda le miró, incrédula.
—Tienes que estar bromeando —dijo, aunque viendo sus caras, estaba segura de que lo decían enserio—. ¿Cómo podéis ser tan desconsiderados? ¿Cómo os sentiríais ustedes si tuvierais que matar a vuestro propio padre, dividiendo así no solo un grupo que depende de esa posición, sino también a tu familia? -su voz era un jadeó-. ¿Habéis pensado si quiera en lo duro que tiene que ser eso? ¿En lo difícil y doloroso que tiene que ser para él? ¡Se ha jugado mucho más que su vida por vosotros!
—Es lo menos que puede hacer —respondió Connor. Su ceño fruncido—. Su padre estuvo relacionado con el asesinato de nuestra madre, Bel. No puedes sentir pena de lo que ha pasado.
Eso la molestó.
—¿Y si no tuvo nada que ver? —preguntó. Todos la miraron con atención; ella se humedeció los labios y tomó aire—. ¿Y si su padre no está relacionado con lo que le pasó a mamá? Sabemos que él les suministraba los sueros a los lobos, pero nada más. En ningún momento se dijo que él la hubiera matado. ¿O se ha mencionado y a mí no me han dicho nada?
Aquel momento se llenó de silencio. Belinda observó como todos los chicos miraban hacia el suelo. Ella no había querido causar malestar en la habitación, pero sentía que tenía que decirlo. Que hubieran detenido a Asher, no era motivo de celebración. Solo un paso más para descubrir la verdad.
Y ellos habían celebrado aquello como si hubiera sido una gran fiesta. Estaban felices a costa del dolor de otra persona y eso no le gustaba. No lo consideraba bien. Belinda cogió sus cosas y se dirigió hacia la salida del bar. Nadie dijo nada.
Ella se giró unos segundos antes de salir, incapaz de seguir mirando sus rostros sombríos. Los únicos ojos que la miraban fijamente eran los de Axel. Belinda no logró descifrar el significado de aquella mirada, pero estaba segura de que pronto lo descubriría.
Siempre se encontraba descubriendo a Axel.