7 de enero de 2003 La luz que entraba por la ventana era tenue. Las voces sofocaban la habitación y los ojos de Belinda se esforzaban por mantenerse abiertos. Inconscientemente, tocó la pulsera de plata que danzaba en su muñeca suavemente. —¿Qué tal las vacaciones? Se giró para observar a Emma. Tenía unas pintas espantosas. El cabello de Emma estaba recogido en una cola mal hecha, sus ojos estaban enrojecidos y se veía tan triste que le rompió el corazón. —Emma, ¿qué te ha pasado? —preguntó alarmada. Su amiga hizo el intento de sonreírle, pero, en su lugar, se veía como una extraña mueca al borde del llanto. Suspiró. —Es Luke… Las alarmas saltaron dentro de Belinda, poniendo todo su cuerpo enalerta. —¿Te ha hecho algo? ¿Necesitas que lo mutile? ¿Un maleficio? Siempre puedo hablar c