20 de diciembre de 2002
La música del pub sonaba con fuerza. Belinda esquivó a un borracho que casi la empujó cuando entró en el edificio y siguió caminando. El brazo de Axel se envolvió alrededor de su cintura y la apretó contra él, con fuerza. Se inclinó para mirarlo.
La luz de la sala se reflejaba dentro de sus ojos. Aquella visión le quitó el aliento. Axel vestía vaqueros gris oscuro, junto con una camisa azul oscuro que resaltaba el color de sus ojos y una chaqueta abrigada negra que había colgado de su brazo cuando entraron.
Belinda intentó no notar como la camisa se amoldaba a su cuerpo y abrazaba sus brazos a la perfección, era difícil no hacerlo. Mirar a Axel era recordar su cuerpo desnudo. Una sensación de estremecimiento le hizo desear pasar sus manos sobre él. Su cuerpo había sido algo que había disfrutado durante un breve periodo de tiempo. No había momento en el que no lo hubiera anhelado de nuevo.
Los ojos de Axel se estrecharon cuando la miraron. Un brillo comedido se vio reflejado en ellos. Ella sintió que quería besarlo. Él la repasó abiertamente; su mirada la devoraba y Belinda se sintió agradecida con su elección de conjunto. Había dudado cuando se vistió, pero Annice había hecho bien en convencerla. Discretamente, tiró del vestido de terciopelo n***o por sus muslos. El vestido se ajustaba a su cuerpo y se amoldaba sobre todo por sus caderas.
El brazo de Axel se apretó en su cintura, sin alejarla de su cuerpo. Un gritó la sobresaltó.
—Chicos, voy a acercarme a la barra para pedir algo. —Esa era la voz de Annice sobre la música—. No hagáis locuras en mi ausencia y cualquier cosa que descubráis, me llamáis o me enviáis un mensaje. Estaré al tanto del teléfono.
Belinda asintió y observó a Annice alejarse rápidamente. Eso los había dejado a ambos completamente solos. Ella lo miró algo incómoda, Axel se había quedado mirando hacia donde se había ido Annice.
—¿Tienes alguna idea sobre a dónde ir? —preguntó en voz alta.
Él la miró y le sonrió.
—¿Qué me dices sobre tomar algo?
Asintió. Estaba bien por ella.
—Me parece bien.
Axel soltó su cintura y, en su lugar, sujetó su mano para tirar de ella. Ambos caminaron entre las personas que se encontraban alrededor y llegaron hasta la barra. A un lado de ella, lejos, vieron a Annice hablar con una pareja. Belinda reconoció a la chica como una de las amigas del mundo humano de Annice. Los vio interactuar durante un buen rato antes de que se alejaran y la dejaran sola. Quiso ir con ella, pero rápidamente se rodeó de otro grupo.
—Bel, ¿qué vas a querer? —la voz ronca de Axel en su oído le produjo escalofríos.
Ella se giró para verlo. Su rostro estaba tan cerca que podría cepillar sus labios sobre los de él fácilmente para robarle un beso. Retrocedió con la cabeza.
—Vodka con limonada.
Las cejas de Axel se arquearon con sorpresa, pero sonrió. Le repitió su pedido al chico de la barra y pidió también lo suyo. Belinda aprovechó que él estaba pendiente de las bebidas para mirar a su alrededor. Le gustaba ver como las personas bailaban al ritmo de la música y como las luces se encendían y apagaban consecutivamente haciendo un efecto luminoso que le hacía querer saltar y gritar mientras bailaba.
Deseó que el camarero regresara pronto con sus bebidas para ir a la pista. No obstante, se recordó que habían ido allí por un motivo. Estaban para encontrar al distribuidor del suero, no para divertirse y bailar… Aunque puede que sí bailara un poco.
Belinda saltó cuando el frío vaso rozó su mejilla. Se giró hacia Axel, quien le sonreía mientras le ofrecía su bebida. Dio un sorbo de la suya propia y luego se inclino de nuevo sobre ella.
—No te tenía por una chica bebedora.
Ahora era ella quien arqueaba una ceja en su dirección.
—¿Porque soy menor de edad? —Él asintió. Ella resopló—. Esa es la tontería más grande que me han dicho en mi vida.
Él se rió.
—Cierto.
Iba a decir algo más cuando la música cambió a una que a ella le encantaba. Le sonrió a Axel mientras tomaba su muñeca y tiraba de él hacia la pista. Él se dejó llevar sin decir nada.
Una vez allí, Belinda empezó a beber y a bailar. Hacía tiempo que no iba a un pub y se divertía. Las otras veces había ido sobre todo con Emma, siempre cargadas con un carné falso encima, pero estaba con Axel.
Belinda observó cómo se movía junto a ella. Su cuerpo rozándose con el suyo. Eso le gustó y le sonrió. Él le devolvió la sonrisa y se acercó más. Una mano rozó su culo y el sueño de Axel se frunció; miró sobre su hombro. Un chico se había acercado mucho a ella en algún momento y eso la molestó. El brazo de Axel se interpuso entre ella y el chico pelirrojo (o eso pensó que era con las luces) para alejarla.
—¡Está conmigo!
El chico simplemente se encogió de hombros, sonrió, pero no se alejó. Eso pareció subir la irritación de Axel, quien la acercó más e intentó alejarlos de allí. Belinda sentía como su cuerpo se rozaba contra el de él mientras se inclinaba hacia atrás y los alejaba del pelirrojo atractivo que parecía querer seguir pegado a ella.
Eso la divirtió. ¿Axel podría estar celoso? Esa idea no le desagradó. Eso significaba que al menos le importaba un poco. Ella le guiño un ojo al chico, quién le sonrió de vuelta.
Axel masculló una palabrota y tiró de Belinda para otro lado. Ella intentó esquivar a las otras personas mientras él las empujaba para abrirse camino hasta una esquina. Iba tan rápido que más de una vez ella tropezó con sus tacones. Su bebida también había sufrido ligeramente las consecuencias y se había derramado alguna que otra vez. Su vestido hecho un leve desastre.
Tiró para detener a Axel, eso hizo que él frenara en seco y parte de su vaso amenazara con subir por los bordes, pero sin llegar a salir de ahí.
—¿Se puede saber qué te pasa?
Él hizo una mueca de disgusto.
—¡Ese chico intentaba ligar contigo!
Las cejas de ella se arquearon con sorpresa.
—¿Y?
La mandíbula de Axel se apretó. Sus ojos ardían con ira.
—¡Él no tiene ningún derecho para hacerlo!
Ahora eso la molestó. Él no tenía ningún dominio sobre ella, ni sobre quien se acercaba. No podía interferir.
—Eso no tiene nada que ver contigo. —Después de todo, era libre de estar con quien quisiera. Y, aun así, ella quería estar con Axel.
La irritación en él era evidente. También le pareció ver dolor en sus ojos antes de que se alejara de ella.
—¿Eso es lo que quieres? ¿Qué los chicos estén sobre ti? —preguntó.
—Ahora lo que dices no tiene sentido.
El rostro de Axel se volvió pétreo.
—No hace falta hablar más. Que disfrutes de tu noche.
Belinda observó cómo se marchaba con la boca y los ojos abiertos. ¿Eso acababa de ser una escena de celos? De ser así, había sido una muy extraña. Ella apretó su vaso y miró a su alrededor. Nadie parecía haber notado lo que había pasado. Tampoco podía ver a Annice, lo que la dejaba completamente sola en aquel pub.
Gruñó con desagrado. Tenía dos opciones: o buscar a Annice y quedarse con ella, o bailar por su cuenta en medio de la pista.
Escogió la segunda opción.
****
Belinda bailaba. Bailaba y cantaba.
Llevaba un buen rato bailando desde que Axel se había marchado. En cierta forma, se sentía dolida y enfadada con él. Volvió a contonearse en su sitio, intentando olvidarlo. Él era quien había decidido marcharse y dejarla sola.
Miró su copa y decidió marcharse hacia la barra para dejarla. No iba a seguir cargando con un vaso vacío. Cuando llegó, vislumbró a lo lejos a Annice con el ceño fruncido y con el teléfono en la oreja. Parecía tambalearse ligeramente hacia los lados y una chica castaña agarró su brazo para evitar que cayera.
Belinda jadeó y corrió hacia Annice, preocupada. La chica que la había cogido por el brazo ahora intentaba enderezarla y ella temió que cayeran al suelo. Sujetó el brazo de Annice más cercano a ella, ese era el que sujetaba el teléfono.
—¡Te odio! —gritó la rubia. Los ojos de Bel se abrieron—. ¿Me escuchas bien, maldito idiota? ¡Te odio! ¡Eres un c*****o! ¡Lo has sido desde que me besaste! ¿Se puede saber qué te he hecho para que me odies tanto?
Ella observó a la chica morena que ahora la miraba.
—¿Qué le pasa?
La morena pestañeó.
—¿Conoces a Annice? —Belinda asintió—. Ha bebido mucho. Cuando la encontré ya estaba así y no paraba de gritarle a su teléfono. No sé cuánto tiempo lleva gritando, pero parece que todavía no ha terminado.
—¡Eres un maldito culo! —gritó Annice. Belinda la observó, sorprendida—. ¿Estás escuchándome, Daimon? Porque yo sí me estoy escuchando.
Ella jadeó; la morena abrió la boca.
—¡Mierda!
Belinda estaba de acuerdo con ella.
—No. ¡No quiero que vengas a búscame! —silencio—. ¿Qué dónde estoy? —prosiguió muy lentamente—. ¡Muy lejos de ti y de tu culo! —arrastró las palabras—. Estoy borracha, ¿y qué? —colgó.
De nuevo, más silencio. Belinda miró a la chica que le ayudaba a sujetar a Annice. Era bonita. Morena y de ojos claros. Su pelo lacio corría suelto hacia abajo y le sorprendió lo alta que era. Aunque puede que sus tacones también tuvieran algo que ver a favor de ello. No podía dejar de ver su hermosa piel morena, en contraste con la de Annice y la suya propia. Las inglesas tendían a ser demasiado blancas sobre todo por la falta de sol en Londres.
—Amira.
Le sonrió de vuelta.
—Belinda.
—¡No pienso decírtelo! —la voz de Annice gritó nuevamente por encima de la música. Ambas chicas se giraron para mirarla. Tenía el teléfono en la oreja, de nuevo—. ¡Pienso buscarme a un tío esta noche y ese no serás tú!
Belinda volvió a intercambiar una mirada con Amira.
—¡Me importa una mierda lo que me digas! No… —Belinda tomó su teléfono—. ¿Qué haces?
—¿Daimon? —tanteó, suponiendo que era su hermano.
—¿Belinda? —su voz ronca sonó sorprendida—. ¿Qué haces con Annice? ¿Dónde estáis?
Ella no estaba segura de decirle. Se suponía que estaban ahí para buscar al distribuidor del suero. Decirle podía arruinar los planes, aunque Annice ya se había encargado de eso. La voz de su hermano llamó su atención.
—¿Dónde estáis? —repitió con ira—. Voy a por vosotras.
Las alertas se dispararon dentro de Belinda. Se había quedado estática y no sabía cómo distraerle. La idea de colgarle cruzó su cabeza, pero seguramente lo preocuparía más. Annice le dio un manotazo intentando recuperar su teléfono. Ella lo esquivó y Amira lo tomó de su mano para hablar con Daimon.
—Hola… ¿Daimon? —preguntó no muy segura. Esquivó a Annice y puso su mano en su pecho para alejarla—. Sí, hola, soy amiga de Annice —miró a Belinda—. Sí, también estoy con tu hermana. Sí, no te preocupes. Estamos en el club Aquarium. Bien. Lo tengo. Estaré con ellas en la entrada —colgó.
La boca de Belinda quedó abierta.
—¿Qué acabas de hacer?
Amira alejó una vez más el teléfono de Annice, quien se quejaba borracha.
—Hacer lo correcto. Está muy borracha y creo que tienen algo pendiente que solucionar.
Belinda la observó sorprendida. Ella no habría sido capaz de eso.
—Esto podría acabar en bronca.
Ella se encogió de hombros.
—Lo dudo. He visto a tu hermano antes y sé que se preocupa por ella, aunque actúe como un idiota.
Belinda todavía no parecía convencida.
—¡Dame mi teléfono! —gritó Annice.
Amira la miró y estrechó los ojos.
—Ahora es cuando tengo que pedirte que me sigas a la entrada.
—¡Me niego!
Suspiró.
—No me dejas otra —Amira la tomó del brazo antes de girarse a Belinda—. ¿Vienes con nosotras a esperar a tu hermano?
Belinda hizo una mueca. Todavía no podían irse, pero en vista de cómo estaba Annice, lo veía difícil. Miró a su alrededor con la esperanza de encontrar a Axel. No lo veía por ningún sitio. Se removió algo inquieta.
—Me gustaría quedarme un poco más, si no te importa.
Amira la escrutó con la mirada. Asintió.
—Lo tengo. No le diré nada a tu hermano —le sonrió—. Será mejor que me la lleve afuera, no creo que tarde mucho.
Belinda asintió más relajada; Annice forcejeó hacia atrás.
—No quiero irme —se quejó, en vano. Amira tiró de ella—. Lo digo en serio, Mira, no quiero irme.
La morena resopló.
—Sigue diciendo eso. Nos vamos.
Annice hizo una mueca mientras se tambaleaba hacia delante.
—No me encuentro bien, Mira…
Los ojos de Belinda se abrieron mientras observaba como la morena jadeaba y se alejaba un poco de la rubia.
—¡Ni se te ocurra vomitarme encima! —exclamó. Tiró de ella de nuevo—. Con más razón tenemos que irnos. El aire te sentará bien —asintió hacia Belinda—. Un placer conocerte, Belinda.
—Igualmente… —susurró, consternada.
Belinda observó en silencio como la chica tiraba de Annice entre la gente. La manejaba bastante bien a pesar de que ella también se tambaleaba ligeramente sobre sus tacones. Le había caído bien.
Una mano apretó su cadera haciéndola sobresaltarse. Belinda se preparó para girarse y alejar al chico que se había acercado a ella. Un cálido aliento abanicó su oreja junto con una voz baja y ronca.
—¿Sigues queriendo a otros chicos alrededor?