Abrí los ojos confundida, sin saber por qué hacía tanto frío; ¿acaso había dejado las ventanas abiertas? Me preguntaba asustada, la última vez que eso ocurrió pesqué un resfriado de magnitudes bíblicas. Pero luego recordé que no pude haberlo hecho, porque no estaba en mi apartamento, sino en el de Franz... Había pasado la noche en su cama, y como recordatorio de ello estaba el calor que me cruzaba la cintura. A mi izquierda, Franz dormía plácidamente mientras su brazo reposaba sobre mí con aire posesivo. Sonreí mientras lo contemplaba, a la luz de la mañana su cabello parecía mucho mas rubio de lo que solía ser, era como si destellara con brillo propio. Y también pude verle algunas pecas que antes no sabía que tenía. Me mordí el labio sin poder creérmelo, mientras concluía que había descu