~* Capítulo 07: En Línea Con Las Reglas*~

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—Entonces... En teoría... ¿Yo sólo seré mesera? —preguntó Bárbara torciendo la boca con nerviosismo luego de que Manuel le diera un discurso de veinte minutos tediosos e ininterrumpidos sobre las asignaciones de cada persona en el equipo. El aludido parpadeó varias veces ante la pregunta, sin poder creer que su glorioso monólogo se viese reducido a una pregunta tan simple, pero aunque me causara mucha gracia la situación, y odiara ponerme del lado de la muñequita de plástico, ella tenía razón. —Pues... Es un poco más complicado que eso. Verás... —Sí, Bárbara. Serás una simple mesera —hablé viendo a la chica antes de girarme hacia mi amigo —. Le quedó claro, ya para de hablar, por favooooor. —puse los ojos en blanco al llegar a la última palabra, haciéndolo disgustar. —Vale, yo solo quería ayudar a la chica a entender cómo funciona todo. —Creo que lo entendió muy bien, pero como dijo Allie... Ya basta. —esta vez fue Viktor quien intervino, mientras los demás disimulaban sus risas. Era bien sabido por todos que Manuel era de esos a los que les gustaba el sonido de su propia voz, no desaprovechaba ninguna oportunidad para dar rienda suelta a su lengua, pero también era muy orgulloso, por lo que nos gustaba bromear a su costa. —Es un alivio, me puse muy nerviosa al pensar que me pondrían a preparar tragos. —Bárbara respiró aliviada, como si recién la declararan inocente de algún crimen. —El hecho es... Barbie, que tu trabajo aquí es el mismo que desempeñamos Laura, Tomas y yo; tomar el pedido de los clientes en las mesas, llevar las bandejas y mantenerte alejada del área interna de la barra, no es complicado. —De acuerdo... Mantenerme alejada de la barra, tomar pedidos y llevar bandejas, creo que lo tengo. —Sin derramar la bandeja de bebidas sobre nadie... Eso es importantísimo. —comentó Tomas. —Totalmente, la gente enloquece cuando le derramas las bebidas encima. —agregó Laura con aire teatral. Ninguno reía, pero todos sabíamos lo que hacíamos, aunque nada de eso fue planeado con anterioridad. Y no es como que fuésemos un grupo de hijos de perra que trataban mal a los nuevos, es sólo que la chica a veces era tan... ¿Crédula? Sí, usaré ese término; que era inevitable aprovechar la oportunidad de reírnos un poco, justo como habíamos hecho con Manuel, cosa que probaba que no era nada personal en su contra... Ella simplemente nos daba mucha pista para ello. —Ya basta de tonterías. —todos nos pusimos firmes cuando Bastian habló... A él no le iban esas bromitas —. En resumen... Sí, Bárbara; eres una mesera. Por los momentos no tendrás que preparar bebidas, pero estoy seguro que Franz te enviará a algún curso eventualmente, como hizo con todos ellos, solo como plan B en casos de emergencia. Deberás llevar las bandejas, y en efecto... Preferiblemente no las derrames sobre nadie. La chica lo miraba con atención y asentía mientras hablaba, y al igual que hacíamos todos al comienzo cuando conocimos a nuestro jefe de seguridad... Tenía la espalda rígida como una tabla. Incluso a estas alturas nunca sabía si lo hacía intencionalmente, pero Bastian siempre hablaba como si estuviese de servicio aún, lo cual nos hacía sentir a nosotros como reclutas. —Habiendo aclarado esto... Pasemos al tema de seguridad. Este es un resumen detallado de las normativas del bar, los planes de seguridad en caso de emergencias, y las reglas a seguir. —le tendió a la chica los tres manuales mientras esta abría los ojos con sorpresa. —Vaya... ¿Manuales? Jamás imaginé que fuese tan serio el control acá. —El bar es de Franz Bauer, y su jefe de seguridad es Bastian Hoffman, aquí todo se toma en serio... Por eso hay manuales. —respondió Manuel, aún dolido, aprovechando la oportunidad para lanzar también su dosis de veneno, pues Bastian era tan fanático de las normas como lo era Franz. —Los manuales son para ayudarlos a memorizar todo, si me pongo a dar una charla de media hora, probablemente nadie recuerde nada después de los cinco minutos. —¡Auch! —exclamó Karla entre risas, mientras que Manuel solo se cruzó de brazos, mucho más enfadado que antes. —No tengo problemas con los manuales. —Perfecto, lo siguiente es... Ten, este es tuyo. —esta vez le tendió un pequeño rociador de spray. —¿Para qué es esto? —preguntó la chica frunciendo el ceño. —Gas pimienta, para defensa personal. —Sé lo que es, yo tengo el mío; pero... ¿En serio es normativa del bar entregarnos uno de estos? —Y reponerlo en caso de que lo agotes. —agregó Bastian, lo que hizo que la chica alzara las cejas con incredulidad. —Te lo dije... Aquí nada es un juego. —le dijo Manuel. —Vale, tomaré este también, no está mal tener uno de repuesto, pero... ¿Esto es normal en todos los bares? —No sabría decirte, solo he trabajado en uno, pero aquí es ley —respondí encogiéndome de hombros —. Franz es muy riguroso con todo el asunto de la seguridad de los empleados. —En especial de las chicas. —complementó Tomas. —Correcto... Cuida mucho de sus empleadas, de hecho... Cada noche al llegar a casa debemos enviarle un mensaje para notificar que todo está en orden. —no había terminado de hablar cuando ella volvió a abrir los ojos de par en par. —¿En serio? ¡Ayer no lo hice! —Descuida... Él entenderá que no conocías esa normativa, aprenderás poco a poco. —le tranquilizó Bastian. —Pero yo que tú procuro que no vuelva a ocurrir —agregué, recordando el sermón telefónico que me dio un año atrás, cuando me fui directo a la bañera al llegar a casa, y respondí sus mensajes casi una hora después... Su llamada había entrado medio segundo después de que yo enviara mi respuesta, y supe que estaba perdida. —Sí, seguro... Creo que pondré una nota en el móvil para recordarlo. —Perfecto, si ya todo eso quedó claro... Creo que podemos empezar con las labores. —nos comunicó Bastian dando un par de palmadas para dispersarnos. Tom, Laura y Karla se dividieron las zonas a limpiar y se alejaron bromeando entre ellos, —Tranquila, no es nada del otro mundo... La mayoría son normas obvias. —comentó Manuel antes de darse la vuelta al ver que Bárbara miraba los manuales con el ceño fruncido. —Lo que me da curiosidad es... ¿Alguien sabe por qué es así tan obsesionado por estas cosas? —alzó una ceja esperando mi respuesta. —Me refiero a que mi hermano, por ejemplo, es detective de la policía, y ha visto tantas cosas que se ha vuelto un maníaco con todo el tema de protegerme cuando estoy en la calle... ¿Cuál es el motivo de Franz? —Ehm... No lo sé, supongo que solo se preocupa por sus chicas. —me encogí de hombros, dándome cuenta en ese momento que jamás me había preguntado si detrás de su actitud sobreprotectora había algún motivo oculto, siempre lo tomé como parte de su personalidad y no pensé mucho en el asunto. De pronto la acotación de Bárbara, que no llevaba ni dos días cumplidos conociendo al jefe me hizo sentir incómoda, como si hubiese estado haciendo algo mal todo este tiempo porque, después de todo, éramos amigos de Franz... ¿Por qué nunca se lo preguntamos? Y aún entonces no tuve tiempo para meditar demasiado en eso, pero lo tendría... ¡Vaya que lo tendría! *** Llegadas las once de la noche, la jornada transcurría con normalidad. Para sorpresa de todos, el bar se encontraba con todas las mesas llenas, pero el ambiente estaba tranquilo, nadie parecía querer continuar la fiesta por mucho más tiempo, y eso era genial, significaba que no habría que correr a nadie llegado el momento, cerraríamos a la hora y llegaríamos temprano a casa... Ese siempre era motivo de júbilo entre mis compañeros y yo. Parecía que solo los adultos responsables y moderados habían decidido salir a tomar un trago ese día, no hubo ebrios danzarines, ni brutos con la testosterona a tope, nada de chicas gritonas, ni peleas de amantes. Ese día Bavarian's parecía un exclusivo club de la alta sociedad, donde los comensales charlaban tranquilamente en sus mesas. La música de Coldplay llevaba un buen rato complementando la quietud del lugar, y en ese instante las notas de Hymn for the weekend empezaron a sonar haciéndome sonreír, para mí nada podía estar mal en el mundo cuando esa canción sonaba... Hasta esa noche, claro. El caos llegó antes que la voz de Chris entrara en juego, en la forma de un pedido en las manos de Bárbara. —Chicos, necesito un whisky escocés y una piña colada para la mesa siete. Esperen... —revisó su libreta mientras fruncía el ceño —. Sí, la mesa siete; y la chica pregunta si Angie aún trabaja aquí. Estando el local tan en calma como estaba, tanto Manuel como yo estábamos atentos a su llegada, fue por eso que los dos nos alertamos al oírla. —¿Angie? —pregunté mirando en dirección a la mesa que decía. —Ehm... Sí. —¿La chica se veía nerviosa? —fue el turno de Manuel para interrogarla. —Ahm... Sí. Ahora que lo mencionas... Sí. No la culpo, el novio parece ser un patán y se ve enfadado. Pero... ¿Cómo sabes eso? —Porque aquí no trabaja ni ha trabajado nunca ninguna Angie, pero puede estar refiriéndose a Ángela. —al igual que yo, mientras hablaba Manuel veía fijamente hacia la mesa siete, donde una delgada morena miraba a todos lados, menos hacia el hombre que tenía sentado en frente. Él por su parte parecía enfadado mientras revisaba algo en su móvil. —¿Y? ¿Quién es Ángela? —ambos miramos a Bárbara sin creer lo que decía. —¿No sabes del protocolo 'Pregunta por Ángela'? Cualquier mujer lo sabe en estos tiempos. ¿Acaso vives bajo una roca? —sabía que estaba siendo brusca con la chica, pero me sacaba de quicio su actitud tan despistada. —No es el momento, Allie —intervino Manuel con firmeza, haciéndome torcer la boca —. Por qué mejor no vas y confirmas si es lo que creemos o no. —Vale, prepara los tragos y que Bárbara los lleve como si nada estuviese pasando. Me quité el delantal y lo dejé sobre el refrigerador mientras rodeaba la barra para ir hacia la mesa siete. Mis latidos aumentaban a medida que me acercaba, habíamos tenido tan solo un par de Códigos Ángela desde que trabajaba ahí, pero siempre fueron atendidos por Laura o Karla, jamás me había tocado enfrentar una situación similar. Y mientras evaluaba más detenidamente al hombre que la acompañaba, rogaba por que la chica sólo se hubiese equivocado, el sujeto tenía escrito la palabra 'Problemas' en la frente. —Pues eso debiste pensarlo antes de mandar esas fotos. —decía él justo cuando yo me detuve frente a la mesa. —Buenas noches, mi nombre es Allison, soy la bartender —me presenté con una sonrisa no correspondida por ninguno de los dos —. Sus tragos ya vienen en camino, pero mi compañera me indicó que usted conoce a Angie... ¿Son amigas? La chica, que parecía no tener más de veinte años, me miró asustada y titubeó varias veces antes de hablar, dejándome claro que no era ninguna equivocación, sea lo que sea que pasaba en esa mesa... Era quería detenerlo, y era nuestro deber colaborarle. —Este... Sí, yo... Soy... Yo... Estudié con ella en... —¿La universidad? —terminé por ella, los nervios parecían impedirle pensar con claridad. —Sí. —Creí que habías dicho que no estabas en la universidad. —intervino el hombre. —No lo hago, yo... Me retiré tras un semestre, pero ella era mi amiga... Solo quería saludarla. —Con permiso, aquí están sus tragos. —en ese momento Bárbara hizo acto de presencia, y empezó a poner los vasos sobre la mesa. La chica le agradeció en un susurro tembloroso, comprendí que había que sacarla de ahí de inmediato, se había vuelto un manojo de nervios, y eso siempre era contraproducente en esas situaciones. —Angie sí está, pero ahora trabaja en la oficina y no puede bajar... ¿Quieres ir a saludarla? Yo te acompaño. La chica abrió los ojos de par en par, mirando de reojo al hombre, era obvio que no sabía qué hacer. —Ya le avisé... ¿Lena, no? Escuché tu nombre hace un rato, le comenté a Angie que preguntaste por ella y estaba encantada... Te está esperando. —agregó Bárbara sorprendiéndome, aquello no era parte del protocolo, pero por lo visto funcionó, porque el hombre puso los ojos en blanco y sacudió su mano indicando que podía ir. El gesto me indignó a más no poder, quise darle una patada en su asqueroso rostro, pero tenía que mantener las apariencias y seguir con el plan. —Pero que sea rápido... Debemos irnos. —dijo él mientras la chica se levantaba. Le sonreí a ambos y le pedí a ella que me siguiera. Mi corazón se aceleró más, esa era la parte en donde las cosas empezaban a complicarse algunas veces. Atravesé el gran salón con la muchacha siguiéndome los pasos hasta la parte trasera de las escaleras, en donde ya me esperaba Tom. —Buenas noches... ¿El hombre que te acompaña es tu novio? —interrogó a la chica sin mayores preámbulos. —No, lo acabo de conocer, yo... Lo conocí en una aplicación para citas, y creí que... —su voz se fue apagando a medida que hablaba, los nervios iniciales empezaron a dar paso a la vergüenza. —Todo está saliendo muy mal, y una vez leí que si preguntaba por Angie, podía recibir ayuda en estos casos. —Por Ángela, pero vale, entiendo... ¿Te agredió de alguna forma? —mientras él seguía con las preguntas reglamentarias, yo procuraba estar atenta al hombre, que por los momentos seguía tranquilo en su mesa. —Ehm... Pues, no me ha hecho nada, pero... Cuando le dije que no quería irme con él esta noche, él... se enfadó. Es que yo... Yo le había dicho que... —las lágrimas interrumpieron su explicación, pero no hizo falta, tanto Tom como yo podíamos imaginarnos de qué iba el asunto, pero estábamos ahí para ayudarle, no para juzgarla. —¿Sabe dónde vives? —Tom se sacó un pañuelo del bolsillo y se lo tendió a la chica. —¿Hm? —El hombre... ¿Sabe dónde vives? —repitió con educación, pero marcada impaciencia. —No, nunca se lo dije —negó enfáticamente con la cabeza mientras se secaba la nariz. —. Sólo sabe que vivo cerca de Westpark. —«Error», pensé al escucharla, pero me mantuve callada. —¿Quieres informar a la policía? —No, yo... No quiero más drama, sólo quiero irme de aquí, por favor. —De acuerdo... Ya hemos llamado a un Uber que se encargará de llevarte a casa, yo te acompañaré a dejar el local por la puerta trasera y me quedaré contigo hasta que llegue el taxi. ¿Te parece bien esperar a solas conmigo, o preferirías que mi compañera se mantuviera con nosotros? La chica me miró por un segundo y luego regresó su mirada a Tom, tardando un par de segundos mas en responder. —Creo que estaré bien contigo. —De acuerdo... Sígueme —le indicó él emprendiendo camino hacia la parte trasera del bar. —Muchas gracias, amiga. —dijo la chica tomándome de las manos. Sus dedos estaban fríos como la nieve, y sus ojos aún estaban rojos por el llanto, sentí pena por ella... Era solo una niña. —Descuida... Estamos para ayudarnos —le di un apretón de manos para reconfortarla. —. Pero debo aconsejarte que la próxima vez no le des tanta información a un sujeto que no conoces. Ella asintió avergonzada y se despidió para seguir a Tom fuera del local. Yo tomé una profunda bocanada de aire antes de salir de la seguridad que me proporcionaba la escalera y pretendía caminar hacia la barra cuando escuché abrirse la puerta de la oficina de arriba. Me giré al tiempo que Franz aparecía tras la puerta, su mirada dejaba claro que estaba al tanto de la situación, pero eso no era raro... Él siempre sabía lo que pasaba en su bar. —¿Estás bien? —ladeé la cabeza de un lado a otro meditando su pregunta. —Algo nerviosa, pero... Nada que no pueda controlar. —Deja que Manuel maneje la situación, Allison... Y mantente alejada del problema, acabará pronto. Aunque entendía que no estaba molesto conmigo, era obvio que estaba enfadado, incluso a esa distancia podía ver lo tensa que estaba su mandíbula, no estaba de ánimos para otra cosa más que para que yo acatara su orden, así que asentí. —Todo saldrá bien... Tranquilo. —Estaré tranquilo cuando ese tipo esté fuera de mi bar —ladró antes de meterse nuevamente a su oficina. Me quedé ahí un par de segundos más antes de salir. Volví a la barra bajo la atenta mirada de Bastian desde la puerta, él también estaba enterado de todo, y seguramente Viktor ya estaría despejando la entrada para el desalojo, bajo una situación así los chicos eran una máquina bien aceitada y funcionando en sincronización. —¿Todo en orden? —preguntó Manuel acercándose a mí. —Sí, ya la chica está afuera, de seguro no falta mucho para que se vaya. Era solo una niña, por suerte supo qué hacer. —Perfecto, todo saldrá bien entonces. Yo asentí sin estar del todo convencida, mientras lanzaba otra mirada al sujeto de la mesa siete. La calma no duraría mucho, era cuestión de tiempo antes que se impacientara por la larga ausencia de su acompañante, y cuando eso pasara... Las cosas podrían ponerse feas, porque los problemas escritos en su cara antes... Ahora resplandecían como luces de neón.
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