Cinco minutos, tan solo cinco minutos fue lo que duró esa tensa calma que manteníamos todos, antes que el hombre se le levantara de la silla; y cuando lo vi caminando hacia la barra, con su penetrante mirada fija en mí... Dejé de tener corazón, en su lugar había un colibrí en pleno ataque de pánico.
Siguiendo con el plan, y más importante aún, con la orden de Franz hace tan solo un momento, me fui alejando disimuladamente de la barra hasta llegar a la máquina de gaseosas.
—¡Hey! Tú... Dime dónde está Lena —preguntó con tono enfadado apoyando el codo sobre la superficie de la barra.
—¿Disculpa? ¿Quién? —pregunté, eligiendo hacerme la confundida, y en retrospectiva... Eso fue un grave error, el primero de la noche.
El hombre torció la boca con disgusto al oírme, como si estuviese pasándose la lengua por los dientes; y se rascó con fuerza el puente de la nariz antes de mirarme con cara de pocos amigos.
—No te hagas la tonta, que no tengo tiempo para payasadas —siseó amenazante, haciéndome tragar en seco. —. Lena, la chica que estaba conmigo y que tú te llevaste a la oficina... ¿Dónde está?
—¿Algún problema, amigo? —Manuel se paró a mi lado, echándose sobre el hombro el paño con el que se secaba las manos.
—No te metas, amigo... Esto es entre esta zorra y yo —y cuando ese bruto cavernícola me llamó zorra todo se fue al demonio, porque por un lado eso hizo enfadar tanto a Manuel como a Bastian, que se había acercado poco a poco a nosotros, y los puso en actitud conflictiva a ambos. Y por otro lado... Me hizo enfadar a mí, lo cual me llevó al segundo error de la noche.
—¡Zorra tu abuela, malnacido! ¿Sabes dónde está Lena?... ¡En su casa! ¡Lejos de tus garras! ¡Puerco! —grité mientras daba dos pasos hacia él, y aunque Manuel me sujetó del brazo impidiendo que avanzara más, no fue suficiente aun así... Ese fue el tercer error.
El hombre, completamente fuera de sí por lo que yo acababa de decirle, se lanzó sobre la barra y logró alcanzarme. Me tomó con fuerza del cabello y haló de mí, con tanta fuerza y tanta rapidez, que cegó a mis compañeros y entre gritos y forcejeos, me hizo inclinarme hacia la barra hasta impactar la cabeza con el borde de esta. Después de eso... Todo empezó a oscurecerse en medio de más gritos y maldiciones.
No me desmayé, nunca estuve inconsciente del todo, podía oír las voces y los bramidos de los que estaban cerca de mí, pero mentiría si dijera que había podido entender o recordar algo de lo que dijeron. Tampoco vi gran cosa, destellos de luces sobre los cristales de las copas era la único que podía recordar, junto con los momentos de oscuridad cuando cerraba los ojos.
En todo ese tiempo estuve tirada sobre el suelo de la parte interna de la barra, casi debajo de esta, lloriqueando cuando regresaba la punzada de dolor sobre mi frente y sintiendo que el mundo se tambaleaba. No sé cuánto tiempo pasó antes que pudiera ser realmente consciente de algo, pero cuando lo hice... Ya todo estaba en silencio, tenía en mi frente un trozo de hielo envuelto en un pañuelo, y el más delicioso de los olores invadía mis sentidos.
—Allison... Escúchame. Allison... Reacciona, por favor. —la voz ansiosa de Franz penetró mi nebulosa realidad hasta que poco a poco las cosas empezaron a tener sentido en mi cabeza.
Parpadeé varias veces hasta que mi visión restableció la nitidez que había perdido, vi que sus ojos azules me miraban expectantes, y con una mano sujetaba mi cuello mientras con la otra acariciaba dulcemente mi frente. Su rostro estaba a escasos cinco centímetros del mío, jamás lo había tenido tan cerca, sus ojos eran inclusive más intensos de lo que creí y la piel de sus pómulos estaba cubierta por diminutas pecas que se iban desvaneciendo hacia el nacimiento de su barba. Llevaba sus gafas puestas y tuve el ridículo pensamiento de que había sido Clark Kent y no Superman quien vino a mi rescate.
Se acercó más y me rodeó con un brazo, casi abrazándome, para ayudarme a levantarme, y entonces comprendí que el maravilloso aroma era suyo... Era él. Era jodidamente perfecto.
—¿Sabes quién soy? —preguntó sin soltarme, temeroso de que cayera al suelo otra vez. Pero fruncí el ceño al escucharlo, cosa que pareció alarmarlo más.
—Allison... ¿Sabes quién soy?
—Claro que sí, Franz. ¿Por qué preguntas eso?
—Porque estuviste perdida un buen rato... No respondías a nada. —mientras hablaba me guió hasta una de las banquetas y presionó otra vez el pañuelo con el hielo sobre mi frente.
—¿Es ella la señorita Mason? —me giré al escuchar mi nombre en una voz desconocida, eso hizo que mi cabeza retumbara de dolor y me obligó a cerrar los ojos, pero pude ver al oficial de policía que estaba parado del otro lado de la barra.
—Sí, pero no creo que en estos momentos pueda hablar con mucha coherencia. —respondió Franz por mí.
—Me doy cuenta. Lo cierto es que la declaración puede ir y hacerla más tarde, o mañana... Lo entendemos dadas las circunstancias, pero necesitamos retratar las heridas en este momento, ya sabe... Para el registro.
—Sí, de acuerdo. Espere un momento.
—¿Retratar las heridas? ¿Qué expediente? —pregunté confundida.
—Los oficiales necesitan sacarte algunas fotos, para incluirlas en el expediente del imbécil ese, lo de la declaración a la policía lo discutiremos en un momento. —explicó Franz.
—¿Declaración? No, Franz. Yo no quiero hacer ninguna denuncia, yo...
—¡Y con un demonio que lo harás! —gruñó alzándome el rostro por la barbilla para que lo mirara. No fue brusco, pero aun así una punzada de dolor volvió a atravesarme la cabeza. —Ese desgraciado hijo de perra debe estar tras las rejas, y si la otra chica no quiso hacerlo... Debes hacerlo tú.
—Pero...
—¿Te detuviste a pensar lo que le hubiese hecho a esa chica? ¡Tom dijo que ella no paró de llorar mientras esperaba el taxi! ¿Quieres dejarlo en libertad y que siga citándose con otras por ahí?
Sabía que tenía razón, si quería contribuir realmente a la causa... Por mí, y por otras tantas mujeres allá afuera, debía hacerlo... Uno menos de estos tipos en la calle significaban unas cuantas mujeres más a salvo de acoso y maltrato, pero la cabeza me daba tantas vueltas que lo único en lo que podía pensar era en acostarme en mi cama y no levantarme de ahí en tres días.
—De acuerdo... Tomen las fotos que deban tomar. —le dije al oficial.
Me bajé de la banqueta y salí hasta donde estaban los tres policías. Noté que el bar se encontraba casi vacío, Bastian parecía estar dándole declaraciones a otro oficial, mientras Viktor estaba en la puerta interna despidiendo a los últimos clientes, mientras que Manuel y los demás estaban agrupados hacia la parte central del salón, mirándome con atención. Me pregunté qué habría pasado mientras no estuve, y si todo el mundo se había ido por el incidente o si Franz había dado la orden de despejar el bar.
—Por acá, señorita —me guió hacia una de las paredes falsas que daban hacia los baños. —. Levante el rostro y mire hacia el frente.
Hice lo que me pidió, y la lluvia de fotos inició, trayendo con ella los tormentosos flashes que me provocaron una jaqueca inmediata, tan intensa que sentí ganas de vomitar y perdí el equilibrio.
—¡Hey! ¡Hey! ¿Estás bien? —los brazos de Franz me rodearon nuevamente.
—Estoy bien, estoy bien... Solo me mareo un poco.
—Por lo que me dijo... Fue un golpe fuerte, debería atenderla un médico —aconsejó el oficial. —, ¿Han llamado a los paramédicos?
—No, pienso llevarla yo mismo al hospital... Necesito que le hagan una tomografía. —el oficial asintió y dijo otro par de cosas de las que no fui consciente... Por lo visto me había desconectado nuevamente.
Pasaron unos cuantos minutos mientras Franz despedía al oficial y regresó conmigo.
—Vámonos.
—¿A casa?
—Al hospital.
—No necesito que me hagan una tomografía, Franz.
—Estrellaste la cabeza violentamente contra la barra, Allison. Necesitas mucho más que una tomografía... Pero con eso me conformaré por ahora. —hablaba entre dientes, si creí que su mandíbula estaba tensa antes, cuando hablé con él en las escaleras; aquí parecía estar a punto de astillar sus dientes por la presión ejercida.
No dije nada más, sabía que de nada serviría.
—Llevaré a Allison a que la atienda un médico —dijo en dirección de los demás. —. Bastian... Quedas a cargo, asegúrate que todo esté en orden antes de salir.
Le lanzó unas llaves a mi compañero y luego me pasó un brazo por la espalda para ayudarme a caminar. No me negué porque en ese momento dudaba de mi capacidad para mantenerme en pie, no porque me temblaran las piernas sino porque estas parecían no responder a tiempo las órdenes de mi cerebro, lo que me hizo comprender que sí necesitaba ayuda, así que me dejé llevar hasta el auto, y cuando es tuve en el cálido asiento mientras íbamos en movimiento, cerré los ojos y me hundí en la oscuridad otro rato.
***
—Como pueden observar en la radiografía, no hay ninguna fisura. Y los resultados de la resonancia no muestran más que la confusión y desorientación propias de una contusión como la que tuvo. —explicaba el doctor de Urgencias mientras señalaba hacia la radiografía puesta sobre la pantalla luminosa de la pared, de la que yo no entendía nada, pero que él aseguraba estaba normal.
—¿Ves? Te dije que no hacía falta todo esto. —Franz me miró con cara de pocos amigos, pero no tuvo que responder... El doctor lo hizo por él.
—Oh, no, no... Sí que hace falta, señorita Mason. No sabe cuántas personas sufren estos golpes en la cabeza y no les prestan atención, pero dos o tres días después venir llorando por fuertes jaquecas, o peor... Los trae alguien más, desmayados o convulsionando. Los golpes en la cabeza no son juegos.
No me molestó tanto el tono condescendiente del doctor como lo hizo el gesto victorioso de mi amigo sentado a mi lado en la camilla, pero no dije nada.
—Vale, doctor; entonces... ¿Todo bien por Allison?
—Sí, sí... Le voy a recetar unos analgésicos cada seis horas, y un antiinflamatorio cada ocho. Dentro de dos días ya no debería tener mayores molestias, pero necesita reposo, y estar atenta a mareos o nauseas repentinas, y trate de no exponerse a fuentes de luz muy intensas, eso puede activarle alguna migraña y daríamos unos cuantos pasos atrás con ello.
—Perfecto, yo me encargaré de que cumpla con el tratamiento... Muchas gracias, doctor. —torcí la boca al comprender que Franz estaba haciendo el papel de mi padre frente al médico, pero tampoco era que yo estuviera en capacidad de tomar las riendas de la situación, así que lo dejé estar.
—No se preocupe... Su novia estará bien, por suerte no hubo lesiones internas. —me llevé una mano a la boca para ocultar mi sonrisa al oír al doctor, pero Franz no pareció inmutarse por el error.
—Es bueno oírlo. —asintió y le dio las gracias mientras aceptaba las cajas que este le pasaba junto con la receta. Luego se dio la vuelta y me ayudó a levantarme para salir de la sala.
—¿Por qué no le dijiste que no soy tu novia? —pregunté mientras salíamos del hospital.
—Porque era irrelevante... Solo me importaba que te checaran. —no pude decir nada más porque su móvil empezó a sonar en ese momento. —. Dime... ¿Cómo va todo?
Atravesábamos el estacionamiento bajo la gélida brisa nocturna, y fue entonces que me di cuenta que no tenía idea de qué hora era, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que el bruto ese me agredió hasta ese momento.
—Vale, sin más novedades entonces, eso es bueno. ¿Ya todos se fueron a casa? ¡¿Bárbara?! ¿Y por qué demonios se quedó? —abrió la puerta del auto mientras fruncía el ceño y ponía los ojos en blanco. —¡Estas mujeres me van a volver loco!
Apreté los labios y me encogí un poco, no sabía qué habría hecho la Barbie esta vez, pero sabía que yo estaba incluida en esa queja... Seguramente figuraba como primera en la lista. Lo vi rodear el auto en tres zancadas y tomar el asiento del conductor aun peleando al teléfono.
—Mándame un mensaje cuando la dejes en su casa, y dile que la quiero como un clavel mañana en mi oficina apenas ponga un pie en el bar... Estoy saliendo del hospital, llevaré a Allison a casa... Sí, todo bien, por lo visto fue más el susto que otra cosa... Vale, muchas gracias por el apoyo, Bastian. Nos vemos mañana.
Colgó el teléfono y soltó el aire como en una especie de meditación, lo miré de reojo decidida a no decir nada, pero mantener la boca cerrada nunca había sido lo mío.
—Entonces... ¿Todo en orden? —al escucharme giró su cabeza hacia mí con una mirada incrédula.
—¡¿Todo en orden?! Tienes una maldita cortada en la cabeza, tuve que pagarte una resonancia magnética para asegurarme que no tenías un derrame interno, y ahora resulta que Bárbara anda todavía en la calle aunque les pedí a las tres que se fueran temprano a sus casas. ¡El día que me dé una jodida crisis nerviosa... Va a ser culpa de ustedes!
—Te pagaré por lo de hoy, Franz. Yo...
—¡¡No es por el puto dinero, Allison!! —estacionó de pronto el auto a un lado de la vía, y mantuvo las manos fuertemente aferradas al volante mientras respiraba profundo otra vez. —No es por el dinero, discúlpame si se entendió así, eso no tiene importancia, pero... ¿Tienes alguna idea de lo nervioso que me puse cuando vi lo que ese malnacido te hizo?
—Lo siento... Debí hacerte caso y mantenerme alejada. —susurré, sintiéndome conmovida por la preocupación que se veía en sus ojos.
—Luego hablaremos que lo que debiste o no debiste hacer, ahora solo quiero llevarte a casa para que descanses... ¿Vale?
—De acuerdo, vamos.
Puso el auto en marcha otra vez y fui repasando los sucesos de la noche uno a uno, para asegurarme que no había lagunas en mi cabeza, me refiero a... Más allá de la obvia, pero por absurdo que pareciera, incluso para mí, lo que más llamaba mi atención fue el hecho de que si en el hospital creyeron que Franz era mi novio, y yo llegué con un golpe en la cabeza...
—¿No crees que los del hospital pensaron que tú me golpeaste, o sí? —pregunté preocupada.
—No.
—¿Les dijiste lo que pasó?
—Algo así... Creo, dije que te halaron del cabello y pegaste la cabeza de una mesa —luego hizo una pausa y frunció los labios. —. Pero por la expresión de la enfermera y el secreteo que tenía con las otras dos... Creo que asumieron que yo lo hice.
—¿Ves? Justo lo que digo... Pensaron que tengo un novio maltratador y con remordimiento.
—No, pensaron que tienes un novio entusiasta pero medio torpe. —la ligera sonrisa que mantenía mientras manejaba, me desorientó un poco.
—No entiendo... ¿Entusiasta pero medio torpe? ¿Qué significa eso?
—Allison... Creyeron que nos estábamos divirtiendo y algo salió mal. —alzó sus cejas cuando me miró fugazmente antes de volver su atención a la carretera.
Tardé un par de segundos en comprender lo que decía, y cuando lo hice no paré de reír hasta que la cabeza me empezó a palpitar del dolor.
—Ay, no, no... ¡No me hagas reír!
—Solo te aclaro lo que pasó.
—O sea... ¿Creyeron que intentaste ser Christian Grey y fue un fracaso total? —no pude evitar volver a reír, aunque él me miró extrañado.
—¿Debería saber quién es?
—¡Oh, vamos! ¿En serio no sabes quién es? Sé que eres medio nerd, pero... ¿En serio?
—¡Aguarda! ¡Sí sé! ¿Es el tipo que le gusta amarrar a sus chicas, no?
—Es algo más complicado que eso... Pero sí. —respondí sujetándome la cabeza mientras sonreía.
—Ah, bueno... Entonces sí, en efecto eso saldría mal. —agregó sonriendo, pero arrugando la nariz.
—¿Por qué lo dices?
—Porque de seguro terminarías en el hospital igual que hoy, pero probablemente antes de eso necesitaríamos una visita de los bomberos... Soy malísimo haciendo nudos.
Solté otra carcajada sin poder evitarlo, ciertamente no podía imaginarme algo más vergonzoso que eso; y no podía creer que estaba hablando de esas cosas con mi jefe, después de una visita a Urgencia porque un salvaje me atacó en el bar. Jamás me hubiese imaginado que mi día terminaría así.
—Te comprendo, pero eso es cuestión de práctica.
—Dudo que alguna mujer quiera hacer de conejillo de indias para eso.
«Pss... Yo lo hago gustosa», pensé, imaginándome siendo la acompañante de Franz en sus prácticas.
—¿Qué dijiste? —me giré de golpe al escucharlo. Fruncía el ceño mientras me miraba, y comprendí que había hablado en voz alta... ¡Maldición!
—¿Yo? Este... Que... Cuando... hablo me... duele la boca.
Sonreí, esperando que me creyera. Por la expresión en su rostro parecía que sí.
—Debe ser por el golpe, quizás se te está hinchando la cara... Ponte algo frío al acostarte.
Suspiré aliviada al lograr distraerlo, y noté que ya habíamos llegado a mi edificio.
—Vale... Lo haré, gracias por todo, Franz; fue lo lindo de tu parte.
—No tienes que agradecerlo... ¿Estás bien aquí, o necesitas que te acompañe?
—No, no... Estoy bien. Puedo sola desde aquí.
—De acuerdo, no dudes en llamarme si necesitas ayuda, o... Cualquier cosa, ¿vale?
—Dalo por hecho.
—Perfecto, mañana debemos ir a la comisaría... Te llamaré para pasarte buscando. Ahora entra... Esperaré aquí.
Caminé hasta la reja y me giré para despedirme antes de entrar al edificio; y mientras caminaba hacia el elevador supe que yo no necesitaba radiografías ni resonancias para saber que mi mente funcionaba bien, las fantasías que ya estaba teniendo sobre Franz y un par de esposas... Me decían que todo estaba en orden dentro de mí.