La entrevista

1083 Words
“Al expresar nuestra gratitud, nunca debemos olvidar que la mayor apreciación no es decir palabras, sino vivir por ellas.” John Neal —Señorita Oliveira puede pasar. —la asistente se asoma en la puerta, la nombra, ella se pone de pie y entra a la lujosa oficina del Gerente de Recursos Humanos. La asistente se retira, cierra la puerta. Ella se acerca al escritorio, extiende su mano estrechando con firmeza la mano del gerente. —Buenos días, soy Christa Oliveira. Un placer Licdo. Arévalo —se sienta, cruza sus piernas y observa con una mirada seductora al hombre de unos cincuenta años, cabello cenizo, y sonrisa amable. —Bienvenida señorita, Oliveira. —toma la carpeta, revisa el currículo de Christa, asiente en algunos casos y permanece pensativo en otros, cierra la carpeta. —Veo que tiene ud un sumario ejecutivo excelente. —¡Gracias! —¿Por qué le gustaría trabajar en nuestra empresa? —Estuve viendo su misión y visión empresarial y digamos que se ajusta a mis intereses no sólo económicos sino profesionales. Recién llegué de Lisboa y quiero instalarme en la ciudad. —Habla muy bien el español. —Sí, mi padre vivió mucho tiempo en España y mi madre es lusitana por lo que aprendí ambos idiomas. —Interesante historia señorita Oliveira. Creo que además de poseer un perfil idóneo para la empresa Telcom S.A. usted resultaría una excelente adquisición para nosotros. —Me halagan sus palabras Licdo. Arévalo. ¿Eso significa que estoy contratada? —Eso significa que es una gran candidata para el cargo. Christa pensó que había sido muy fácil ser aceptada, pero al parecer tendría que usar algo más de sus encantos para persuadir a aquel hombre. Se pone de pie, inclinándose un poco hacia adelante y dejando que sus senos se asomen sutilmente por la abertura de la blusa que los cubre. La mirada del hombre de lentes parece salirse de los cristales al ver aquellos dos capullos queriendo florecer. —Esperaré su llamada —le dice con voz seductora, abreviando en esta frase la más provocativa insinuación. —Tenga por seguro que así será. —extiende su mano, ella la estrecha nuevamente con firmeza. Toma su bolsa y camina con sus largas piernas y prominentes curvas hacia la puerta de salida. Arévalo se pierde en sus cadenciosos movimientos. —Señorita —le dice con la voz entrecortada, aflojando el nudo de su corbata. Ella se voltea, dejando que su cabello ondulado le dé un toque sensual mayor a su silueta. —Dígame licenciado. —Puede regresar un momento. Creo que reconsideraré su propuesta para el cargo. Ella sonríe picaramente. Regresa, se sienta. El hombre saca de su gaveta la carpeta con el contrato. Se lo entrega para que lo llene. —¿Puedo acercarme para asentar en su escritorio? —No faltaba más. Con gusto. Ella rueda la silla y comienza a llenar el contrato, arregla su cabello en repetidas oportunidades, coqueteando para impedir que este desista hasta tanto no haya firmado el documento. Minutos después sale de la oficina, sonriente, ufana de haber logrado su objetivo. Trabajar en Telcom S.A y descubrir el misterio de la muerte de su cuñada Giovanna. Después de la entrevista, Christa conduce hasta la mansión de su hermano. Jeremías al escuchar el auto, se asoma por la ventana, desde que Giovanna murió, es poco lo que duerme. El alcohol y los remordimientos juntos son una bomba explosiva para caer en depresión. Abre la puerta, la luz del sol lo enceguece. Christa baja del auto, se acerca a él y lo abraza con fuerza, ya hacían cuatro años que no se veían. —¿Cómo has estado? —le pregunta rodeando con sus manos el rostro de su hermano. —¿Cómo podría estar? Ya Giovanna no está —responde, se le quiebra la voz y se refugia en el hombro de su hermana menor. —Sé como debes estar. No es fácil tener que pasar por algo así. —Pasa —le pide a su hermana. Aquel lugar mostraba la evidente tristeza que Jeremías llevaba en su corazón. Entraron al salón principal, ella lo llevó hasta el sofá y lo ayudó a sentarse. Fue hasta la ventana principal, corrió hacia un lado la cortina permitiendo que la luz del sol iluminarán el lugar. Luego fue hasta la otras dos ventanas e hizo lo mismo. Era importante que a pesar del dolor de su hermano por la muerte de Giovanna recuperara las ganas de vivir. Regresó al sofá y se sentó al lado de su hermano. Jeremías siempre había cuidado de ellas después que su madre murió hacia ocho años atrás. Él se encargó de mantenerla económicamente y apoyarla en sus estudios de derecho. Luego la envió a Portugal para que estudiará Finanzas y lo ayudara a llevar la empresa de Turismo que su madre les había heredado. Todo lo que él había hecho por ella, era hora de retribuírselo; por ello, cuando él le pidió ayuda aquella tarde, Christa no lo dudó ni un minuto. Era hora de regresar a su país y de apoyar a su hermano en aquel terrible momento. —Ya logré entrar en Telcom. Es el primer paso para llevar a cabo nuestro plan y descubrir si tienen que ver con lo que le ocurrió a Giovanna. —Gracias hermanita. No te imaginas lo importante que es para mí que hayas vuelto. —Siempre estuviste conmigo ¿Cómo podía dejarte solo? Desde que mamá murió te hiciste cargo de mí, de la casa, de la empresa. Es hora de que yo también me haga cargo. —Yo necesito que me ayudes para descubrir la verdad de lo que ocurrió con Giovanna. Yo puedo seguir a cargo de la empresa como siempre. —Está bien. Te ayudaré con eso. Jeremías abraza con fuerza a su hermana, ahora que ella estaba de regreso todo sería más llevadero para él. Suena su celular, él lo saca del bolsillo de su pantalón. Mira la pantalla, decide no contestar. Christa lo observa algo extrañada, aunque entendía su dolor. —¿Quieres que conteste yo? —le pregunta. —No, no es necesario. Es mi asistente, yo le hablo luego. —Está bien. Yo debo irme. Te hablo luego. Christa se despide de su hermano, sube a su auto. Se quedaba pensativa por algunos segundos. El comportamiento nervioso de su hermano al ver quien lo llamaba era inusual. Su instinto le decía que algo más estaba pasando.
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