“Somos fácilmente engañados por aquellos a quienes amamos.”
Molière
Christa celebra en su apartamento, aquel logro. Destapa la botella de vino tinto, se sirve una copa mientras repasa mentalmente la estrategia que usó para convencer al gerente de contratarla. Sonríe por su astucia femenina y por la conducta tan habitual y básica de los hombres. Todos parecían responder sólo a su instinto animal. Camina hasta el balcón y desde allí, observa a lo lejos el hermoso paisaje costeño. Siente la brisa en su rostro.
Para ella, es muy importante entrar a Telcom S.A, no sólo porque es una de las empresas más prestigiosa de la ciudad, sino porque además de averiguar sobre la muerte de Giovanna y ayudar a su hermano Jeremías, también tendrá la oportunidad de ganar un buen dinero, que para nada le caería mal. Necesita pagar algunas deudas que le dejó pendiente su última relación amorosa.
***Flash back
Cuando llegó a aquel elegante restaurante, jamás pensó que allí conocería al hombre que le robaría no sólo su corazón sino su dinero.
João era un hombre excesivamente atractivo, alto, de piel clara, cabello muy oscuro, barba incipiente y sonrisa encantadora. Estaba sentado en la barra campaneando su trago de wiskhy. Ella se sentó en una de las mesas cerca de la barra. Necesitaba liberarse un poco del estrés.
El mesonero se acerca para ofrecerle sus servicios.
—¡Oí! Boa noite. Eu sou Vinicio, quem estará atendendo a você.
—Muito obrigada Vinicio.
—Deseja alguma bebida em espacial?
—Sim, eu gostaria de um gin tonic. —responde ella, el joven le entrega el cardapio para que revise el menú.
El hombre de la barra la observa insistentemente. Ella se pone algo nerviosa, no estaba muy acostumbrada a la vida nocturna de la capital. Desde que llegó a Lisboa, se había enfocado en sus estudios de Finanzas Corporativas y apenas compartía con sus compañeros de estudio en la universidad. Siempre recuerda el consejo de su madre Ághata: “Los amigos, se cuentan con la palma de una mano y siempre deben sobrarte dedos”.
Extraña tanto a su madre, Ághata era una mujer maravillosa, siempre había velado por ella y por su hermano. Construyó por sí misma aquella empresa de Turismo y nunca permitió que les faltase nada, no sólo económicamente sino afectivamente. Una madre perfecta, sí eso fue. Hasta que comenzó a presentar aquellos interminables dolores de cabeza, que la obligaron a realizarse varios chequeos médicos y le detectaron un tumor maligno. Su agonía fue corta, después del diagnóstico y las primeras sesiones de quimioterapia, murió dos meses después.
Estar en Lisboa siendo mujer y con convicciones diferentes, había sido un poco difícil para Christa. Debía enfrentarse a una cultura nueva para ella, por suerte su madre desde pequeña le había enseñado a hablar el portugués y eso le había ayudado mucho. La voz sensual de aquel hombre la desvió de sus pensamientos.
—Eu posso te acompanhar?
Ella levanta el rostro y se encuentra con aquellos ojos negros profundos y su sonrisa de galán de TV.
—Sim —respondió automáticamente olvidando por completo los consejos de su madre y sus propias convicciones.
La platica entre ellos fue divertida y entretenida. Christa había quedado literalmente encantada con aquel hombre tan apuesto. Durante un mes estuvieron saliendo y compartiendo. Finalmente decidió dar el siguiente paso y le pidió que fuese a vivir con ella a su Loft. Al principio todo era perfecto, sexo constante, placer y mucha diversión. Pero había algo raro en él, nunca hablaba de su familia y estilaba salir a altas horas, solo. En algunas oportunidades, Christa le dijo para acompañarlo, pero el terminaba molesto, discutían y él se iba. Cuando regresaba entonces se reconciliaban haciendo el amor. En eso si, João era un experto amante.
Con el paso de los días, ella comenzó a notar que su príncipe azul era una especie de Roobin Hood, nunca tenía para pagar la cuenta. Las veces que salían a almorzar fuera o pasear, ella terminaba pagando con sus tarjetas de crédito. Christa se había convertido en una especie de patrocinadora de su galán de TV. Aún así el amor que sentía por él, la mantenían obnubilada.
Por suerte, una tarde en la que João le aseguró que iría en busca de empleo, al terminar su última hora de clase y tal cual, como el día que lo había conocido un par de meses atrás; decidió ir a tomar una copa al mismo restaurante donde lo vió la primera vezen. Para su sorpresa, él estaba sentado en la barra, esta vez acompañado de una elegante mujer, mucho mayor que él. João la sostenía por la cintura y la mujer lo miraba, acariciando su rostro. El bartender al verla, le hizo señas a João, pero él permaneció inmutable. Era evidente que no le importaba ser descubierto por Christa, ya tenía otra víctima y eso era más importante para él.
Indignada, giró en sus propios pies y salió de aquel restaurante, tomó un Uber y regresó a su Loft. Quería tomar todo lo que le pertenecía y quemarlo, pero prefirió recoger la poca ropa que había de él, la metió en una bolsa negra de basura y la lanzó al bote de basura.
Él nunca regresó, ni siquiera le devolvió los mensajes. Y quizás fue lo mejor. Por unos días Christa se sintió triste, no le dolía haber sido chuleada por aquel babysugar, sino su falta de sensibilidad, ella creyó que la amaba, pero no era así.
Aunque sufrió un poco, pronto logró recuperarse emocionalmente, sólo que sus tarjetas de crédito estaban sobte giradas y cargadas de deudas.
***
Esa noche durmió relajada, el vino la hizo dormir toda la noche.
Al día siguiente debía volver a la empresa para el chequeo médico. Se despertó antes de que sonará la alarma, se estiró y pasó las manos por sus ojos para terminar de despertarse. Se puso de pie, se desvistió y fue hasta el baño para ducharse. Abrió la regadera, reguló el agua, se metió. El agua tibia recorrió su cuerpo e instantáneamente sus pezones se endurecieron.
Recordó sus últimas noches de pasión con João y también sintió necesidad de tocarse, acarició sus pezones, bajó por su abdomen y acarició su pelvis, dejó que sus dedos se deslizaran entre sus pliegues y digitó con movimientos circulares su c******s hasta que este se fue irrigando de sangre y tornándose cartiliginoso. Lo frotó suavemente, luego fue acelerando hasta que comenzó a sentirse sedienta, pasó la lengua por sus labios, su corazón se aceleró con cada uno sus movimientos, la humedad en su v****a y sus contracciones vaginales se acompasaron, su v****a parecía una flor carnívora sedienta de su presa. Tras exhalar un último gemido de placer, dejó que el agua relajara sus músculos contraídos.
Salió de la ducha. Se vistió y maquilló, luego tomó las llaves de su auto, salió del apartamento, fue hasta el estacionamiento subterráneo y condujo hasta la clínica.
Después de hacerse todos los exámenes que le habían pedido para su ingreso a la empresa, esperó los resultados.
La recepcionista la llamó y le entregó el sobre. Lo abrió y verificó los resultados. Todo estaba bien. Fue hasta la empresa para entregarlos.
Hasta ese momento, no había conocido al dueño de la empresa. Había visto el nombre en la puerta de la oficina, pero esta permanecía cerrada en las dos ocasiones que había visitado el lugar. Sentía curiosidad por saber quién era Rodrigo Bracamonte. Por alguna razón al pronunciar su nombre una extraña sensación la hacia estremecer por dentro.
El lunes ya debía comenzar a trabajar, Deborah le mostró su oficina, aún aparecía el nombre de su cuñada en el identificador.
—Disculpe, para el lunes ya aparecerá el nombre suyo.
—No te preocupes, no tengo apuros. Además por lo que he oido hablar, era una excelente empleada.
—Sí, realmente era una gran mujer, inclusive como jefa.
Fue hasta el departamento de personal, allí le entregaron el carnet de identificación digital para su ingreso a la empresa.
Aquel era un nuevo comienzo para Christa volver a su país, trabajar en una importante empresa, sí, era el inicio de una etapa más en su vida.
Salió del edificio y condujo de regreso a su apartamento. De su mente no desaparecía un pensamiento, pronto conocería a su jefe inmediato.
—Rodrigo Bracamonte. —repitió su nombre varias veces como para apoderarse de ese pensamiento para siempre.