Durante mucho tiempo creí que la “Verdad” era solo lo que me rodeaba, de cierta forma creí que era lo único que conocía, lo único que giraba a mi entorno… ¿y cuál era? Pues… de esto se trata mi vida, mi milenaria e infeliz vida.
Por años fui la cosa más esbelta, una divinidad para aquellos que son llamados mortales, por años me mantuve al margen de lo que creí correcto sin saber que mi creencia me llevaría a un final tan distintivo y tan peculiar para cualquier Dios.
Sin embargo hacen miles de años se había formado un consejo compuesto por 5 ancianos con autoridad de juzgar a las Deidades más fuertes y capaces de todos los reinos, eran los encargados de decidir sus destinos y sellarlos como parte de una profecía.
—¿Están consientes de dicha reunión?
Aquel consejo se encontraba reunido en Wangzhan (Portal a los tres reinos) para tomar una decisión delante de tres Deidades supremas, aquellos seres no eran simples inmortales que simplemente tenían dones y eran eternas, No, aquellos seres eran más que esos, por eso fue la decisión de reunirse y preguntar sus opiniones.
La Diosa mayor tomo un paso al frente y respondió con total seguridad. —Si.
Enseguida las otras dos paradas a sus lados la interrumpieron en silencio. —¿Qué crees que estas asiendo? Eso no fue lo que acordamos.
Aquella joven las miro a cada una y respondió. —Lose, pero es la única manera de ser libres… libres de verdad…
Para en ese entonces mi concepto de libertad estaba definido a volar sin cadenas de fuego en mis muñecas, y eso era lo que buscaba para nosotras, alcanzar dicha libertad.
—Por favor piénsalo mejor, estas aceptando algo que no nos corresponde.
—Pero es la única manera.
—No es cierto, hay otras solo por favor piénsalo mejor.
A si es, Yun tenía razón, habían miles de maneras como miles de posibilidades de lograr dicho objetivo, pero ninguna como la que nos presentó el consejo, y si, para cualquier Dios esto era una misión s*****a, pero era la única manera de acabar con toda esta maldición que cada día se llevaba a más y más vidas perfectas.
—Por favor… hazlo por nosotras…
—la Joven con túnicas blancas se detuvo a pensar y soltó un leve suspiro. —Es por nosotras que estoy haciendo esto.
Al terminar mi frase mire directamente al anciano que llevaba el mando, lo mire a los ojos aunque estos no estaba visible por su capa blanca que cubría su rostro hasta la nariz, aun así lo mire fijamente. Me metí a su mente y comencé a compartí mis pensamientos con él.
Entre ellos recordé a mi madre, a mi padre, a mis hermanas y toda mi transformación y entrenamiento, cada lagrima, cada golpe cada grito cada intento de escapar y junto a ellos jure cambiar el sistema protervo de ambos reinos.
Todos en la reunión guardaban completo silencio sin intenciones de expresar alguna inquietud o molestia, todos menos dos jóvenes con físicos juveniles y muy bien parecidos, Shangdi y Mingjie, aquellos jóvenes miraban con mucha preocupación al consejo y a todos los asistentes ya que habían representantes del reino de los demonios y del reino Mortal junto al reino celestial; todos en la reunión presente sabían el veredicto final, si las tres jóvenes paradas en el centro lo aceptaban entonces eso significaría solo una cosa: Caos.
Por nada en el mundo nadie se querría perder aquella oportunidad donde se juzgarían a dichos seres, cuando terminé la mi visión lo deje ir al mismo tiempo que me dirigí a mis hermanas paradas a mi lado.
—Hermanas, lamento tener que obligarlas a tomar esta decisión junto a mí, pero es la única manera de acabar de una vez por todas todo este infierno, solo imaginen una vida sin miserias, sin miedos ni oscuridad, una vida donde podamos ser libres de verdad, nosotras… juntas…
La menor de las tres me abrazo con fuerza, con lágrimas en sus ojos comenzó a susurrar. —Sabes lo que pasara una vez que sellen el “Rollo” sabes lo que significará y lo que ellos esperaran de nosotras...
Lo se… lo sabía perfectamente.
—Muy bien, ahora que sus Destinos están predichos le rogamos a sus majestades completar la última petición para sellar.
Las tres hermanas se pararon en orden con postura firme, la mayor mando a traer sus espadas con sus Sinsayas, una vez que estas obedecieron las jóvenes divinidades supremas tomaron cada una sus espadas, cada una a la par comenzaron a recitar una oración pequeña pero repetitiva.
Una vez hecho esto las tres espadas comenzaron a brillar, los cinco ancianos se levantaron de sus puestos y tomaron sus manos, las jóvenes sentían su poder tanto así que las tres se sentaron sobre sus rodillas chocando con gravedad sus espadas clavándolas en el suelo y estas compartían su poder marcando el suelo hasta el último rincón en forma del Sello dorado.
El ambiente se convirtió en una tensión que elevaba vestiduras y cabellos pero solo a estas jóvenes arrodilladas, para sus alrededores nadie salía afectado, aquel ritual hacia que toda su vida inmortal quedara en el olvido, dejando así salir de su cuerpo todo poder y todo don, renunciando a su actual existencia.
Por años fui la adoración y anhelo tanto de demonios como de simples mortales, fui su templo y su reliquia más sagrada… Pero ahora, soy la razón de la futura Destrucción…