—Siéntate— le digo a Javier que cierra la puerta después de entrar
—¿ésta es tu oficina? ¿Qué haces exactamente aquí? — me pregunta mientras mira los pósters y montones de libros que tengo guardados y pegados en la pared
—me encargo de la publicidad, diseño y difusión de lo que se hace en este hospital— le digo mientras tomo asiento en la silla detrás del escritorio y veo como se queda completamente sorprendido
—wow, es algo realmente importante ¿entonces por qué tu padre querría que aprendieras a encargarte del hospital? — me dice con el ceño fruncido
—no lo sé, pero, siento que algo me oculta, Javier, es demasiado extraño que de un día para otro me esté pidiendo esto— Javier me mira tratando de analizar la situación
—te ayudaré a descubrirlo, será como en los viejos tiempos— me dice alzando las cejas y yo asiento mientras trato de ocultar una sonrisa
—será divertido, Francisco— frunce el ceño y yo suelto una carcajada
Reviso mi correo cuando suena la campanita de una nueva notificación, descargo varios archivos y los abro enseguida, quiero empezar a hacer esto lo antes posible, imprimo las hojas necesarias y Javier se acerca a mí, para comenzar a explicarme algunos términos y significados que desconozco ¿desde cuando es tan bueno en esto? Estamos sentados en la pequeña salita de la oficina, no se cuanto tiempo llevamos metidos en el trabajo, pero cuando veo por la ventana es de noche —oscureció— le digo dejando de lado los papeles y frotando mis ojos, hace algunos años dejé de usar los pupilentes y me operé la vista, ya que los lentes eran demasiado molestos también, el se estira y suelta un bostezo
—no me di cuenta de la hora, realmente esto es más difícil de lo que creí, no se como Fabian logra hacerlo— dice acomodándose en el sofá
—por que obviamente tiene ayuda, papá me está poniendo este desafío solo para tenerme aquí más tiempo, desde que dejé de vivir con él ha estado un poco extraño— Javier me mira atentamente
—¿Por qué dejaste de vivir con él? — pregunta con curiosidad
—bueno, quería un poco de libertad e independencia, aunque a veces… me da miedo estar sola, me llegan los recuerdos tristes, me dan pequeños ataques de ansiedad y lloro la mayoría del tiempo— toma mi mano y me siento mejor
—te invito a cenar, dejemos todo por hoy, continuamos el lunes, ¿Qué te parece? — sonríe y me parece demasiado adorable, asiento dejando salir un suspiro y nos ponemos de pie juntos.
Entro a la oficina de mi padre para despedirme de él pero veo que ya no se encuentra en su silla, lo que me parece extraño, reviso mi teléfono y noto que tengo un mensaje de él diciendo que tuvo un problema y tiene que ir a revisarlo, le respondo el mensaje y salgo de la oficina rumbo al ascensor donde me espera Javier, entramos y solo bajamos en silencio, no le había dicho a nadie los pequeños ataques de los que sufro y no lo quiero preocupar diciéndole de las pesadillas que tengo con la muerte de Alex, las que cada vez son más frecuentes.
Al salir del ascensor ya se encuentra Elena en el lugar de Minerva, ella es una chica hermosa, delgada y de tez blanca, cabello café oscuro, al igual que sus ojos, los cuales son hermosos, labios gruesos y buen cuerpo, ella es muy agradable y siempre tiene una sonrisa en su rostro
—buenas noches, señorita Velázquez— me dice al verme
—solo Valentina, por favor, Elena— le digo con una sonrisa y ella asiente, mira fijamente a Javier y yo los presento
—Elena, él es Jav…. Francisco Oliveira, será un nuevo m*****o administrativo en el hospital y estará en mi oficina mientras le asignan una a él— digo lo más segura que puedo, ella asiente y se saludan cordialmente
—un gusto, Elena Moncada, lo que necesite puede pedírmelo a mí, o seguramente a Minerva, aunque ella no es tan… amigable— los tres reímos al escucharla, después de su recibimiento en nuestra llegada pudimos darnos cuenta de eso
—gracias, Elena, tenlo por seguro que, si necesito algo, no dudaré en pedírtelo— nos despedimos y salimos del hospital.
Subimos nuevamente al auto, no sabía dónde cenaríamos, pero Javier nuevamente me guio gracias al gps, quince minutos después nos encontrábamos llegando a un pequeño restaurante
—estaciona aquí— me dice quitándose el cinturón de seguridad.
Estaciono y apago el auto, bajamos y me extiende el brazo tomándome de la mano, sonrío y las entrelazamos. Abre la puerta e inmediatamente el olor a comida italiana nos pega en el rostro, mi estomago comienza a rugir y me doy cuenta de el hambre que traía, un mesero se acerca a nosotros y nos lleva hasta una mesa al aire libre, hace un poco de frio, pero se siente agradable, después de ordenar nuestra comida el mesero se retira para traer nuestros alimentos
—Javier, ¿Cómo va tu tratamiento contra el cáncer? — le pregunto tratando de sonar lo más natural posible, el me mira algo extrañado
—bien, hace unos meses me realicé unos estudios y salí limpio, espero que así siga para siempre— me da media sonrisa y yo asiento, me alegra que realmente se esté recuperando
—¿y tú? — me voltea a ver y yo esquivo la mirada
—¿yo que? — le digo distraída —no me respondas una pregunta con otra pregunta, ¿Cómo has estado Val? Tus cicatrices, tus pesadillas con Alex, tus dolores de cabeza— me dice realmente preocupado
—¿Cómo sabes de mis pesadillas? — frunzo el ceño, a nadie se lo había dicho, era algo que realmente no me gustaba contar
—una de las noches en las que te quedaste a dormir conmigo en el hospital, en medio de la madrugada desperté, no tenía mucho sueño realmente, así que solo te vi dormir cómodamente en el sofá, pero de pronto, comenzaste a gritar su nombre, llorabas y te movías bruscamente, sabía que eran pesadillas porque yo también las tengo a veces— baja la mirada, me siento un poco extraña, no sabía eso de él, y jamás me di cuenta de que había sucedido eso.
—No… no lo sabía, pero… han mejorado, las cicatrices casi no se notan, papá me ha dado algunas medicinas para dormir bien y evitar los dolores de cabeza y bueno, a veces el trabajo me distrae de mis pensamientos— era cierto, sumergirme en el exceso de trabajo a veces me relajaba y me olvidaba de todo, me encantaba.
—hablando de eso… ¿realmente quieres trabajar en el hospital para siempre? — se cruza de brazos, yo niego con la cabeza
—no, mi sueño es irme, últimamente eh trabajado en varios diseños de libros, la editorial Rickman saca un concurso al año donde convoca nuevos ilustradores y diseñadores para sus libros, claro, nunca eh ganado pero este año, todo ha mejorado así que espero poder hablar con mi padre e irme a Londres cuando pueda— en mi rostro se forma una enorme sonrisa y el se da cuenta de eso
—me alegra escucharlo, realmente se ve que estás emocionada, sabes que te apoyo en todo lo que quieras hacer— me toma de la mano y asiento cerrando los ojos
Nuestra comida llega y es realmente deliciosa, debido al hambre que tenemos casi no hablamos mucho, hasta la hora del postre, pedimos un café y una rebanada de pastel para cada uno
—¿Cómo es que aprendiste tantas cosas sobre administración y todo lo relacionado al hospital? — pregunto volviendo al tema del trabajo
—bueno, después del retiro al que fui en la montaña, volví con ganas de aprender muchas cosas, el negocio en el que invertí el dinero que tu padre me dio, iba empezando, y ahí me dejaron terminar la escuela y hacer mis prácticas— me dice después de darle un trago a su humeante taza de café
—¿de qué es el negocio en el que invertiste? — deja su taza sobre la mesa
—bienes raíces, contratamos ingenieros y constructores para la creación de hogares para las personas con pocos recursos— una sonrisa se forma en su rostro
—eso suena hermoso Javier— le digo tomando su mano, el asiente
—hay muchas comunidades en todo el mundo que realmente necesitan un hogar, la empresa estaba empezando, necesitaban a alguien que los ayudara a administrar y pues… se me dan bien los números, además ya tenia conocimientos sobre máquinas e ingeniería así que todo se dio muy fácil— Javier sonaba entusiasmado, realmente le gustaba lo que hacía.
Al terminar de comer, pedimos la cuenta y salimos del restaurante, comenzamos a caminar hasta el auto cuando la lluvia nos sorprende
—¡Dios, extrañaba esto! — dice Javier riendo a todo pulmón
—Javier, vamos, nos podemos enfermar— le digo apurándolo para subir al auto
—Valentina, ven, como en los viejos tiempos— me dice tendiéndome la mano, sé lo que quiere hacer
—No seas ridículo, además no tenemos música— la lluvia no se detiene y ya comienzo a temblar de frio
—nunca la necesitamos, ven— me toma de la mano, pasa su brazo por mi cintura y comenzamos a movernos al ritmo de música imaginaria, me da giros y seguimos riendo, el tiempo se había detenido y parecíamos de nuevo dos jóvenes disfrutando un hermoso momento juntos.