Erior.
—Es hora de la comida. —Abro los ojos y miro el techo, de un azul opaco.
No tengo ganas de mirar la silueta de mamá marcharse, así que giro mi cuerpo al lado contrario por el que ella se va.
Estoy cansado. No quiero seguir en esta estúpida cama, pero no tengo nada mejor que hacer puesto que a mí progenitora no le agrada la idea de que salga por ahí en silla de ruedas.
Ella dice que es por cuidarme y toda esas cosas, pero no soy tonta, la he escuchado hablar por teléfono a sus amigas. Solo no quiere que nadie se entere que si hijo ya no puede caminar y todo por andar defendiendo a una mujerzuela.
Sus palabras, no las mías.
Respiro hondo. El olor a carne está invadiendo la habitación, mi estómago empieza a rugir y la verdad comienzo a creer que esto de aguantar hambre no me va a llevar a nada bueno.
Cómo puedo me levanto y miro a mi nueva compañera de vida. La silla de ruedas que está justo a un lado de mí, solo para que tenga subir a ella y ya. Eso hago, me doblo un brazo en el intento y maldigo.
¿Por qué me pasa esto a mí? Todo lo que quise era ser feliz, tener una familia con la mujer que amaba y sigo amando, pero como la vida es una grandísima perra me ha dejado en un estado en el que nadie nunca me va a querer.
Desde el momento en que él Doctor Alexander entro con papeles en manos y una cara cuadrada, supe que lo que vendría no sería bueno y lo confirme cuando dijo "Tengo una mala noticia..."
El corazón se me hizo añicos, no porque él entrara de esa manera y dijera las cosas sin tacto, no, sino porque lo había perdido todo justo ahí.
Mia era una mujer hermosa y sé que lo sigue siendo, una chica que merece la pena. Que necesita ser feliz y yo en dos ruedas no la iba a hacer feliz, solo la condenaría a una vida de miseria y lastima.
Porque eso es lo que doy a esta edad, cuando estoy en la calle me miran como queriendo decir "Pobre chico, tan joven y sin poder valerse por sí mismo"
Para colmo, Mia necesita alguien que la cuide, que la proteja.
¿Cómo puedo hacer eso yo, si incluso para ir al baño es una lucha constante?
Termino de hacer mi rutina diaria, mirándome al espejo que Mark compró para mí y coloco sobre una silla en el baño. Todo para que estuviera a mi alcance.
Respiro hondo.
Me veo muy diferente a como solía ser antes, siento asco de la persona que se refleja en el espejo.
Retengo las lágrimas y salgo, no quiero seguir mirándome o volveré a intentar algo que no debo.
El psicólogo fue claro conmigo, debo seguir adelante pase lo que pase.
Tomo la comida de la pequeña mesa que mi madre a colocado cerca de la televisión.
Mark no ha hecho acto de presencia durante estos últimos tres días, imagino debe de estar malgastando todos sus ahorros en cada cantina de la ciudad.
No lo culpo, yo también lo haría solo que no me dejan salir por mucho tiempo y sin supervisión, quien tiende a ser mi hermano mayor.
—Querido, ya te lo he dicho... —mamá sale con el teléfono en mano, supongo hablando con mi padre. Desde que llegamos él se marchó a su trabajo y desde entonces solo lo vemos dos fines de semana al mes. —Si, si, estaremos esperando esas vacaciones familiares. Ay, también te amo. Cuídate.
Dicho eso cuelga y fija su mirada sobre mí.
—Tú padre quiere que pongas todo el empeño en las próximas sesiones, aparte de eso —frunce el ceño y coloca los brazos en forma de jarra. —Se ha enterado de lo que le has dicho a tú psicólogo, no queremos más "accidentes" como los tres que pasaron...
Cómo con lentitud, procesando todo lo que dice.
"Accidentes" sí ella lo quiere llamar así, pues bien.
—Mark está en casa de un amigo, dijo que volvería para la noche. Quizás salgan un rato a comer y pasarla bien, —sigue parloteando pero la ignoro por completo.
Estoy cansado de que me trate como si fuera un niño, hace muchos años que cumplí la mayoría de edad y la verdad me gusta que me traten como tal.
Pero mi madre se empeña en hacer todo lo contrario desde que baje del avión.
Se me quitó el apetito al apenas verla, pero sigo comiendo porque es necesario para seguir en este mundo sin causar más problemas.
A veces deseo no haber fallado las veces que trate de quitarme la vida. De no ser por Mark quien siempre estuvo detrás de mi como una sombra, estoy seguro que estaría en un mejor lugar son tener que causar molestias.
El teléfono de mi madre suena, ni cuenta me había dado que tomo asiento a mi lado.
—¡Te dije que no! ¡No vuelvas a llamar! —Se va gritando a la cocina.
Que cambio tan drástico el suyo, seguro está discutiendo con alguna de sus "amiguitas" las habladoras. No sé para qué sigue tratando a ese tipo de personas sino las tolera.
Suspiro.
Desearía haber muerto aquel día que caí por la ventana. Al menos de esa forma no tendría que soportar estar en este lugar lleno de personas hipócritas y miradas llenas de pena.
Mi teléfono suena en alguna parte de la casa, puedo escuchar la canción desde donde estoy pero no lo busco. Hace un par de meses me lo quitaron por mi seguridad, para que no siguiera mirando las fotos de Mia y así no me deprimiera tanto, eso es imposible.
El solo recuerdo de su sonrisa hace que me invada la tristeza y ni hablar de la cantidad de días y noches que estuvimos juntos, no hay nada que me derribe más que eso...
Recordar su cuerpo desnudo sobre mi cama, sus labios gemir y pronunciar mi nombre. Sus ojos mirarme con perversión y su sonrisa cuando se recostaba sobre mí para descansar luego de haber obtenido lo que quiso.
—¡Dios! ¡Erior!
Los ojos de mi madre están que se salen de su cara.
La vergüenza me invade de inmediato, no había caído en la cuenta de que mi amigo ya se estaba asomando desde mi pijama.
Agachó la cabeza, sé qué es normal pero me sigue incomodando de mil formas.
—Voy a mi habitación. —Es lo único que digo antes de subir a la silla de ruedas y dirigirme al lugar donde puedo calmar mis ganas con tranquilidad y sin ser juzgado.