Kalina vio a su hija mayor caminando por el pasillo del segundo piso, al parecer Mileva acababa de darse una ducha. Tenía el cabello mojado y una remera blanca que ya había formado mancha de humedad en sus pechos, transparentando los pezones. Debajo tenía solo una tanga del mismo color. Este atuendo tan revelador no le resultó extraño a Kalina, ya había visto a su hija miles de veces con ropa similar. Lo que llamó su atención fue que Mileva parecía triste, o preocupado. Marchaba cabizbaja y sus pies se movían como si fueran de cemento. Kalina se le acercó por atrás y la abrazó. Mileva se sobresaltó; pero luego volvió a bajar la guardia al verse envuelta en los brazos de su madre. Pudo sentir los voluminosos pechos de Kalina apretándose contra su espalda.
—¿Te pasa algo Mileva?
—No, nada…
