Regresaron a la mansión con la carne y, como habían imaginado, Jara y Ivania protestaron.
—Wacala, no quiero comer venado —chilló Ivania.
—Ni yo —la secundó su hermana gemela.
—No sean caprichosas —dijo Verania—. Estoy segura de que nunca probaron la carne de venado. No saben lo rica que es.
—Además, es lo único que hay —aclaró Radek—. Si no les gusta, pueden comer papas solas… o nada. —Las gemelas miraron la carne con asco, pero la idea de quedarse sin comer les aterraba más que la exploración culinaria—. Voy a cocinar todo a la parrilla. Agradecería que junten algo de leña… y apurense, porque ya está oscureciendo.
Una vez más Jara y Ivania protestaron por tener que ser ellas las que debían juntar leña; pero sus hermanos mayores se defendieron alegando que ellos habían conseguido lo más importante: la comida.
Comenzaron a recolectar ramas secas de la parte trasera de la casa. Aprovecharon para perder el tiempo tirando algunas piedritas al arroyo que cruzaba todo el patio trasero a lo ancho.
—Al menos esto es lindo —dijo Ivania—. Si cortamos un poco los yuyos, nos va a quedar un bonito patio con arroyo.
—Sí, aunque el bosque da un poco de miedo… no se ve nada… y cuando oscurezca del todo, se va a ver todavía menos.
—Lo peor de todo es que la mayoría de las piezas tienen ventanas con vista al bosque —dijo Ivania—. Y vi algunas con espejos enormes… no sé para qué serán.
—¿Espejos?
—Sí, ocupan una pared casi completa. Vi tres habitaciones con eso.
—Qué raro… ¿para qué querrán espejos tan grandes? Bueno, juntemos la leña, antes de que oscurezca más. Este bosque ya me da miedo.
Ivania comenzó junto el montón de leña y ramas que había logrado acumular y en el momento en que se irguió otra vez, notó que algo se movía entre los árboles… era una figura humana… una silueta, cortando la penumbra.
—¡¡Ay, la concha de mi madre… ay, no… no…!!
Ivania tiró todo, las ramas volaron por los aires y antes de que tocaran el piso la chiquilla ya había cruzado la mitad de la distancia que la separaba de la casa. Jara no tenía ni la más mínima idea de qué pudo haber asustado tanto a su hermana, pero no quiso quedarse a comprobarlo. Arrojó la leña y corrió detrás de Ivania tan rápido como pudo.
—¿Qué pasa, qué pasa? —Preguntó Kalina, cuando vio entrar a sus hijas presas del pánico.
—Un fantasma, mamá… vi un fantasma… lo juro… era horrible. Todo n***o… la puta madre, me quiero ir de acá.
Ivania estaba al borde de las lágrimas e Jara miraba para todos lados, pálida y con los ojos desencajados.
—No digas boludeces —intervino Mileva, que había estado lavando las papas con ayuda de su tía—. ¿Cómo vas a ver un fantasma, si no existen?
—Sí existen —dijo Ivania, haciendo puchero—. Yo lo vi. Está ahí afuera… en el bosque, del otro lado del arroyo.
Radek dejó el cuchillo sobre la mesa, limpió sus manos con un trapo húmedo y salió de la cocina en dirección a las escaleras principales. Toda su familia lo siguió.
—Vení, Ivania… decime dónde viste ese fantasma —dijo el muchacho al entrar en una de las tantas habitaciones.
Ivania, aferrada al brazo de su madre, se acercó al ventanal con cautela. Todos analizaron el panorama, pero solo había bosque, penumbras y el zumbido constante del arroyo.
—¿Ves? No hay nada —dijo Mileva—. Te dije que los fantasmas no exist…
—¡Ahí está! —Gritó Ivania, señalando hacia un punto concreto del bosque—. Ahí está… ¿lo ven? ¿lo ven?
Por más que Mileva no crea en fantasmas, no pudo evitar que se le congelara la sangre. Un escalofrío cruzó por su columna vertebral y sintió cómo los ovarios se le subían a la garganta. Ella también podía verlo.
Era una silueta difusa, pero sin dudas parecía humana. Podía identificar una cabeza, una piel extremadamente pálida y unos ojos brillosos. La figura se movió rápido y desapareció de la vista en un instante.
—Ay, mamita querida —dijo Verania, y comenzó a persignarse de forma compulsiva—. Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo…
— ¿Lo vieron, verdad? ¿Eh? Porque yo no estoy loca, sé lo que vi…
—Sí, hija… lo vimos —dijo Kalina, que estaba tan pálida como el mismo ser que habían visto en el bosque—. Verania, quiero crucifijos en todas las habitaciones que usemos para dormir. Si no tenés tantos, improvisalos con lo que encuentres: palos, tablas, pinceles… lo que sea.
—Ya mismo me pongo con eso —Verania salió de la habitación a paso rápido.
—Los crucifijos me dan miedo —dijo Ivania, apretando el brazo de su madre.
—A vos todo te da miedo —dijo Jara, que no estaba menos asustada que su hermana—. No te preocupes, yo voy a dormir con vos.
—Eso lo decís porque vos no querés dormir sola —dijo Mileva.
—Me da igual —contestó Ivania—. Quiero que alguien duerma conmigo. Y mañana mismo nos vamos de acá… para siempre.
—Lo siento, hija —Kalina acarició el pelo rojizo de su hija—. No podemos darnos por vencidos tan fácil. Puede que en esta casa haya cosas… extrañas; pero es nuestra casa. Si tenemos que llamar a un exorcista, lo vamos a hacer.
—No sean tan exagerados —dijo Mileva, poniendo los ojos en blanco.
—Callate, conchuda —chilló Ivania—, vos viste lo mismo que nosotros. Era un fantasma. ¿Cómo querés que reaccionemos?
—Si todos pudimos verlo, entonces es porque alguien estaba ahí —respondió Mileva—. No es un fantasma. Tiene que ser una persona… quizás alguien del pueblo.
—Esa es una posibilidad —dijo Radek—, aunque tampoco descarto que pueda tratarse de un fantasma. Hay que tener cuidado. ¿La tía podrá conseguir algo de agua bendita? Eso podría servir.
—Quizás en este pueblo haya algún cura… y una capilla —dijo Jara—. Mañana vamos a buscarlo, yo te acompaño… me taparé el pelo con algo, de ser necesario.
* * *
La cena transcurrió prácticamente en silencio. Radek tuvo que cortar toda la carne y las papas en trozos pequeños, porque él fue el único con suficiente criterio como para empacar una cuchilla de cocina y un tenedor. Ni siquiera tenían platos. Las demás tuvieron que pinchar la comida con escarbadientes, directamente de la tabla parrillera de Radek.
El muchacho, molesto por esta falta de organización, dijo que deberían poner en primer lugar de la lista de compra platos, vasos y cubiertos.
—Perdón —dijo Kalina—. Creí que la casa tendría todo eso. Me sorprendió encontrar los muebles de cocina completamente vacíos. La carne de venado te quedó muy rica, es de lo mejor que probé en meses.
A pesar de que aún seguía ofuscada por su encuentro con el fantasma, Ivania también pensó que la carne estaba deliciosa, sin embargo no lo dijo. La primera jornada en su nueva casa había sido un desastre y tenía miedo de que la situación siguiera empeorando.