Sariel despertó con la alarma de su celular, y al recordar la importancia de aquel nuevo día, sonrió y saltó de su cama. Aun en pijama y sin preocuparse por lavarse siquiera la cara para quitarse las lagañas de los ojos, salió de su habitación y corrió a la de su hermano, el cual seguía profundamente dormido. Pero ese sueño quedó abruptamente interrumpido cuando la rubia saltó sobre el muchacho, casi que haciendo que rebotara al suelo. -¡Feliz cumpleaños, hermano! – chilló ella, estampando un sonoro beso en la mejilla del rubio. -Deja que al menos me despierte, mujer – se quejó él, retirándosela delicadamente de encima. -¡Ay! ¿Puedes creer que al fin seamos adultos? – dijo ella con emoción, saltando de la cama y abriendo las cortinas, haciendo que los rayos del sol se filtraran por la v