En su carta explicaba a Nicole sus dificultades y le expresaba la esperanza de, que pudiera ayudarla, sabiendo bien que toda la vida habían compartido cuanto tenían. Nicole era dos años mayor que ella y tenía ya dieciocho meses en Londres. Escribía a su casa llena de emoción, explicando que había encontrado un puesto maravilloso en una escuela de danza clásica. Envió a sus padres dinero que los hizo sentir muy orgullosos de su hija y que les permitió tener pequeños lujos y comodidades que hacían más soportable su precaria salud. «Yo sé bailar también», había pensado Romana, «no tan bien como Nicole, pero podría enseñar a los niños más pequeños, mientras Nicole se concentra en los mayorcitos». Tenía una idea muy vaga de lo que entrañaba el trabajo en una escuela de danza, pero Nicole ha