CAPÍTULO II Los caballos se detuvieron y el Marqués descendió del carruaje, cuando un lacayo, con la librea de la Casa Sarne, abrió la puerta. Subió a toda prisa los escalones de su casa y entró en el vestíbulo, diciendo al mayordomo por encima de su hombro: —¿En dónde está el señor Barnham? —En su oficina, milord. ¿Quiere que lo llame? —No. Lleve a esa mujer que viene en el carruaje al Salón de la Mañana. Cruzó el piso de mármol del vestíbulo sin volver la vista atrás y, caminando por un corredor, abrió una puerta que se encontraba en el centro. Entró en una oficina lujosa y cómoda, que iba de acuerdo con el resto de la casa. El señor Barnham estaba sentado ante un amplio escritorio, con un montón de papeles frente a él. Levantó la vista al ver que se abría la puerta y, cuando vio