—Tengo entendido, señorita— dijo—, que irá usted al campo mañana temprano con el señor Barnham. Sería una lástima que se arrugaran estos bonitos vestidos, así que no los pondré en el equipaje hasta el último momento.
Romana había mirado asombrada los vestidos que hizo desfilar la señora Mayfield ante sus ojos para que los inspeccionara.
Pero estaba todavía demasiado atontada para hacer preguntas.
Después del desayuno, que le llevaron a la cama a una hora que a ella le pareció muy avanzada, supo que habían llegado más vestidos para ella, los cuales se guardaron en un landó para el equipaje que los precedería en su viaje al campo.
—Hay un lindo vestido de viaje azul pálido que pensé que querría usted ponerse, señorita— dijo la señora Mayfield—, combinado con un precioso sombrero adornado
