Nunca, hasta que conoció a Lord Kirkhampton, había sabido lo que era tener miedo, de verdad. Recordó que, aquella terrible noche en que llegó a la casa de Nicole en Chelsea, se había vuelto hacia ella para decirle: —Tengo una tarea para usted con la que sin duda alguna se beneficiará en el futuro, si es lo bastante lista como para sacarle provecho. —Yo… no… comprendo— había respondido Romana. —¡Ya lo hará después!— exclamó Lord Kirkhampton—, quédese aquí hasta que envíe a buscarla. Salió de la pequeña sala, cerrando la puerta tras él, antes que Romana pudiera preguntarle qué era lo que le estaba proponiendo. Se quedó sentada esperando por largo rato, llegando a pensar que Lord Kirkhampton debía haberse olvidado de su existencia y que Nicole no había sido avisada de su llegada. Oyó vo