Capítulo 3: «Ella ha muerto»
═══════ ≪ •Dominic• ≫ ═══════
Ocho meses después del accidente
Empino el vaso de vodka y me lo paso como si fuera agua, ya ni siquiera siento el ardor quemando mi garganta, llevo más de ocho meses siendo un maldito alcohólico. Soy una mierda.
Estuve en la cima de todo, lo tenía absolutamente todo, no me hacía falta nada, pero aún así fui ambicioso y lo perdí todo.
Todo.
No existe hombre más estúpido en la tierra aparte de mi. Me he ganado la maldita corona del imbecil del año… Que digo del año, del siglo ¡DEL JODIDO UNIVERSO!
Golpeó con fuerza el vaso de vidrio contra la mesa de madera y no lo lleno de nuevo, lo que hago es agarrar la botella de vodka y tomar directamente de la boquilla de esta. Es mucho más sencillo de esa forma.
El alcohol corre por todo mi cuerpo, mi torrente sanguíneo ahora es puro alcohol y aún así no logro olvidar lo que pasó por mi culpa. Mi jodida culpa.
«Por mi culpa, mi maldita culpa murieron»
Yo, Dominic Allan, el empresario exitoso, amado por los medios y más por mi propio imperio de comunicación, el canal número de mi país. Yo estaba detrás de todo eso, no había evento que mi empresa no cubriera, noticiero que no se reportara… Todo lo tenía a mis manos, yo estaba en lo más alto del poder, sobre mi no había nadie, bueno, si hubo alguien arriba de mi. Susana Maxwell o mejor conocida como Susana de Allan. Mi mujer.
La esposa con la que siempre había soñado, la mujer a la que siempre había amado desde el primer momento en que la conocí. Ella me hechizo por completo el primer día de escuela. Llegaba nuevo a la ciudad después de la muerte de mi padre, mamá y yo nos vimos obligados a cambiar de ciudad y ser el nuevo nunca me había gustado, hasta ese momento, cuando ella escogida para que fuera quién me enseñara el colegio. Recuerdo haberla visto con su uniforme tan pulcro y mejor organizado que las demás niñas, le había hecho unos cuantos arreglos que lo habían dejado más llamativo, eso y su cabello rojizo que brillaba bajo la luz del sol, sus ojos verdes me recordaban la primavera y sus pecas eran como constelaciones que querían ser exploradas.
Fue amor a primera vista. La amé desde que la conocí.
Su carisma, elegancia, humildad, hermosura… Todo de ella cautivaba desde el principio. Me vi como un tonto los siguientes meses tratando de llamar su atención, yo era don nadie a su lado cuando ella lo era todo.
La niña más aplicada del salón, la que a todos agradaba y los profesores amaban, aún así no era la mejor estudiante y fue por ese lado por donde pude comenzar a conquistarla.
Siempre me había ido bien en las ciencias, de niño fui un poco —bastante— inquieto, siempre queriendo investigar más allá y por eso las ciencias, en especial la química, se me daba muy genial y a ella no tanto, por lo que hicimos equipo y confirmé que nos iba lo bastante bien juntos y supe ahí que no solo estaba enamorado de una niña que solo era amable conmigo, en ese momento yo me di cuenta de que la quería a mi lado para siempre.
Teníamos tan solo trece años ambos, éramos unos niños que no conocían de la vida, pero que se fueron enamorando poco a poco. Crecimos juntos, nos hicimos mejores amigos y al finalizar ese año, ella había aceptado ser mi novia. Yo no cabía de la dicha, la niña más cool y guapa del colegio era mi novia. Papá habría estado orgulloso de mí.
Los siguientes años seguimos juntos, éramos la pareja estrella, siempre admirada por todos, el amor que sentíamos el uno por el otro se notaba a leguas, ya éramos uno solo. Todos lo sabían, nosotros lo sabíamos, a donde quiera que fuera uno de nosotros, el otro estaba detrás. Casi siempre era yo el que estaba detrás.
Susana me enseñó lo que era el amor verdadero, los primeros besos, las primeras caricias, las primeras veces. Ambos fuimos la primera vez del otro, todo lo aprendimos juntos. Cuando cumplimos quince años y teníamos las hormonas a flor de piel y nos comía la curiosidad de ir más allá, comenzamos poco a poco a pasar más allá de los besos, ambos inexpertos, pero con muchas ganas y así fue como sucedió nuestra primera vez. Nada romántico, cero memorable, pero fue con ella, fue conmigo y eso lo hizo lo bastante especial como para ignorar que no supe ponerme un condón y ella no llegó al orgasmo esa primera vez. Un caos, pero un caos hermoso que vivimos ambos.
Graduarnos del colegio y entrar a la universidad fue un poco caótico, ella quería estudiar diseño de modas, algo que no sorprendió a nadie por su gran talento de mejorar la ropa; mientras yo quería estudiar algo que tuviera que ver con la comunicación… Ella partió a Italia y yo me quedé en Londres estudiando, fueron cuatro años y medio en los que solo nos veíamos en vacaciones y los demás meses eran enfocados en las clases, en ser uno de los mejores, sacar buenas notas y poder conseguir un buen trabajo para darle una muy buena vida en el futuro, porque ya sabía que me iba a casar con ella, sabía que tendríamos una casa juntos y que pasaríamos el resto de la vida juntos, por eso luché muy fuerte, me enfoqué en mis metas, en el amor que sentía por ella era infinito y para mí no había ninguna otra mujer, no existía. No tenía ojos para nadie más.
Cuando ella regreso de Italia no lo pensé, ya tenía el anillo comprado y preparé una linda cena en la que le pedí que fuera mi esposa, aceptó sin dudarlo. Sabía que ella me amaba tanto como yo la amaba a ella. Fuimos hechos el uno para el otro y ambos sabíamos ese hecho.
Nos casamos tan solo tres meses después, ya habíamos estado muchos años juntos, no necesitamos esperar nada. Susana dijo que la boda fue de ensueño, que fue tal y como la soñó, yo lo único que soñé de ese momento era verla a ella y decirle que si, que quería pasar el resto de mi vida a su lado y prometí serle fiel… Idiota.
Intentamos durante más de tres años tener hijos, sabíamos desde pequeños que queríamos hijos jóvenes, así podíamos verlos crecer y jugar con ellos, Susana siempre tenía la loca idea de que al ser madre mucho mayor ya no podría jugar con ellos… A mi me parecía tonto ese pensamiento, pero no dije nunca nada, total yo también quería tener una mini ella en mi casa y amarla tanto como a ella.
En medio de nuestros intentos de ser padres, yo comencé a trabajar en mi empresa y ella siempre estuvo apoyandome, me contó de su proyecto y yo igualmente la apoyé, ambos queríamos emprender, crecer juntos y ser exitosos. Y lo logramos, codo a codo. Siempre juntos.
Ella creó su marca de ropa, yo creé mi canal televisivo, ella me daba trajes para vestir a mis empleados, yo le daba publicidad. Como dije antes, éramos el mejor equipo, la prensa comenzó a interesarse en nuestra relación, hubo gente que nos comentaba en r************* que querían una relación como la nuestra, era ejemplar y eso a mí me inflaba el pecho con mucho ego.
Y… no tardó mucho para que Alicia viera la fama de Susana y pidiera su ayuda y tampoco tardó en calentarme el oído y hacerme caer.
No sé qué fue lo que sucedió, más de diez años juntos en los que jamás le fui infiel, nunca miré a ninguna mujer. Mucho menos toque a nadie que no fuera Susana, por lo que no entendí como sucedió, pero de un momento a otro yo la tenía contra mi escritorio mientras me la cogía. Ya Susana estaba en embarazo, lo que siempre quisimos y mi estúpida cabeza decidió celebrarlo con la mujer equivocada. Mientras mi esposa estaba pasando por un embarazo gemelar complicado, yo me cogía a su prima… Y fueron pasando los meses y seguía siendo mi amante.
¿Dude en algún momento?
No, no lo hice.
¿Me sentí culpable?
Mucho menos.
El sexo con Alicia era bueno, no había romance de por medio, pero era bueno. Ella era buena en la cama y eso me gustaba.
Jamás me arrepentí. Hasta que sucedió ese día, hasta que a esa mujer se le cruzaron los cables y decidió estrellarse contra el primer camión que pasaba. Acabó con su vida y también con la mía, con la de Susana y la de mis bebés.
Lo perdí todo aquella noche, ahí fui consciente de toda la mierda en la que me había estado revolcando, comprendí cuanto daño había hecho, entendí que yo tenía el papel más grande de hijo de puta por no haber estado para mí esposa y mis hijos, pero si para una puta barata que me calentaba de vez en cuando.
Odié ser yo y dejarme convencer. Odié no poder decirle no. Odié tenerle ganas cada vez que me la cogía. Odié engañar a mi esposa con su prima. Odié ser lo que me juré algún día no ser. Odié romperle el corazón a quien me enseñó a amar y sanó mi corazón. Odié haber enviado a dos pequeños a dormir para siempre. Odié ser quien fui, quién soy y en quien me he convertido. Lo odio. Detesto a lo que soy ahora. Solo soy un jodido alcohólico que se refugia en el trago para que no duele más.
Odio ser el villano que ha cambiado una hermosa historia de amor por la más trágica y dolorosa historia jamás contada.
Odio no ser padre ni tampoco esposo.
Odio que…
—¡Dominic! —los golpes en la puerta de mi despacho me ponen alerta, desde que Susana se fue de casa estoy solo, nadie entra y yo jamás salgo.
Ocho meses acá solo con el alcohol.
—¡Dominic! —y de vez en cuando el idiota de mi mejor amigo que se asegura de que yo siga viviendo y no me haya dado un coma etílico.
Me levanto de la silla y camino a tropezones hasta la puerta.
—Ya va j***r, no revientes la puerta o te la parto yo en la cara.
Abro la puerta de un manotazo y me quedo recostado sobre el marco de esta, observo a Sebastián, mi mejor amigo desde la universidad. Sus ojos están muy abiertos y lo veo pálido.
—¿Estas bien? —esas palabras llevaban meses sin salir de mi boca, por lo general últimamente es lo único que escucho.
—¿No… no has visto las noticias? —pregunta y su voz tiembla, frunzo el ceño y niego con la cabeza —,...Mierda, mierda… tu tienes que saberlo, pero yo no quiero contarlo.
—¿Qué carajos es lo que intentas decir? —doy media vuelta y comienzo a caminar de nuevo hasta mi escritorio, debo sacudir la cabeza varias veces porque mis ojos no enfocan bien lo que tengo al frente. —j***r, que golpe me he dado.
Suelto una carcajada cuando mi dedo pequeño del pie se queda atrapado en la madera de la pata del escritorio, duele como el infierno, pero me causa gracia recordar las veces que eso mismo sucedió y Susana me reprendía una y otra vez por andar descalzo en este lugar y causarme esos dolores.
—Dom… Amigo… —Su voz es casi un susurro imposible de escuchar, le doy mi atención porque me está preocupando.
—Habla ya antes de que te dé un infarto y no puedas decirlo.
Lo apuro, veo como pasa las manos por su cabello y suspira, niega con la cabeza y voltea verme antes de desviar su mirada y caer sentado en el sillón frente a mi.
—j***r… No sirvo para dar estás noticias, no quería ser yo quien lo dijera, pero en vista de que soy tu único amigo… odio ser tu amigo en este momento.
—Para ya hombre, o hablas o te vas, no estoy de humor para entender lo que dices.
—Murió.
Fuerte y claro, lo entendí a la primera. Murió, pero ¿Quién?
—¿Quién murió?
Él muerde su labio inferior y toma el celular de su bolsillo, busca algo en el y me lo pasa. Veo el titular de la noticia y siento que me falta el aire.
No, no…
«Muere a los veintiséis años la famosa diseñadora de moda, Susana de Allan, se dice que ha sido a causa de la depresión por la muerte de sus bebés. Recordemos que el pasado agosto ella junto a su esposo, el reconocido Dominic Allan tuvieron un accidente automovilístico muy grave en el que ambos quedaron gravemente heridos y perdieron a sus bebés que estaban aún en gestación. Aun no se ha confirmado si el accidente se debió a una discusión entre la pareja debido a que no se ha sabido nada de Dominic desde entonces y lo poco que se sabía de Susana era su delicado estado de salud mental. Lamentamos profundamente el fallecimiento de tan prestigiosa mujer quien la vida no supo darle buenos momentos. Un momento para recordar que la salud mental es muy importante, no debe ser ignorada y la depresión puede incluso esconderse en una sonrisa. Que en paz descanse Susana y que pueda estar feliz con sus angelitos.
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Suelto el celular sintiendo como si quemará.
—Dime que es una broma.
—Me gustaría poder darte lo que quieres, pero…
—No, no, no … Ella no. ¡Ella no!