Capítulo 4: «Una nueva vida»
═══════ ≪ •Dominic• ≫ ═══════
Creo que no soy consciente de la realidad cuando siento que el aire me falta y solo puedo pensar en que ella está muerta. Ella, la mujer que he amado desde siempre y quién por mi culpa se ha quitado la vida.
¿Cómo voy a seguir viviendo con este dolor?
Ya no tengo nada… Los he perdido a los tres.
Es lo que merezco supongo, por haber sido un hijo de perra que no supo valorar a quien era su familia. El Karma llegó a mi y me dio tantas lecciones que estoy harto de el. Quiero que pare. Necesito que pase todo esto. Me estoy ahogando en un mar de tristezas que parecen nunca alejarse.
—Amigo, lo siento mucho.
La tristeza en su voz es palpable y que hablar de la mía. Recientemente habíamos recuperado la amistad porque él estuvo muy enojado cuando le conté la verdad, jamás supo de mis encuentros con Alicia y cuando le revele el motivo del accidente se enojó tanto que terminó golpeándome, meses después volvió a preguntar cómo estaba y supe que era un amigo de verdad. Que iba a estar ahí a pesar de mi mierda y lo agradecí de corazón, aún cuando no quería ver a nadie más. Verlo a él era un descanso para mi corazón y así mismo, Sebastián intentó que yo saliera de casa y recuperara a Susana. Yo también lo intenté, pero ella se negaba a verme y ahora…
Mierda.
No quiero seguir viviendo en un mundo donde ya no está lo que amo. Ya no quiero.
—Quiero irme con ellos, por favor —solloce con fuerza sobre el hombro de Sebastián, él dio palmadas en mi espalda.
—No digas eso, debes permanecer fuerte y luchar como el hombre que siempre has sido, superar las adversidades.
—Pero esto me supera, yo jamás he sido fuerte, era ella quien me hacía fuerte.
—Entonces recuérdala con amor y sigue viviendo, no te rindas.
¿Y cómo no hacerlo?
Si el único culpable de todo seguía con vida y los inocentes estaban muertes.
Lleve una mano a mi pecho y apreté con fuerza. No sé si realmente existe eso de los corazones rotos o es solo una metáfora, pero creo que en este momento lo estoy sintiendo. Siento como si algo invisible estuviera apretando y destrozando con fuerza ese órgano que late. Jadeó y lágrimas gruesas bajan por mi rostro y mis hombros se sacuden con fuerza ante cada sollozo.
«Llévame con ellos»
Le pido a lo que sea que haya allá arriba, quiero estar con mi familia, no en este puto mundo recordando mis idioteces y malas decisiones.
Jamás me voy a perdonar.
Si no me voy ahora de este mundo, viviré con la carga de odio hacia mí mismo más grande del mundo.
No quiero estar más acá.
***
Los días pasan y yo solo sigo en la misma posición de antes, he dejado de tomar alcohol con la estúpida idea de estar lúcido y ver que su muerte ha sido una broma, pero dos semanas después y completamente sobrio, la noticia sigue sin dejar de ser un chiste.
Es real.
Ella ha muerto.
Así como murieron mis ganas de todo.
Ya como, duermo o si quiera hablo con nadie. Solo dejo que los días pasen mientras yo miro al cielo por la ventana intentando dar con ellos.
No fui a su funeral porque no me veía capaz de verla en un ataúd, tampoco vi fotos porque lo mantuvieron muy privado… Luego, ella simplemente ya dejó de ser noticia nacional.
Ya nadie la recordaba más que sus allegados y yo, que claramente jamás la iba a olvidar.
Y así el tiempo fue pasando y aunque me sentía débil, la muerte no vino por mi. Seguramente mi castigo era permanecer en la tierra y sentirme culpable para siempre. No iba a morir pronto. Así que comencé a cambiar mi manera de pensar.
Tenía que hacer algo por ellos, porque no pudieron vivir por mi culpa y era hora de que yo hiciera que sus vidas tuvieran el valor que yo les quité.
Así que comencé a comer, comencé a dormir, volví a tener una rutina matutina en la que salía a trotar, cuidaba de mi y volvía a casa solo, pero mucho más animado.
Un año después de la muerte, fui a un lugar de tatuajes y les pedí que me tatuaran lo que llevaba tiempo en mi cabeza, en el centro de mi pecho ahora habían unas letras chinas que representaban como me sentía. Cada día me miraba en el espejo y podía verlas. Era lo que yo era ahora y lo que siempre sería. Allí iban a estar por el resto de mi vida para recordarme a mis hijos y a mi mujer.
La vida casi que volvió a ser la misma, solo que ahora ya no tenía a una hermosa mujer a mi lado, pero las rutinas volvieron a ser lo mismo, volví al trabajo, iba a bares con Sebastián, pero me negaba a conocer a alguien más. Sentía que tenía un verdadero karma dentro de mí y no quería que más personas corrieran el riesgo de morir, así que ni siquiera intentaba conocer a alguien más. Tan solo trataba de disfrutar la vida a mi manera recordando que lo que decía en el pecho no era temporal. Era pasa siempre.
*****
Tres años después.
═══════ ≪ •Susana• ≫ ═══════
Recuerdo el día en que morí, tenía tanto dolor y me sentía tan perseguida por los medios de comunicación que tuve que estallar, grité y lloré con fuerza a esos ineptos porque no me dejaban vivir mi luto en paz. Solo quería estar sola y eso ni siquiera me lo permitían.
Mi hermano mayor, Nicolás, también estaba harto de la situación, él más que nadie sabía lo que a mí me dolía todo lo que estaba sucediendo y tener cámaras y reporteros sobre mi no me hacía ningún bien. Así que él me comentó sobre algo y yo lo analicé muy bien, pero no tuve que pensarlo mucho tiempo, quería hacerlo.
Fingir mi muerte.
Y no era algo descabellado teniendo en cuenta de que ya me sentía muerta por dentro, él me habló de tomar una nueva identidad, de irme a vivir a otro país, que eso era muy común y se hacía seguido a las personas que estaban en búsqueda, se llamaba algo así como protección a testigos… Claro que yo no era ninguna testigo a la que tenían que proteger, pero podría pasar como una y fingir que me había quitado la vida por el dolor tan fuerte que estaba sintiendo —no era mentira—, y después, comenzaría a vivir una nueva vida alejada de todos y de todo.
Así que lo hice.
Mi hermano se encargó de todo. Yo solo tuve que aceptar mi nueva identidad, cambiar de apariencia física e irme del país. Cabe aclarar que mamá jamás estuvo de acuerdo con esto, pero era lo mejor para mí y ella pronto lo entendió. Yo tenía que sanar y con la vida que llevaba no lo iba a lograr.
Fue horrible ver en los medios la noticia de mi muerte, pero fue necesaria. Pronto dejaron de darme importancia, ya no era nadie y pude irme fácil sin levantar sospechas.
Mi hermano me consiguió una nueva cuenta de ahorros a la que transferir todo mi dinero y es con lo que he estado viviendo en los últimos años.
Ahora, vivo en Shanghái.
Una ciudad extremadamente poblada en un país bastante poblado y alejado de mis raíces era lo que yo necesitaba. Estar sola en medio de las personas que no me conocían. Aquí solo soy nadie y eso me gusta.
He aprendido a llevar la ajetreada vida de los asiáticos. La carga laboral es tan grande y fuerte que las personas no se fijan en nada más que en tener más y más cosas que no pueden disfrutar por estar trabajando. Al principio fue agobiante porque solo quería hacer nada, pero entendí que mantener mi cabeza ocupada era lo que yo necesitaba para comenzar a trabajar en mi misma.
Conseguí un departamento muy pequeño, realmente pequeño. Tan solo unos cuantos metros cuadros en los cuales solo cabía una pequeña cama, que más bien era una alfombra en el suelo, una cocina con un refrigerador pequeño y un mini baño que tenía lo esencial. No había más.
El barrio en el que vivo es inmenso, sus grandes edificios llenos de personas. Muchas de ellos son tan jóvenes como yo y prácticamente no tienen vida social por trabajar para demostrar que tienen algo. He aprendido que lo material no importa cuando se carece de lo importante: amistad.
Hay una competencia absurda en demostrar quien es mejor, si no eres suficientemente bueno en hacer tu trabajo, simplemente no sirves. Y es algo que en cierto modo agradezco a mi país por enseñarme que también existe el tiempo libre, tiempo en familia y tiempo para la recreación. Que lo importante es pasar tiempo con los seres queridos y que de nada sirve tener el bolsillo lleno de dinero cuando tu corazón está triste y solo. Como es lo que sucede en esta ciudad.
Aunque, me sirve.
Por ahora.
—Buen día.
Saludo al portero que solo me da un asentamiento de cabeza, ha sido un poco difícil el tema del idioma, pero creo dominarlo en un ochenta por ciento. Cada día tomo clases de mandarín en una escuela pequeña donde he encontrado varios amigos de otros países que al igual que yo, han venido en busca de nuevas oportunidades en China.
La cultura asiática tal vez no es lo mío, pero por ahora estoy amando estar en este lugar y comienzo a estar mejor, sé que he sanado bastante y ya no me duele cada vez que pienso en mis ángeles, ahora los recuerdo con mucho cariño, pero ya no tengo ganas de ir a estar con ellos.
Debo caminar unos quince minutos para llegar a la academia de idiomas, donde ayudo a dar clases de italiano e inglés, de esta manera a mi no me cobran el curso de mandarín y puedo pasar los niveles sin estresarme por el dinero, es muy costoso tomar una clase acá, pero al tener el beneficio por ser maestra, puedo relajarme y no pensar en el dinero.
Mis estudiantes son niños pequeños, de seis a nueve años, me gusta trabajar con ellos porque al estar en etapa de crecimiento aprenden todo mucho más rápido y sin lugar a dudas su cabeza compite mucho por quién sobresale más y eso hace que aprendan mucho más rápido y necesiten mas clases seguido. También cabe destacar que el hecho de que sean pequeños hacen que aprendan el idioma como si fuera su idioma nativo, ya que están escuchándolo día a día y repasando con el. Es una de las mejores técnicas para aprender un idioma y mis niños si que lo saben aprovechar.
—¡Maestra, maestra! —una pequeña de seis años llega corriendo a mi con sus brazos abiertos.
—Buen día —la saludo en italiano. Ella es de mi clase de las tres de Italiano.
Comienza a parlotear sobre un nuevo libro que está leyendo en italiano mientras caminamos hasta mi aula de clase, es bastante inteligente para ser tan pequeña, realmente es muy bajita para su edad y tiene unos cachetes gordos que la hacen ver demasiado tierna y cuando sonríe y sus ojos se achican me hace reír mucho.
A lo lejos veo a Bryan, un australiano que desde que llegué no deja de invitarme a salir cada día que me ve, es bastante guapo, de hecho muy guapo, sobresale en medio de todos, con su cabello largo y rubio, su barba redonda y larga. Tiene unos ojos azules como el color del mar que llevo tiempo sin ver y es bastante pálido. Realmente es todo lo contrario a las personas de acá. Incluso mi nueva apariencia física es más parecida a los ciudadanos, mi cabello ahora es n***o hasta mis hombros y llevo lentes de contacto oscuros para cubrir mis verdaderos ojos.
Él es profesor de Inglés en la academia y es bastante bueno en ello, de hecho él si que tiene sus estudios en idiomas, yo simplemente soy una hablante de los idiomas que ayuda a los estudiantes, más no soy reconocida como profesora bilingüe porque no tengo tal profesión.
—Y acá está mi chica misteriosa —dice en inglés cuando me encuentro más cerca de él, ruedo mis ojos fingiendo fastidio, pero le dedicó una sonrisa.
—Ya te he dicho que de misteriosa no tengo nada —la pequeña nos mira de uno al otro sin entender lo que hablamos. Mejor.
—Eso lo sabría si me dejaras llevarte a una cita —concluye dando pequeños golpes en la palma de su mano con unas hojas que sostiene con la otra mano. —Así que.. ¿Esta noche…?
—Esta noche yo tengo cosas que hacer.
Él suspira y levanta las manos al cielo.
—¡Estás casada! —exclama y algo dentro de mi se remueve… Evidentemente yo jamás firmé ningún papel de divorcio, pero legalmente Susana de Allan murió.
—Por dios, no. Claro que no —sacudo mi cabeza y escucho un suspiro de su parte.
—¿Tan feo te parezco? ¿He sido muy insistente? —pregunta reflejando preocupación —, no quiero que pienses que soy un acosador, es solo que me gustaría conocerte y que me dejarás conocerte. Quiero tener una amiga.
Enarco una ceja mientras pienso en sus palabras… Tal vez y ya es tiempo de volver a salir con hombres…
—Esta bien, tal vez me gustas un poco porque eres hermosa y me encanta verte reír con los niños, me pareces muy dulce y quiero conocerte…. ¿Es muy directo de mi parte? —muerde su labio inferior y yo lo miro.
No tengo nada que perder.
—Te veo a las ocho en el bar de Joe.
El bar de Joe es literalmente al frente de la academia, allí suelo salir a beber con mis demás compañeras del trabajo, unas cuantas veces ha ido Bryan, pero hoy será la primera vez que iremos solo nosotros dos y tal vez sea una cita.
Sus ojos se abren con sorpresa cuando se da cuenta de que esta vez no lo he rechazado y he aceptado su invitación, eleva un brazo al cielo festejando y yo río.
—¡Estaré allí puntual!
La campana suena y él parece no saber qué pasó seguir, sonríe mucho y se acerca a mi a besar mi mejilla con rapidez antes de salir corriendo a su primera clase del día.
Uf…
Lo que me espera