Desayunando juntos.

3050 Words
Al salir del edificio, doy pasos cortos por los largos caminos del parque. Cruzada de brazos, me acerco a una de las bancas de metal, dejo caer mi cuerpo como cualquier trapo y suelto un suspiro. Cuando pensé que mi vida no podía ir más mal de lo que ya estaba, sucede esto. Ese troglodita me hizo firmar un papel del cual no tengo idea qué contiene. Me rehúso a creer que esto esté sucediendo. Tanta es la salazón que tengo que la mala suerte me persigue y no me deja tener un segundo de paz. Ayer nomás un viejo asqueroso me quiso obligar a intimar con él, y logré liberarme gracias a mi pistola de agua, pero hoy, hoy no conté con esa mínima suerte. Ese infeliz me obligó a casarme con él, se aprovechó de mi más miserable pobreza y logró ponerme contra la espada y la pared, me dejó en jaque mate, sin opción a nada. ¿Qué podía hacer? ¡Nada! ¡No tenía salida! Ese cobarde me amenazó con enviarme a prisión, y si eso sucedía rompería el corazón de mi madre, quizás aceleraría su muerte ya que la decepción la mataría. Por evitarle un gran dolor yo haría cualquier cosa, solo esperaba que eso no implicara intimar con ese depravado porque de lo contrario sí que lo asesinaría. No pienso por nada del mundo entregarle lo más preciado que tengo y he guardado para el hombre con el que me casaré. Joder, ahora que lo pienso acabo de casarme con ese cretino, pero no es una boda real, ni siquiera un anillo colocó en mi mano, no hubo invitados ni nada, menos existe amor de por medio. Es un matrimonio para salvar mi pellejo. Me quedo algunas horas dando vueltas en la calle hasta que se hace el mediodía, así puedo decirle a mi madre que la entrevista duró mucho tiempo y que quedaron de llamarme. Enterrando mis dedos en los cabellos, alboroto estos y suelto un suspiro frustrado, pues jamás le he mentido a mi madre, yo siempre le he contado todo, y ahora resulta que estoy planeando decirle la primera mentira. Y es que no puedo decirle que me casé por una enorme deuda que me gané al rayar el carro del cara de muñeco, menos que si no me casaba iría a prisión. Mi viejita se preocuparía y eso la enfermaría más. Además, solo será una mentirita, no tendría cómo enterarse de que me casé con quien iba a ser mi jefe. Llego a casa, introduzco la llave y mamá ya está con la mirada posada en la entrada. —Es mediodía —dice al mirar el reloj—. ¿No me digas que...? Niego y me siento a su lado, con mis mismos pies retiro los tacones. —Nada de eso. Al parecer no era que iba a trabajar desde hoy, solo me hicieron la entrevista y quedaron de avisarme mañana. —Mmmm, me suena a que no te darán el trabajo. —Sé optimista, mamita, ya verás que sí me darán el trabajo —tienen que dármelo, porque soy la esposa del jefe. Él tiene que encontrarme un puesto porque de lo contrario seré una muy mala esposa. Paso toda la tarde ayudando a mi madre en las costuras, me doy una hora de descanso para entretenerme en la televisión. De pronto mi teléfono suena, toda emocionada chequeo a ver si es algún correo de algún trabajo. He dejado tantos currículums que tengo la esperanza de que algún día me llamen. Sin embargo, cuando desbloqueo el teléfono es un mensaje, lo abro y leo. "Este es mi número, puede escribirme y llamarme cuando quiera, en cualquier hora y momento que desee" Idiota, ¿qué le hace pensar que le voy a escribir y llamar? No pienso gastar mis megas enviando mensajes a un loco como él, menos llamarle. Cada centavo que contengo de saldo me es necesario. Suspiro con frustración, dejo el móvil sobre la pequeña mesa, seguido me acuesto de lado en el largo mueble y observo la televisión. Después de que termina la novela me quedo viendo el programa de chismes. Me es increíble creer que por chicotear la lengua y hablar de las demás personas se gane dinero. Me siento asqueada de tanto chisme sobre aquellos disque famosillos, la forma en que hablan de esas personas me repugna. No entiendo desde cuándo hablar de alguien más se transformó en un trabajo y bien pagado. Si hubiera sabido que desacreditar a una persona sería un trabajo, habría practicado con mis vecinas de barrio y creo que a estas alturas fuera una panelista más de las que salen ahí. Por la noche mamá prepara la cena, nos sentamos a comer y empezamos a hablar del pasado, momentos maravillosos que vivíamos con papá. Ambas nos afligimos, mamá deja salir unas lágrimas, me levanto y la abrazo, le doy unos cuantos besos hasta que logra recomponerse. Seguido se va a la cocina, yo me despido y toda tristona me voy a la cama. Hago todas mis necesidades antes de acostarme, dejo suelto mi cabello y me meto en la cama. Una vez acostada, el recuerdo del idiota de la mañana se viene a mi mente. Me pregunto, ¿para qué querrá una esposa?, ¿por qué teniendo de dónde escoger me eligió a mí? Aunque después de recordar la enorme deuda que me inventó, tengo claro por qué me eligió. "Vamos cerebro, saca a ese loco de mi mente" Digo al momento que me golpeo la cabeza con ambas manos. Trato de dormir, pero mi celular suena, reviso y es un mensaje de él dándome las buenas noches. Este retrasado piensa interrumpir mi sueño. Agarro bien el celular y empiezo a escribirle: "¿Por qué me escribe? ¿Puedo estar pegándome un polvo y usted escribiéndome?" "Eso sería una traición, recuerde que está casada" "Ni me lo recuerde, me conseguí un esposo egocéntrico" Envía unas caras de risas, en cambio yo le envío manos sacando el dedo, es lo que he querido hacer en persona desde que me lanzó esa agua, pero como no puedo hacerlo ahí, se lo envío en emojis, aunque luego me arrepiento y los elimino de inmediato. "Ya los vi" dice, y envía corazones que ponen a latir mi corazón a mil por segundo. Es el último mensaje que recibo. Supongo que no escribe más porque no le respondo. Cierro mis ojos y me entrego al Dios del sueño. A lo lejos escucho el sonido de un mensaje el cual no abro hasta el otro día. "Mañana, ocho en punto" Dirijo la mirada a la pared, veo que son las siete y media, me levanto y corro a la ducha porque si no llego al lugar citado a las ocho, ese hombre vendrá a buscarme a casa, y si se aparece no sé cómo le explicaría a mi madre que soy la esposa de mi jefe, o bueno, la esposa de mi futuro jefe. Ingreso a la ducha y me baño más rápido que un rayo, corro descalza hasta el vestidor. Al pisar la madera mi pie se resbala y caigo de culo. —¡Ay, ay! —me quejo al sentir que el cuadril lo tengo quebrado—. Su puta madre, ahora iré coja a la cita con mi jefe. Me levanto y toda renga busco mi ropa, reposo mi trasero en la cama para colocarme el pantalón y siento mi trasero molido. Cuando estoy lista salgo, mamá está en la cocina, me acerco y coloco las manos sobre sus hombros, le doy un beso en la mejilla. —¿Ya te vas? ¿No vas a desayunar, Vivi? —En la calle como algo —no sé con qué, porque dinero no tengo. Mamá adivina que no tengo dinero y saca de sus ahorros—. No, ma —insiste en que lo tome y que ya luego se lo devuelva. No sé con qué le devolveré si aún no encuentro trabajo. Salgo de casa y tomo un taxi, aprovecho ese dinero que mi madre me dio para poder llegar a tiempo al lugar indicado. Cuando bajo del taxi él ya se encuentra ahí, al verme enarca una ceja. —Veo que la dejaron renga —ruedo los ojos porque su comentario no me parece de buen gusto—. Llega tarde. —Suelo llegar tarde cuando la persona con la que me voy a ver es insignificante —sus labios forman una línea recta. —Ya veo —dirige la mirada al mesero, levanta la mano y este viene con los platillos. —Disculpe, no he pedido nada aún —digo al momento que coloca en mi lugar un pedido que no he solicitado. —Lo hice por usted —¿¡Qué!? O sea que tras de ser un egocéntrico también es machista e imponente. —Disculpe, pero usted no va a elegir qué voy a comer. —¿Quiere cambiar el plato? —Por supuesto, no solo quiero, lo haré —digo al dirigirme al mesero—. No he pedido esto así que retírelo y anote lo que voy a solicitar —el muchacho asiente, saca la libreta y escribe lo que le digo. Una vez que se va dirijo la mirada a... no sé ni cómo llamarle, si esposo o jefe, porque ambos son falsos, no trabajo para él, menos estoy casada en verdad con él—. ¿Siempre es así? —¿Así cómo? —con elegancia agarra la taza del café y la lleva a su boca, sobre el filo de esta me mira, trago grueso ante esa mirada. —Elige lo que la otra persona va a comer —coloca sutilmente la taza en el platillo, su mirada está puesta en esta, seguido la levanta y la conecta con la mía, vuelvo a tragar grueso. —No, solo me adelanté a tomar los pedidos porque no llegaba —suspiro y llevo la mirada a la calle. —Necesito el contrato —digo al momento que regreso la mirada a él. Sin objetar nada se inclina a un costado y agarrando el maletín que ni cuenta me había dado que estaba ahí, lo coloca en sus piernas y de ahí extrae la carpeta. La rueda despacio hacia mí. Sin perder tiempo me pongo a leer, hasta que me traen la comida y mientras estoy comiendo lo leeré, debo terminar de leerlo ahora mismo para preguntarle cualquier cosa que no entienda. —¿¡Vivir juntos!? —le miro y tiene su mirada posada en mí—. ¿Cómo que vivir juntos? Yo no voy a vivir con usted. ¿Cómo se le ocurre que dejaré mi casa para irme a la suya? —Es mi esposa, y los esposos deben vivir juntos. —Esto es un matrimonio falso... —Para nosotros, no para los demás. —¿Cuál demás? No veo a nadie que le importe si estamos casados o no. Usted lo que está es loco, pero ni crea que me llevará a su casa, seguro es un psicópata que se casa porque sí, y encierra a las esposas para luego asesinarlas. —Ve muchas películas de asesinos en serie, señorita Vivianne —le tuerzo los ojos—. Usted es mi primera esposa, nunca me había casado, así que siéntase afortunada de ser la primera. —¿Afortunada? —chasqueo la lengua—. Lo que estoy es angustiada por lo que acabo de leer. —¿Qué hay de malo en vivir junto a su esposo? No me la comeré, claro... si usted no quiere —frunzo la nariz y le fulmino con la mirada, él sonríe y eso me molesta más—. Escuche, es necesario que vivamos juntos. —No puedo, tengo una madre, ¿qué le voy a decir cuando me vaya a mudar a la casa de un hombre? —No es necesario que le diga, puede decir que se va a vivir sola a un departamento. Ya las jóvenes a su edad se despegan del seno de su madre. —Disculpe que le diga esto, ¿es idiota o se hace? —enarca una ceja—. No tengo trabajo, ¿cómo le diré a mi madre que me mudaré a un departamento sola? Es algo que jamás haré, porque solo somos ella y yo, desde que mi padre murió le prometí que estaría junto a ella por siempre, ella irá donde yo voy. —No hay problema, puede mudarse con nosotros. La mansión es muy grande, hay suficientes habitaciones —suspiro con frustración porque este tipo no entiende que ir a vivir a su casa es lo que menos quiero, más aún compartir habitación con él. —No, usted no entiende. Yo no viviré en su casa menos dormiré en su cama, usted dijo que esto sería un matrimonio falso en el cual ni siquiera habría acercamiento —le indico con los dedos porque no quiero entablar una conversación sobre ese tema con este desconocido. —¿Y quién dijo que habrá? —vuelve a llevar la taza a su boca—. Termine de leer el contrato y se dará cuenta de que no implica intimar. Todo lo que está ahí lo debemos cumplir, digo debemos porque yo también lo haré —sonrío porque aquí dice algo sobre la fidelidad, y resulta que me traicionará y luego yo me asesinaré—. Son las cláusulas de nuestro matrimonio, después de este fin de semana que la presente ante mi familia, usted se mudará conmigo. —Pre... presentar ¿¡Qué!? —Este fin de semana tenemos una fiesta de compromiso, ahí daremos a conocer que ya estamos casados y... que no necesitamos una boda... —Es... espere, ¿su familia sabe de mí? —No aún, pero este fin de semana lo sabrán. —¿Entonces cómo hay una fiesta de compromiso organizada? —no dice nada, solo me mira y con esa mirada quema mi cuerpo. Para cortar con la tensión que ese hombre me provoca, expongo—: Yo... yo no puedo —le devuelvo el contrato. —¿No puede? —sonríe—. Ya firmó. Lea al final del contrato las letras pequeñas y sabrá qué sucederá si incumple con el contrato —vuelvo a agarrar la carpeta, paso las hojas y llego hasta el final, después de leer le miro con los ojos achicados. —¡USTED ES UN VIL Y PERVERSO...! —me arrepiento de levantar la voz, todos ahí me regresan a ver, pero estoy tan enojada que no puedo quedarme sin decirle sus cuantas verdades a este cínico que me triplica la deuda en caso de incumplimiento. Maldición, estoy que lo ahorco por abusador. —Debió leer antes de firmar —dice de la forma más relajada. Maldición, ¿cómo puede tener tanto cinismo de decir que no leí, si ni tiempo me dio de hacerlo? —Usted es un desgraciado abusador, se aprovecha de las personas necesitadas. —Solo estoy cobrando mi dinero —llevo mi mano a la suya que reposa sobre la mesa, al hacer contacto siento una descarga eléctrica, la suavidad de aquellas manos me impide clavar mis uñas. Retiro mi mano y la aprieto, la llevo a mis cabellos y entierro mis dedos para luego sacudir mis cabellos y soltar un suspiro frustrante. —Es un descarado. Me está inventando deudas que no tengo, ¿cómo puede ser tan hijo de...? —Achica los ojos y el celeste de ellos se oscurece. Ok, no lo dije, pero esa era mi intención, insultar a la mujer que le dio la vida, pero ella no tiene la culpa de haber tenido un hijo tan aprovechado. ¿Cómo iba a saberlo, si se ve tan perfecto? Supongo que de bebé era tan hermoso que esa mujer pensó que había tenido un ángel por hijo, y lo que tuvo fue un demonio disfrazado de hombre—. Tiene que entenderme, vivo con mi madre, ella no tiene a nadie más. —Ya le dije, puede mudarse con su madre. No tengo problema con eso. —¡Es que no entiende! —quise volverme a alterar—. ¿Cómo le digo a mi madre que nos mudaremos a una enorme mansión, y después meterme a la habitación del dueño? —Fácil, cuéntele que el dueño es su esposo. —No puedo —presiono los labios contra los dientes—. Mi madre sabe todo de mí, ella sabe que no tengo novio y que jamás lo he tenido. —¿Jamás? —enarca una ceja. —Es un decir. El caso es que será demasiado para ella enterarse de todo esto. —¿Está enferma? —suspiro y asiento, aunque no debería contarle las cosas de mi vida personal a este fulano, lo hago—. ¿Qué tiene? —¿Le importa? —sonrío—. No lo creo. —Solo estaba tratando de ayudar. —¿Ayudar? ¡Solo dejándome libre podría ayudarme! —No puedo, al menos no hasta que se cumpla un año —suspira—. ¿Su madre no tiene amigas, familiares en otro estado que pueda ir a visitar? —vuelvo a rodar los ojos, porque al parecer el genio de los juegos Steam no tiene el cerebro suficientemente listo para comprender que no tengo dinero para pagarle un pasaje a mi madre para que vaya a otro estado, más aún si está enferma—. Puedo encargarme de los gastos. Me parece que sería bueno que estuviera unos meses fuera del país, y cuando regrese le damos la noticia y así será más creíble que nos enamoramos en el tiempo que no estuvo aquí —pongo los ojos en blanco porque me parece más que estúpida su idea—. ¿Por qué hace así? Parece que está poseída por el diablo. —¿Y no lo estoy? —se alza de hombros y continúa bebiendo del café—. Un diablo encarnado en hombre me tiene atrapada. —Usted se cruzó en mi camino. Siéntase afortunada de conocerme —y otra vez con fortuna, si en realidad fuera una fortuna conocerlo, hoy tendría trabajo.
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