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Soy La Esposa De Mi Jefe

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Blurb

Una chica loca rayó su coche, la busca hasta dar con ella, no le cuesta mucho encontrarla ya que es un experto en la tecnología. Cuando da con ella, la cita y la obliga a convertiste en su esposa a base de chantajes.

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Un día de mierda.
¡POV DE VIVIANNE! —Si te dejas tocar y hacer muchas cositas, tienes el trabajo —con tremendo descaro lo dice. Se levanta y me rodea mirándome como un león a su presa. Siento sus fosas nasales aspirando mi aroma e inmediatamente empiezo a sentir unas inmensas ganas de vomitar. —¡No me toque, cerdo! —digo, y esa palabra queda corta para tremendo marrano que tengo a mi lado. —¡Te toco cuando quiera! —Agarra mi cabello y me tiembla hacia atrás e intenta besarme. Mis tripas rugen del asco que me provoca aquel hombre, pero como siempre ando cargando en la pretina del pantalón mi spray, lo saco y le rocío en la cara—. ¡Ay! —se queja llevando las manos a sus ojos. Declina y aprovecho para agarrarle de la moña asquerosa y le meto una patada entre sus gemelas repugnantes—. ¡Maldita perra! —balbucea mientras se queja—. Cuando te encuentre te mataré —lanza amenazas. Y yo emprendo la corrida, toco con desespero el ascensor, antes de que los de seguridad me agarren y me encierren por haber golpeado a ese gordinflón. Al llegar a planta baja camino despacio como si nada pasara. Una vez que estoy fuera vuelvo a correr; al encontrarme lejos me detengo, suspiro y río de mi desgracia. Joder, no puedo creer que cada día mi vida se vuelve más miserable que la anterior. Aquí es cuando digo: ¿de qué sirve estudiar tanto para obtener una carrera si, cuando ya logras terminarla, los trabajos no llegan? Siempre piden experiencia. Es ahí cuando me dan ganas de gritarles cuán idiotas son, ya que un recién graduado no puede tener experiencia porque recién se graduó. ¿Acaso es difícil de entenderlo? Otra es que cuando encuentras un trabajo y te dan la oportunidad, te topas con jefes como el que tenía, un cerdo aprovechado que fingió darme dos días de prueba para luego firmar el contrato, y cuando al fin me llamó para lo que yo creía iba a ser la firma del contrato, terminó proponiéndome aquella cochinada. Camino por las calles abrazada con mis propios brazos. Para completar el día, empieza a llover y no cargo dinero suficiente para pagar un taxi. Me detengo en el centro del puente y miro de un lado a otro para cerciorarme de que ningún auto venga, y así pasar hasta el otro lado para esperar el autobús y, sobre todo, aparcar bajo la visera la tormenta que repentinamente ha caído con gran potencia. Al ver que no viene ningún auto cruzo y me paro debajo de la visera. Apenas llevaba unos minutos sentada ahí cuando un auto pasa de forma rápida y me lanza toda el agua que se encontraba en una enorme charca—. ¡Oh! —Abro mis brazos y mi boca al sentir la helada agua empapar por completo mi cuerpo—. ¡Miserable! —le grito mientras el agua destila de mi rostro y ropa—. ¡Idiota! ¡Ojalá te follen diez negros! —Todos los ahí presentes gozan de mi mala suerte. Definitivamente hoy no ha sido un buen día, joder. Les fulmino a todos con la mirada. Había quizás unas cuatro personas esperando el autobús, y todos pudieron cubrirse tras la visera al ver ese loco, pero ninguno me advirtió de lo que iba a pasar al momento que ese auto cruzara. Yo ni cuenta me había dado ya que estaba embelesada mirando a otro lado. Estoy que muero de frío, y el lento autobús que no viene. Cuando al fin aparece subo y, tras eso, me toca ir parada y apretada como ganado. El autobús corre varios metros, se detiene a esperar el cambio de semáforo y mis ojos logran ver una tremenda joya. Antes de que el bus continúe su trayecto pido que me dejen bajar, abren la puerta trasera y procedo a caminar discreta hacia ese coche lujoso. Mientras voy pasando lo rayo con la llave de mi casa; no contenta con rayarlo de un lado voy al otro. Como nadie me está viendo sigo rayándolo, luego emprendo una corrida de atleta. Cuando estoy lejos suelto grandes carcajadas hasta que la panza me duele—. ¡Eso te pasa por ser un puto de mierda! —digo puto porque estoy segura de que era un hombre quien lo manejaba. En la siguiente cuadra agarro el autobús. En el transcurso de casi una hora llego a casa; al abrir la puerta mamá me mira intrigada. —¿Por qué estás totalmente mojada? ¿No llevaste paraguas? —Sí, pero se me quedó en la oficina —digo al sacar mis tacos y lanzarlos a un costado. Procedo a sacarme la blusa y, por consiguiente, el pantalón. Mamá no dice nada al verme caminar en prendas íntimas por la casa; solo vivimos ella y yo. —Vivi, ve a ducharte, vas a resfriarte. —Ahora mismo, mi generala —voy de camino a la habitación y su dulce voz me detiene. —Te botaron del trabajo, ¿verdad? Porque aún no es hora de salida —soltando un suspiro asiento—. Una vez que te bañes me cuentas. Entro a mi habitación, por consiguiente, al baño y me doy una rápida ducha de agua caliente. Me sorprendo de que haya agua caliente si hace dos días nos cortaron la luz porque debíamos tres meses, y hasta la mañana que salí no había. Suspiro frustrada porque seguro mi madre gastó el dinero de sus medicinas para pagar estos servicios de los cuales me quedé de hacer cargo. Al salir del baño me coloco la pijama abrigada y salgo. Llego hasta el comedor, mamá me ha servido una taza de café, me siento y la bebo lentamente, saboreando cada sorbo porque el café que ella prepara es delicioso. —Cuéntame, ¿por qué te despidieron? —Ese cerdo quería darme el puesto a base de sexo —dejo la taza en la mesa y suspiro—. ¿Gastaste el dinero de tu medicina para pagar la luz? —Aún me queda. —No debiste hacer eso madre, es un dinero que necesitas para cubrir tus gastos. Quedamos en que me haría cargo de los gastos. —Pero no tienes trabajo, no podíamos seguir sin energía. —Mañana buscaré un trabajo así sea en la plaza —digo y ella me manotea. —No digas tonterías. Prefiero que vendas caramelos en la calle antes que hagas tales cosas —sonrío al verla enojada. Ella sabe que soy capaz de hacer cualquier cosa, y en esta crisis en la que me encuentro no me importaría vender mi cuerpo por unos cuantos dólares. Y si la situación sigue así, no me quedará de otra que buscar cualquier tipo de trabajo, olvidarme de trabajar en una de las grandes empresas de este estado. Es triste ver que pasé estudiando tantos años para no lograr conseguir un trabajo digno de mi título. —No te molestes mamita, que vender mi culito jamás, salvo que sea un millonario y pague mucho por él. —Eres una loca —me lanza la servilleta. Río con ganas al verla enojada—. Tienes que mejorar tu vocabulario, creo que por eso te botan de los trabajos. —Ahí no digo nada de estas cosas, ahí soy una profesional, pero esos viejos asquerosos quieren que les deje lamer mis tetas —mamá abre la boca con asombro, y yo bebo del café que aún está caliente. —No me digas que eso te pidió el viejo condenado. —Pues sí, el cerdo quería que me dejara tocar y un sinnúmero de cosas más. Usé mi pistola mágica y le reventé los testículos —mamá sonríe—. Y eso no es todo, a un idiota le rayé su lujoso carro por mojarme. —Vivi, ¿por qué hiciste eso? Está bien que te defiendas de los pervertidos, pero dañar un auto, eso es un delito, hija. —Pues el tipo me empapó de agua, y no fue porque no se dio cuenta de mi presencia, fue intencional, se lo merecía. Además, seguro tiene mucho dinero para comprarse otro —me alzo de hombros sin darle importancia. Después de tener una agradable y divertida charla con mamá, me acuesto en el sofá a ver una película. Con los acontecimientos que se han suscitado las últimas horas he olvidado presentarme: soy Vivianne Miller, tengo veintitrés años y soy graduada con honores en una facultad de medio pelo, pero creo que estoy suficientemente capacitada para trabajar en una de las mejores empresas de tecnología del estado. Sin embargo, como mis estudios los realicé en una universidad pública no cuentan mis excelentes calificaciones y conducta. Soy hija única de una humilde costurera y un simple carpintero que, por cierto, ya partió de este mundo. Papá murió cuando yo tenía solo quince años de edad, es decir, lo perdimos hace ocho años. Desde entonces mi madre ha trabajado duro para sacarme adelante, incluso llegó a enfermar de diabetes por esforzarse demasiado en el trabajo y así obtener el dinero para lograr que yo culmine la universidad y pueda ayudar en casa. Pero desde que me gradué no he conseguido un trabajo en el cual pueda durar; en todos los que he ido siempre han querido pisotearme como si yo fuese una cosa inservible. En fin, nuevamente estoy desempleada, y no es porque no haya dejado mi currículum. He pasado recorriendo la ciudad entera y sacando tantas copias para dejar en distintas empresas, pero de las grandes ninguna me ha llamado o escrito. Formo un puchero porque soy tan desdichada. No tengo papi ni tampoco trabajo, no sirvió de nada quemar este cerebro que me dieron. Suelto un suspiro de frustración porque nuevamente tengo que salir a recorrer la ciudad y tocar las puertas, a ver si alguien me la abre. Una vez acostada en la cama, agarro mi computadora y empiezo a navegar. De pronto me llega un correo, rápidamente lo abro. Al leer abro la boca al mismo tiempo que grito—: ¡Aaaahh! —Me paro en la cama, salto, grito, me tiro, pataleo una y otra vez. Mamá entra corriendo, enciende la luz y me mira asustada. Lleva sus manos a la boca al verme en esa actitud—. ¿Qué tienes, hija? ¿No me digas que se te metió el diablo? —Suelto una carcajada que incluso se me sale un poco de pipí. Corro al baño y sigo riendo y gritando de la emoción—. Vivi, ¿dime qué tienes? —Subo mi pijama y lavo mis manos, me miro al espejo y continúo riendo, pero no de la emoción, sino de ver que en realidad parece que se me ha metido el demonio. Ver la cara de mi madre me causa más risa. Caigo a la cama y no dejo de reír—. Ya —se queja—. Dime por qué gritabas —se sienta a mi lado. En ese momento recuerdo que hay un correo pendiente y procedo a responderlo. —Me escribieron —le enseño con lágrimas en los ojos. Mamá se tapa la boca y al igual que yo no lo puede creer, quiere gritar, pero se las aguanta—. ¿Es en serio? —¡Sí! —digo emocionada—. Una de las empresas de Silicon Valley me escribió —tapo mi boca y las lágrimas ruedan, pero son lágrimas de emoción—. ¿Puedes creerlo mamita? Trabajaré para una de las grandes industrias de la tecnología de Silicon. Estoy tan emocionada que me vuelvo una perra bailando. Agarro la mano de mamá y la hago mover. Cuando me siento agotada caigo a la cama con mis manos hacia arriba y la mirada centrada en el techo—. Un día tenía que llegar mamá. Ella me felicita y después de un rato se va. Yo por mi parte me acuesto para poder descansar y al día siguiente presentarme. Creo que no voy a poder dormir de la emoción que me da saber que perteneceré a Silicon Valley. Estoy ansiosa porque amanezca y al fin tener mi primer día de trabajo.

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